PD. Joel Forster

Junio es el mes en el que muchos jóvenes desaparecen de las calles. Están en la biblioteca o encerrados en su habitación. La Universidad llega a la recta final del curso, los exámenes marcarán los resultados finales. También la Selectividad, que parecía lejana para decenas de miles de estudiantes de Bachillerato, ha llegado por fin. Frente a este reto, algunas recomendaciones prácticas que pueden ayudar.

Para empezar, algo que cualquier estudiante sabe perfectamente. El trabajo que mejor te prepara para los exámenes es el que has hecho durante todo el curso. Las revisiones diarias y semanales de las materias marcan la gran diferencia. “Me atrevería a decir que con este hábito de trabajo el estudiante tiene adelantado un 50% en lo concerniente a la nota y entre un 70% u 80% de la efectividad del aprendizaje”, explica Jonathan Secanella, Máster en Coach personal y coordinador de Emos Formación.

De hecho, aprobar un examen sólo es una parte de la vida de estudiante, lo que realmente cuenta es terminar el curso sabiendo más cosas que nos servirán en el futuro. Estudiar durante todo el curso también ayuda a retener lo aprendido. “Lo más adecuado sería ir trabajando las materias al mismo ritmo que se imparten en clase, extractando lo más importante y relacionándolo continuamente con otros conocimientos que ya tengamos (de la misma materia u otra)”. La clave está en “trabajar la memoria a largo plazo”.

Todo esto está claro, pero ahora que ha llegado junio, ¿cómo afrontar la montaña que se presenta? Secanella cree que “que el estudiante debe tomarse en serio el conocerse a sí mismo (sus ritmos biológicos, su curva de concentración, etc.)”. Conociéndonos un poco podremos crearnos nuestro propio universo en el que estudiar de forma eficaz.

EL AMBIENTE EN EL QUE ESTUDIAS
El concepto del “descanso” lo conocemos, pero cuesta aplicarlo en momentos de estrés. Por eso Secanella recalca que “es imprescindible tener varios descansos durante el día en los cuales buscar desconectar completamente de lo que se está estudiando”. De hecho, la única forma de mantener un nivel alto de concentración es parando de vez en cuando.

Deben ser “tiempos de descanso calculados que deberán de darse antes de que notemos el agotamiento mental. Una vez ha aparecido el agotamiento es muy difícil recuperar un nivel óptimo de concentración si no nos tomamos un descanso mucho más largo, como podría ser el de la noche”.

A menudo los apuntes conviven sobre el escritorio con tazas de café, bebidas energéticas, dulces de todo tipo y snacks, con los que pasar las horas. La recomendación, sin embargo, es “respetar más que nunca unos hábitos de vida sanos”. Comer bien y hacer deporte son las mejores alternativas para los ratos de descanso. Secanella recomienda, además, “disfrutar algunos ratitos de un hobby que no sea muy estresante”. También hay que asegurarse que el ambiente a nuestro alrededor nos favorezca. Debemos poder estar tranquilos, sin distracciones y sobre todo, cómodos.

Para que las horas invertidas realmente tengan un resultado es importante “marcarnos un tiempo mínimo antes del cuál no interrumpiremos el estudio”. No ayuda levantarse cada 15 minutos. Pero tampoco sirve hacer largas rachas de que superen 60 minutos. Una vez pasada una hora, 5 a 10 minutos pueden ser suficientes para recargar pilas. Las pausas hay que hacerlas siempre “antes de que empiece a disminuir la concentración”.

¿Qué hay de las ideas, preocupaciones o tareas que se nos vienen a la memoria mientras estudiamos? El procedimiento es simple: “Apúntalo en un papel, y toma un momento o dos al día en los que atiendas a esas preocupaciones”. Y ya está, “esto te ayudará a despejar tu mente”.

¿LA MEJOR HERRAMIENTA DE MEMORIZACIÓN?
¿A la hora de aprenderse el temario, qué sería lo más recomendable? “La mejor herramienta de la memorización es la comprensión, el razonamiento y la síntesis”. Un modo práctico de abordar los distintos temas será “todo aquel que te ayude a ir conectándolos unos con otros”. Conectar y sintetizar: “Resume, como mínimo mentalmente, cada cosa que has leído en la última hora de estudio”.

Para asegurarnos que no olvidamos lo aprendido, los repasos deben darse “antes de que la memoria a corto plazo pierda buena parte de lo aprendido”. Secanella explica que es bueno repasar lo aprendido al final del día y una segunda vez antes de 72 horas. “Sólo con esto, la sorpresa cuando se retomen los apuntes en época de exámenes puede ser asombrosa”. Y aún en cuanto a la memorización, añade: “Un repaso siempre empieza por hacer el esfuerzo memorístico de recordar lo que se pueda del tema, y sólo después leerlo para recordar todo lo que no habíamos recordado. Es fundamental para la memoria”.

TRABAJOS EN GRUPO
Preguntado por los trabajos en grupo, que cada vez tienen más peso en la evaluación por el nuevo sistema universitario de Bolonia, Secanella explica que “es muy importante en un trabajo en equipo marcar unos tiempos para cada etapa del trabajo”. También es importante ser responsable con tu parte, “así como pedir responsabilidades” a otros. Es algo “de sentido común”, reconoce, pero “no es muy ‘mediterráneo’”. “Debemos aprender a estar por encima de algunos hándicaps culturales”.

LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL DEL ESTUDIO
¿Se puede hablar de una dimensión espiritual cuando hablamos de estudiar? Los expertos, incluso los que no profesan ninguna fe, hablan a menudo de la necesidad de tener en cuenta el alma. Secanella es más explícito. Cree que Dios juega un papel destacado: “La Biblia nos habla de la importancia de fundamentar nuestra vida en el reconocimiento de que todo lo que somos, todas nuestras capacidades, dependen de Dios (‘Por la gracia de Dios soy lo que soy’, 1ªCor.15:10a), así como de que somos administradores de los dones de Dios (cf. Mt.25:14-28)”.

Tener claros estos dos conceptos “nos ayudará tanto a buscar ser excelentes en nuestro esfuerzo para administrar bien nuestros talentos como a confiar y descansar en él sabiendo que el Dios que nos ha capacitado para una labor concreta –en este caso estudiar y prepararnos para ejercer una profesión- nos guardará en todo el proceso hasta finalizarla”.

Sobre la vida de estudiante, en general, la Biblia da pistas concretas. “Dios nos llama a imitarle en el hecho de que él es un Dios que todo lo que hace tiene un propósito (Pr.16:4a), no es un Dios que vegeta, que hace las cosas por hacer”. En ese sentido, “es fundamental que todo lo que hagamos en la vida lo hagamos con un sentido de propósito, de finalidad».

“No hay nada más motivador para el estudiante cristiano (y por tanto dinamizador del aprendizaje) que estudiar con el convencimiento de que está en la universidad con un propósito, y éste tiene un valor eterno”, explica.

SI FALLAMOS, SEGUIMOS CORRIENDO
Finalmente, ¿qué pasa si en medio de nuestro estudio nos enteramos de que ya hemos suspendido alguna asignatura? Lo importante, es “tener una visión de la vida como un ‘proceso’, en el cual se está creciendo y aprendiendo continuamente”. Se trata de encajar los “fracasos momentáneos”.

Debemos recordar que “estamos corriendo una carrera de fondo y que lo importante es llegar a la meta; si hoy no hemos conseguido lo que esperábamos (ej. aprobar un examen), aprendemos de la situación y lo intentamos de nuevo”.

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