Diác. Juan Sánchez G.

La sección de la Torá Sheminí enumera un amplio detalle de las especies vivientes que son permitidas para los hijos de Israel ingerir, y las que son prohibidas. Entre las vetadas, hallamos al mono, y al cerdo.

El mono es considerado por muchos científicos, el antecesor del hombre. Ellos pretenden que estos especimenes fueron evolucionando hasta convertirse en seres humanos, dando así, origen a toda la humanidad. Es por esta razón, que mucha gente se siente vinculada en muchos aspectos con el mono, producto de esta información suministrada y publicitada por los científicos evolucionistas, cuya teoría se ve fortalecida, por la aparente semejanza física de estos animales a las personas.

El cerdo, es un mamífero totalmente diferente al antes nombrado. Es común en las personas considerarlo un animal detestable, sucio y que trae enfermedades. En la jerga callejera, es común escuchar de boca de aquellos que ofenden inescrupulosamente a su prójimo, términos como: “¡Eres un cerdo!”. “¡Cochino!”. “¡Chancho!”. “¡Puerco!”.

Informes de expertos declaran, que la composición de la carne de cerdo, es realmente perjudicial para la persona, pues, en este animal, la grasa se encuentra intra-celular, mientras que en otras especies (res, carnero) está fuera de la célula, en el tejido conectivo. Existe la posibilidad de hallar en algunas reses muy viejas, pequeñas cantidades de grasa dentro de la célula, pero en el cerdo el porcentaje es bien alto. Esto se puede apreciar realizando un experimento muy sencillo, colocando un trozo de carne magra de cerdo en una sartén caliente. De inmediato la grasa saldrá despedida de la carne y esta comenzará a fritarse “en su propia salsa”.

Puesto que la grasa de puerco contiene el doble de calorías que los hidratos de carbono y las proteínas, lo primero que el cuerpo hace con ella es almacenarla en el tejido conectivo. Esto explica la gran cantidad de obesos entre los comedores de cerdo. La de ellos, es una grasa firme y dura, difícil de desmontar.

La grasa siempre está asociada al colesterol. Las macro-moléculas están cargadas de colesterol y juegan un papel importante en la hipertensión y en la arteriosclerosis. Se las considera factores adicionales en el infarto del miocardio y en las coronariopatías, en las afecciones circulatorias de la periferia especialmente en combinación con nicotina.

El grueso de la gente sabe, que el cerdo es un animal capaz de comer basura y revolcarse en el barro, pues lo han podido observar en sus visitas a granjas, jardines zoológicos, o viendo documentales. Por esta razón, aunque desconozcan los efectos que ocasiona la carne porcina a la salud, de todos modos, consideran al puerco, un ser detestable, y abominable por su conducta.
Existen, no obstante, aquellos que pese a este cuadro expuesto, consumen carne porcina. Ello se debe a que son personas poco reflexivas, y no piensan en el origen y procedencia de lo que llevan a su boca, ni en las consecuencias para la salud que ello puede acarrear. Es algo similar a lo que acontece con el fumador, quien cuando se inicia en este hábito, seguramente ya ha escuchado lo que sucede finalmente a los fumadores. Pero en ese momento, no considera nada de esos informes y sugerencias, prefiriendo disfrutar de la vida, sin pensar en lo que puede ocurrir en el futuro.

El individuo que come cerdo, demuestra una gran falta de responsabilidad en el cuidado de su propia salud, al ingresar las carnes porcinas a su organismo. Además, deja al descubierto su total falta de coherencia, en el momento en que le surge insultar a sus semejantes, pues en esa oportunidad les dice: “¡Eres un cochino!”. ¡Cerdo!. ¡Puerco!. Desprecia a los otros, utilizando lo que él mismo lleva a su boca.

El cuadro descrito permite vaticinar que nadie desea compararse ni asemejarse a este tipo de animales. Sería una verdadera hipocresía pretender, tal como se dijo del mono, que los seres humanos provienen del cerdo, dadas las enormes e insalvables diferencias entre ambas especies.
El informe que presentaremos a continuación, seguramente provocará un marcado cambio con respecto a este enfoque popularizado.

Los seres humanos, como es sabido, comúnmente sufren enfermedades. Muchas veces, los médicos comprueban que ya nada se puede hacer por el paciente, dado que su hígado se encuentra destruido, o las válvulas cardíacas ya no pueden seguir funcionando, por lo que las horas del afectado están contadas, a menos que se realice un transplante urgente. Pero para que esto pueda hacerse, deberá aparecer algún donante, que suministre el órgano necesario.
Las grandes eminencias en el campo de la medicina, lograron realizar con éxito sustituciones de órganos, reemplazándolos por el de un donante humano Desde que el Doctor Christiaan Barnard hiciera su primer trasplante de corazón, la técnica de trasplante de órganos se ha generalizado en la práctica médica, habiendo alcanzado altísimos niveles de perfección.

El problema que comenzó a suscitarse es, que la demanda de órganos comenzó a crecer, y los donantes en existencia no eran suficientes para cubrir el cupo solicitado.

Los médicos pensaron en la posibilidad de recurrir a especies animales como donantes de órganos (xenotransplantes).

La utilización de órganos procedentes de monos tenía la lógica de su proximidad evolutiva con la especie humana. Por eso, se pensó en ellos como potenciales abastecedores, pero la diferencia de tamaños de los órganos entre las especies era un serio inconveniente. De todos modos, ante la ausencia de otra alternativa, se han llegado a realizar muchos xenotrasplantes de riñón, corazón, hígado y médula ósea procedentes mayoritariamente de chimpancé y mandril con un resultado negativo en la mayoría de los casos. No existió compatibilidad, y además fue absoluto el rechazo provocado por el organismo humano. Además, estaban las innumerables enfermedades transmitidas a través de los órganos procedentes de los simios, las cuales resultaban letales para el paciente trasplantado.

Esto provocó que se deje de lado esta hipótesis, basada en una fantasía evolucionista de parentesco entre el hombre y el mono, y se comience a buscar algún animal, cuya fisonomía se asemeje más al hombre, para poder proveerle de órganos sustitutos.

Los investigadores sabían que la demanda de órganos es cada vez mayor, por lo que urgía encontrar una solución a este tema. Se pensó en el cerdo. Sólo para tener una idea de la importancia que el cerdo puede asumir en la área de donación de órganos para el hombre, presentamos las estadísticas de EE.UU. las cuales muestran que en el año 2000, había 67.000 pacientes esperando por los trasplantes en ese país (44.000 para el Hígado, 4.000 para el corazón y 3.600 para los pulmones). Infelizmente, sólo 20 mil trasplantes fueron realizados. La investigación mostró que más de 100.000 personas, ni entraron en esta » línea de espera» y que miles se mueren todos los días por la falta de donadores.

Las cifras expuestas son aterradoras, por eso, los científicos, buscando una solución al dilema, estudiaron el desarrollo y estructura del cerdo, y quedaron sorprendidos por la enorme similitud que presenta con la raza humana. Se ha podido apreciar claramente, que en la fase fetal, un porcino de 21 días, es sorprendentemente similar a un feto humano de 31 días. También se pudo contemplar la enorme similitud entre un embrión humano de 9 semanas, a uno de cerdo de 8 semanas.

Los cuerpos de expertos en el campo de la medicina, decidieron que el cerdo puede ayudar a vivir a mucha gente que se halla en lista de espera de un posible donante para recibir un trasplante. Así fue, como comenzaron a desarrollar este proyecto, y pudo comenzar a aplicarse en pacientes que tenían las horas contadas.

El cerdo comenzó a utilizarse para proporcionar válvulas cardiacas que son retiradas de su corazón y conservadas en una mezcla química, hasta que se las necesite para transplantar en seres humanos. Estas válvulas pueden permanecer en ese preparado por 5 años, hasta que sean requeridas.

El hígado de cerdo también comenzó a emplearse: en 1992, en la Universidad de Pádova, Italia, una mujer de 33 años recibió el primer trasplante de un hígado artificial, producido a partir de células modificadas de cerdo. Afectada por una hepatitis fulminante, con el trasplante consiguió sobrevivir durante 4 días, hasta que se encontró un hígado humano para el trasplante definitivo.

El páncreas del cerdo es un órgano del que se obtiene la Insulina, una hormona esencial para los diabéticos. Es él, el encargado de permitir la entrada de azúcar en las células y de reducir su tasa en la sangre, evitando de esa manera que alcance niveles mortales para el hombre.

De la glándula pituitaria del cerdo puede obtenerse el ACTH que es una hormona usada en la medicina humana para el tratamiento de artritis y enfermedades inflamatorias.

La Tiroides del cerdo se usa para obtener medicamentos que se usarán por personas que poseen glándulas tiroides poco activas.

La mucosa intestinal del cerdo se usa para obtener una sustancia llamada Heparina que tiene propiedades anticoagulantes y es aplicada en medicina humana en los casos de trombosis.

Del pulmón del cerdo, puede ser retirada una sustancia llamada surfactante que es indispensable para el tratamiento de bebés nacidos con el síndrome de inmadurez pulmonar. Sin esa sustancia, que es utilizada como lubricante, los bebés corren un serio riesgo de morir por asfixia.

La piel del cerdo puede usarse en los trasplantes temporarios en el hombre, en los casos de quemaduras de tercer grado, que causan grandes discontinuidades de su piel. Ella no sirve para los trasplantes definitivos, debido a su rechazo.

El panorama descrito, es elocuente y demuestra que el ser humano tiene mucha mayor afinidad con el cerdo que con el mono. El organismo del cerdo se asemeja increíblemente al del ser humano, mientras que el del mono es totalmente diferente, e incompatible. Esto demuestra claramente que “las apariencias engañan”, y no hay que fijarse en lo superficial o exterior, sino en la esencia, o lo interior. Este concepto tan importante ha sido enseñado por los sabios en el Talmud: [1]“no te fijes en el recipiente, sino en su contenido”.

El Talmud, es la enciclopedia judía más maravillosa que existe, y es la explicación de la Torá escrita. En la misma, se pueden encontrar enseñanzas que abarcan todos los ámbitos de la vida y el mundo. Todo lo que se necesita saber, está allí escrito. Si uno desea cerciorarse acerca de la bendición que corresponde recitar antes de ingerir una fresa, recurrirá al tratado de “Berajot”, el cual brinda un amplio detalle sobre las bendiciones para antes de consumir alimentos.

Si uno pretende saber como invertir su dinero, abrirá el tratado de Babá Metzía, en la página 42, y encontrará la solución a su preocupación, pues allí le es explicado que divida su capital en tres partes, e invierta un tercio en inmuebles, el segundo en mercadería, y el tercer tercio, debe mantenerlo disponible para aprovechar algún lote de mercancía barata que surja de improvisto. Y si uno quiere saber acerca del tema del cerdo que hemos tratado en esta entrega, también acudirá al Talmud y hallará un resumen de lo que ha llevado a los científicos, varios siglos descubrir.

En el tratado de Taanit, 21ª consta que cierta vez, hubo una peste que afectó a los cerdos. Rabí Yehuda, que era uno de los eruditos más importantes, al enterarse, decretó inmediatamente que toda la población ayune, para que el Todopoderoso se apiade de los pobladores, y quite de allí ese flagelo. El sabio movilizó a todos los habitantes del lugar, provocándoles todos las molestias que ocasiona abstenerse de probar alimento, e inclusive agua, durante todo el día, pese a que ningún ser humano había resultado afectado por la epidemia.

El decreto sentenciado por Rabí Yehuda, fue analizado por los sabios que le sucedieron, los cuales se reunieron para averiguar pormenores del asunto. Los presentes se preguntaron: ¿Por qué razón decretó Rabí Yehuda ayuno público?. La respuesta fue: Por una peste que se había propagado entre los cerdos.

Uno de los sabios preguntó: ¿Acaso consideraba Rabí Yehuda que si una especie animal es afectada, eso causará que las demás especies se contagien, provocando peligro a los hombres?.
La respuesta le fue dada de inmediato: “! De ninguna manera ¡”. Si se propaga una peste entre los monos, no se decreta ningún ayuno. En caso de contraer las vacas una epidemia, tampoco se sentencia ayuno alguno. Y así se ha de proceder con todas las demás especies animales, ya que no es peligroso para la humanidad que ellos sean alcanzados por pestilencias. Los virus que los afectan, no son peligrosos para los organismos de las personas. (A menos que se consuma su carne, en ese caso si existe riesgo).

La pregunta obvia no tardó en saltar a la mesa de debate: “¿Qué tienen de diferente los cerdos, para que por su causa se deba hacer ayunar a toda la población, para pedir clemencia al Creador por ese flagelo?”.

La respuesta a este interrogante fue terminante: “Es necesario ayunar en caso de peste en los cerdos, porque su aparato digestivo es similar al de los humanos”. Por eso, los virus que los atacan, son propensos a contagiar a las personas, a pesar que no consuman su carne.

La sentencia enseñada, llevó al comentarista Tosafot, a deducir: “Si la razón del peligro de contagio en los humanos es, por causa de que el aparato digestivo de los cerdos se asemeja al de los hombres, en ese caso, corresponde decretar ayuno (entre los judíos) cuando hay una epidemia entre los gentiles”. Su deducción fue aceptada.

Evidentemente, los sabios de Israel, sabían como están formados interiormente los hombres, los animales, y todo el universo, ya que todo les fue explicado vía oral por sus padres y maestros. Esta información fue transmitida de boca en boca, generación tras generación, desde que el Todopoderoso la entregó a Moshé en el Monte Sinal. Luego, cuando el pueblo fue exiliado a Babilonia, fue necesario escribir estas enseñanzas, porque al estar dispersos por la diáspora, era factible que muchas cosas se olviden. Desde ese entonces, se decidió compilar el Talmud, que contenía las bases de esas enseñanzas transmitidas oralmente. Esta es la razón por la cual los sabios judíos sabían hace más de dos mil años la compatibilidad del cerdo con los humanos.
Al analizar las distintas utilidades del cerdo en el campo de la medicina, parte de las cuales hemos trascripto unos renglones más arriba, comprobaremos que varios de esos usos, provienen de órganos pertenecientes o vinculados al aparato digestivo del animal, tal como lo declara el Talmud, en el tratado de Taanit. Esto significaría que ese sector del cerdo es uno de los puntos de mayor compatibilidad con las personas.

La necesidad de ayunar, para pedir clemencia al Todopoderoso, ante una epidemia que se ha propagado entre los cerdos, ha sido legislada por los sabios como ley oficial, para ser acatada en todo lugar y tiempo, donde este flagelo sobrevenga. Tal sentencia consta en el código de leyes judío (Shulján Aruj: Oreaj Jaim 576: 3).

El tratado talmúdico de Julín (122ª) menciona otra similitud entre el puerco y el hombre. Explica la semejanza existente entre la piel de cerdo doméstico con la humana. Para corroborar la veracidad de esta declaración, solo habrá que rememorar lo expuesto arriba, donde dijimos que en la actualidad, una de las variantes empleadas en los trasplantes temporarios en el hombre, en los casos de quemaduras de tercer grado, es la piel de cerdo doméstico.

El Rabí Iosef Karo, es el autor de varios libros sobre leyes judías, entre ellos, su obra cumbre, el compendio general de leyes judías (Shulján Aruj). Este volumen contiene la sentencia expuesta arriba, la cual declara la necesidad de ayuno ante un cuadro de pestilencia en los cerdos.

El mentado erudito, previo a esta obra monumental, había escrito un comentario sobre el Tur Shulján Aruj, que era un compendio de leyes que contenía el lenguaje textual, utilizado por los sabios de la época del Talmud. Pero sucedía que el grueso del pueblo no contaba con el nivel suficiente para poder captar todas esas enseñanzas. Por tal razón, escribió un compendio explicativo al Tur Shulján Aruj, que llamó“Beit Iosef”.

El nombre elegido (“Beit Iosef”), significa “la casa de Iosef”, en memoria de su santa esposa, que había fallecido al poco tiempo de casados. Tras la muerte de ella, Rabí Iosef encendió una vela y dijo: “este libro es en memoria de mi esposa”, y comenzó a escribir. Esta obra le llevó veinte años de ardua labor.

El Rabí Iosef Karo, en el compendio “Beit Iosef”, cuando se refiere a la obligación de ayunar por una plaga propagada entre los cerdos, coloca también como un parecido de las entrañas de esta especie, a la humana, las palabras “carne de persona”, informando que ello consta en el Talmud. Efectivamente, en la actualidad, se ha comprobado esta enorme similitud.

Los asesinos múltiples de las últimas épocas, utilizaron la carne humana. Ellos la prepararon y adobada, la ofrecieron en venta, fresca o en salchichas, como si fuera carne de cerdo. Como tal fue consumida con especial apetito. Según datos tenía el mismo sabor que el cerdo y era de fácil y buena digestión. Dos de los más famosos sujetos que cometieron un fraude así, fueron los legendarios asesinos Hamann y Kürten.

La Torá escrita, prohíbe terminantemente ingerir carne de cerdo: (levitico / Vaikrá 11: 8): “de su carne no comáis”. Científicos del último siglo, investigando las propiedades y efecto de la carne porcina, la dieron de comer a ratones. Al poco tiempo, los citados roedores, se volvieron caníbales. En tanto aquellos que no habían sido alimentados con ese tipo de carne, no mostraban absolutamente ninguna tendencia salvaje.

[2] El sabio Rabí Shlomo Efraim ben Aharón en su comentario al Pentateuco titulado “Kli Yakar, ya había adelantado esta reacción: “Todos los alimentos ingeridos, transmiten su naturaleza y tendencias a quien los ingiere”.

La pregunta obvia es: ¿Por qué entonces es posible fabricar con los porcinos medicación e ingerirla?.

La respuesta a esta cuestión es, porque la Torá (ley) fue dada para vida, y no para muerte, por lo tanto, si no hay otra manera para sanar a la persona, excepto por vía de un animal prohibido, en ese caso, el mismo se torna permitido a través de esa medicación. De esta manera, quien padece esta enfermedad, es una de las únicas personas en el mundo que puede elevar a esa parte del animal de consumo prohibido, a un nivel espiritual superior. (No para consumirlo, ya que esta prohibido por SANTIDAD, no por higiene… pero que por la higiene se pueden evitar muchas enfermedades) Ya que todo alimento permitido que ingresamos a nuestro cuerpo resulta, a través nuestro, elevado espiritualmente. Cosa que no puede acontecer con los animales impuros, a menos que acontezca una situación de necesidad suya para salvar una vida o sanarla.

Las leyes prohibitivas de la Torá fueron dadas a la persona para mantener una pureza espiritual elevada, con el fin de que podamos ingresar debidamente preparados al Mundo Venidero. Aunque para poder gozar allí de mayores privilegios, será necesario acumular mayor cantidad de méritos durante nuestra estadía en la tierra, donde cada uno tiene su función específica y global.

Cada persona en el mundo terrenal esta para realizar algo en particular, aunque no es ello sabido por el propio individuo, ya que si lo supiere, haría tal cosa, y ya no sería necesaria su permanencia en el mundo. Pero ocurre que también es necesario que complete su función global.
Resulta de todo esto, que es necesario llevarse bien con todos, pues uno no sabe quien de todos los seres humanos que viven en el mundo puede ayudarnos a cumplir nuestro cometido para el que vinimos a la tierra.

Cierto hombre, recibió una orden de desalojo, a ejecutarse como máximo, en un plazo de dos meses, por no haber abonado los impuestos durante tiempo prolongado. Este individuo, en realidad, si había pagado, lo que seguramente aconteció, es un error cometido por alguno de los encargados del control tributario.

El sujeto expuso su dilema a un vecino suyo, quien le recomendó que presente su problema al ministro primero del rey, ya que es un hombre recto y justo, quien no deja a ninguna persona sin respuesta.

El hombre preguntó como debe hacer para hablar con el ministro, y su vecino le informó que debe escribir una carta y enviársela, ya que ese es el sistema utilizado por toda la gente para comunicarse con él.

El individuo redactó la carta y la envió. Pasaron dos semanas, y ninguna respuesta le había llegado. Acudió nuevamente a su vecino, y le contó las malas noticias. El vecino no podía creer lo narrado, ya que el ministro atiende todas las solicitudes de los que se dirigen a él. Pensó que algo puede haber pasado con la correspondencia, y le sugirió que envíe una nueva carta.

El señor con el problema hizo caso a su vecino, escribió y envió una nueva carta. Aguardó durante dos semanas más una respuesta, pero no obtuvo ninguna. Acudió nuevamente a lo de su vecino, y le confesó no haber recibido ninguna contestación a su petitoria. El vecino no podía comprender esto que jamás había sucedido, ya que el ministro es una persona excepcional, que no desatiende a ningún poblador. Pensó que algo extraño ha sucedido con la correspondencia, y le sugirió redactar una nueva carta exponiendo su caso.

El hombre, escribió una tercera carta y la envió. Aguardó otras dos semanas, y al no obtener ninguna respuesta, fue a visitar a su vecino para pedirle un consejo, ya que faltaban solo dos semanas para el desalojo. El vecino se sorprendió muchísimo, y dedujo que algo muy extraño está pasando. Por eso, sugirió al individuo que investigue todo el proceso que atraviesan las cartas que son enviadas al ministro, y seguramente allí, encontrará la respuesta a esta rara cuestión, pues jamás había sucedido algo similar por aquellos lugares.

El sujeto se dirigió al empleado encargado de recibir las cartas para el ministro, y le preguntó que acontece luego con ellas. Le explicó que le son entregadas a un operario que clasifica la correspondencia, separándola por rubros, de acuerdo a las solicitudes. Luego este operario, las entrega a otro, quien realiza un trabajo más selectivo, ordenando cuidadosamente las cartas, para que el ministro pueda recibir paquetes de todas las cuestiones similares juntas, y resolver más rápido los pedidos. Posteriormente, este empleado entrega la correspondencia al secretario del ministro, quien verifica el trabajo hecho por los anteriores operarios, y va entregando por temas, las solicitudes al ministro, para que resuelva que hacer con ellas.

El hombre preguntó: ¿Cómo se llama el secretario del ministro?. Le dijeron: “Alex”. Preguntó: “¿Ese Alex, es un hombre de estatura mediana, obeso, y con una cicatriz en el pómulo izquierdo?”. La respuesta que obtuvo fue afirmativa. En ese momento, este hombre que estaba próximo a ser desalojado injustamente clamó: “¡Ahora entiendo todo!. ¡Ya sé por qué no recibo ninguna respuesta del ministro!. ¡El secretario suyo, es el mismo hombre con el que mantuve un terrible altercado hace mucho tiempo atrás, y nos propinamos mutuamente amenazas y ofensas severísimas, quedando desde ese día totalmente distanciados, odiándonos profundamente, sin que nos volvamos a ver ni saludar!. ¡Ahora comprendo todo!”.

No sabemos a quién vamos a necesitar para que nos ayude, y en que momento, por eso, es necesario realizar un gran esfuerzo, y minimizar las diferencias, para no quedar en situaciones ingratas con nuestro prójimo. De este modo, cuando necesitemos su ayuda, podremos contar con él. Por eso los sabios enseñaron: “No desprecies a ninguna persona, y no creas que alguna cosa es innecesaria, y jamás la necesitarás, (como los cerdos y demás animales impuros que tienen una función en la vida del hombre). (El motivo de no despreciar a las personas es), porque no hay ningún individuo, que no tiene su momento de éxito (al cual cuando eso acontezca, podemos llegar a necesitar)” (Abot 4: 3).

Bibliografía:
R’ David ben Israel
[1] Pirkey Abot
[2] Kli Yakar Vaikrá 11: 4.

2 Comentarios

  1. David Rojas dice:

    Esto confirma lo que dijo Pablo el apóstol: Todo lo que Dios hizo es bueno y nada hay que desechar. Buen artículo con datos intresantes

  2. Aidé Delgado Zamudio dice:

    «Fabuloso» , gracias Juan,
    Desde Durango, te mando un grandioso Shalom!!

Ingresa aquí tus comentarios