Oseas F. Lira

Génesis 4:1 Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: -Por voluntad de Jehová he adquirido varón.

En este capítulo todavía estamos ante muchas cosas que ocurren por primera vez, la primera relación sexual, la primera ofrenda, la primera familia, los primeros oficios, la primera muerte y el primer proceso, etc.

Dios autoriza, aunque no bendice, que Eva quedara embarazada. No parece que se condena a la sexualidad humana, Dios sólo la permite, pero Eva adjudica a Dios el haber tenido un hijo.

Caín significa posesión.

Génesis 4:2 Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra.

Abel significa soplo, resuello. Caín tomó el oficio de su padre. Abel tomó otro rumbo en cuanto a oficio, pero ambos trabajaron, no se quedaron a depender del padre.

Génesis 4:3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.

Tal vez Caín quiso poner el ejemplo por ser el mayor.

Génesis 4:4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo mas gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;

Abel ofreció con fe, con la vista puesta en la voluntad de de Dios como norma suya y en la gloria de Dios como objetivo final; Caín lo hacía sólo por inercia o por salvar el prestigio, no por fe, así su ofrenda resultaba en pecado. Abel actuó con humildad, Caín con altivez, con autoconfianza.

El culto a Dios no es una invención tardía sino una institución primitiva.

El verso dice que Abel trajo “de los primogénitos de sus ovejas”; el problema es que al hablar de la ofrenda de Caín no se menciona que ésta fuera de lo mejor ni de los primeros frutos. Tal vez esto se debía a un problema de actitud de Caín. El versículo 5 dice que Dios “no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya”. Da a entender que Dios no solamente rechazó la ofrenda de Caín, sino que el mismo Caín no le agradó. Tal vez ésta sea de hecho la razón por la que rechazó su ofrenda. Con frecuencia leemos en las Escrituras que Dios abomina los sacrificios, fiestas y aun las oraciones de aquellos que son culpables de grandes pecados y no se han arrepentido de ellos (Isaías 1:10-15). Cuando una persona así hace ofrenda, es como si ofreciese sangre de cerdo. (Isaías 66:3). Dios se dio cuenta de que Caín estaba a punto de permitir que el pecado lo dominara (Génesis 5:7), y que esto fuera manifiesto en sus acciones.

Abel ofreció un mejor sacrificio porque lo ofreció por fe, y por esa fe fue considerado justo (Hebreos 11:4; Mateo 23:35). Los mandamientos de Dios deben haber sido transmitidos por medio de Adán y Eva. Sin duda, Dios les había dado algunas instrucciones para adorarlo, porque si no fuera así, ¿dé donde sacaron Caín y Abel que debían hacerle ofrendas? Abel obedeció, porque tuvo fe.

Génesis 4:5 Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.

Caín se puso furioso, no aceptaba su altivez e hipocresía, fue tanto su odio que vio en su hermano a un enemigo.

El Dios que eligió a su pueblo de entre todos los demás pueblos, ahora elige entre los hombres.

Había algo erróneo en la ofrenda de Caín, él ofreció del fruto de la tierra, pero las ofrendas de frutos o cereales eran perfectamente aceptadas por Dios. De hecho, Dios dijo que esas ofrendas deberían ser quemadas en el altar “por memorial en olor grato a Dios… es cosa santísima, como el sacrificio por el pecado, y como el sacrificio por la culpa.” (Levítico 6:15,17).

El rechazo hizo que Caín sintiera ira y celos. Él no controló sus pasiones, como Dios le había dicho que debía hacer (v. 7), y en lugar de ello mató a su hermano. Más tarde, Dios confrontó a Caín: “Dónde está Abel tu hermano, la voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (v. 10). Cuando se menciona que alguien clama a Dios, por lo general está pidiéndole protección, liberación o venganza. En sentido figurado, la sangre de Abel le estaba clamando a Dios por venganza. Esto lo confirma el hecho de que Caín temía que esta venganza fuera llevada a cabo con él por cualquiera que lo encontrara, y por los comentarios que Dios hace en el versículo 15, en donde habla específicamente de venganza en este contexto. Esto es interesante cuando tenemos en cuenta que en Hebreos 12:24 se nos dice que la sangre de Jesús “habla mejor que la de Abel”. ¿Por qué? Porque la sangre de Abel clama por venganza, que era lo justo y apropiado, pero la sangre de Cristo ofrece misericordia y perdón a todos aquellos que se arrepientan, lo cual es mucho mejor.

Génesis 4:6 Entonces Jehová dijo a Caín: -¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?

Dios intenta razonar con Caín para convencerlo de su error, de su furia y descontento. Intenta frenar  un estado de ánimo y que la corriente de pecado se desboque. Dios se percata incluso de nuestras emociones. Cada quien debe preguntarse: ¿por qué me enfurezco tan pronto?

Génesis 4:7 Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.

Caín no tiene por qué estar enfadado con Dios, quien le pone delante de sí dos opciones: vida y bendición; pero también muerte y maldición.

Génesis 4:8 Y dijo Caín a su hermano Abel: -Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.

De todo el capítulo éste es el versículo más triste, porque encierra tanta maldad en el corazón y en el acto. Increíble que un individuo construya una trampa para matar a su hermano. Aquí hubo premeditación, alevosía y ventaja. De nada sirvieron los consejos de Dios

Caín atrapado en la trampa de los celos da muerte a su hermano. La primera muerte que conoció el hombre fue la de Abel. Su hermano Caín lo mató por envidia, cegado por el odio hacia lo bueno. Caín, podía haber aprendido de su hermano menor, pero quedó tan avariciosamente anulado por el mérito del hermano que decidió asesinarlo con el fin de afirmarse a sí mismo. Fue el deseo de dominio, el no poder soportar algo mejor lo que perdió al primogénito de los primeros padres. Caín fue, después de Satanás, y sobre todo de Adán y Eva, el ejemplo humano de ese querer “ser como Dios”.

La soberbia, el egoísmo, el orgullo, dicen los estudiosos en la materia, son los peores pecados que existen. Y lo son, porque por ellos se perdió de una vez la limitada humanidad y por los mismos sigue en herencia herida, corrompida. La soberbia es el peor pecado del hombre, es ese revestirse con la piel de Lucifer. Es el peor pecado porque el mismo, silenciosamente, alumbrará y dará vida a todos los demás. Aquí, es en donde el hombre se compone de omnipotencia, se yergue hacia su torre de Babel, renegando de su Padre y Creador. Su concupiscencia le arguye a solventar sus deseos a toda costa y por tanto será tentado en su misma persona, si no pone freno, hasta el culmen de sus fuerzas.

Podemos decir que todo odio, reticencia, toda inclinación al mal, toda avaricia, toda envidia… son hijos de ese primer pecado de la soberbia. Con lo cual, toda división, violencia, toda guerra, provienen en esencia de ese pecado.

Adán, el hombre, mira dentro de su alma, Eva, y considera dos actitudes delante de Dios: Caín y Abel. Caín es el hombre moral o de religión, que se justifica por las obras que hace con sus esfuerzos y razonamientos, y por las buenas acciones de su vida que alegóricamente son los frutos de haber labrado su tierra-alma. Sin embargo, Abel es un hombre que sabe que no tiene nada que no le haya dado Dios y que al igual que en el evangelio se relata sobre aquel hombre que se golpeaba el pecho ante el muro del templo, y pedía que Dios fuere propicio con él, reconociéndose pecador. El otro del muro decía: Gracias Dios porque no soy como los otros hombres… y se consideraba justo. (Lucas 18:13). Abel era pastor de ovejas, o sea que predicaba la Palabra de Dios, y ofrece a Dios la mas gorda porque sabe que no es fruto suyo sino de Dios. Es decir, que le da las gracias a Dios porque le ha dado fe a una persona y se ha convertido del mundo a Dios, y pone su vida por esta persona ante Dios.

Génesis 4:9 Y Jehová dijo a Caín: -¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: -No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?

¿Dónde estás?, fue la pregunta que Dios prorrumpió a Caín después de que éste hubiese matado a su hermano. Después de que Adán, incitado por Eva, hubiese comido del árbol prohibido la pregunta había sido la misma: ¿Dónde estás tú? El pecado en todas sus formas suscitará la misma pregunta siempre: ¿Dónde estás? Ahora, después del pecado, el hombre ya no se sentirá el superhombre alentador de Nietzsche. Ahora es un niño desvalido y huidizo, consciente de lo que ha hecho, consciente, le guste o no, esté arrepentido o no lo esté, de su culpa. Pero incluso para sentir la culpa, se hace meritorio un grado de humildad que dé luz a la conciencia. Luz necesaria para que en el filo del amargado espejo sepa el ser humano reconocerla. De lo contrario, el hombre hará de su vida, como la de Caín, un destierro insoportable, un hálito vital enfermizo y desértico. Comprobará angustiado que sus solas fuerzas son incapaces de darle el sustento y el consuelo necesarios en las horas de tormenta. Sobre todo en la hora de la muerte.

El matar a Dios de uno mismo, el no reconocerse como Hijo de Dios por pura rebeldía y el tentar a la peor parte humana, ya asemeja la peor muerte del hombre: su misma desesperación. Cuando algún tormento o dolor infranqueable lo estremezca de su anestesiada existencia se oirá de nuevo la ensordecedora pregunta: ¿Dónde estás?

Génesis 4:10 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.

Génesis 4:11 Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.

Génesis 4:12 Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la Tierra.

La tierra ya maldecida con Adán, vuelve ahora a recibir otra maldición de parte de Dios, a causa del pecado del hombre.

Génesis 4:13 Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.

El asesino se arrepiente fuera de tiempo. En él hay dolor, así como en otro momento lo hubo en Adán y Eva cuando fueron expulsados del huerto. Caín, sufre en carne propia –más bien en su espíritu– los efectos del pecado, tales como: Pérdida de la comunión con Dios; pérdida de la inocencia; amargura del alma; Soledad: sentimiento de desamparo; terror; angustia; culpa (por conciencia del pecado); pérdida de la libertad espiritual; sumisión, en la mujer; fatiga mental; vergüenza; fe flaca; se acentúa la conciencia de su responsabilidad; dolor; frustración; se pierde la vida eterna;

Génesis 4:14 He aquí me echas hoy de la Tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la Tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.

Caín partió y fue al oriente a la tierra de Nod. Puesto que este nombre significa “vagabundo” o “errante”, tal vez no sea ninguna indicación geográfica. Y también vemos que se menciona la esposa de Caín, quien pudo haber sido una de sus hermanas. “Los problemas asociados con el incesto, que se mencionan en Levítico 18, no debieron presentarse cuando todo el ancestro genético era puro y no se había contaminado” Ahora el incesto, tal como lo define Dios en Levítico 18, es pecado.

Génesis 4:15 Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.

Dios guarda a Caín porque sabe que el hombre cuando está en la actitud de un “Caín” todavía tiene tiempo para arrepentirse y convertirse en un “Abel o un Set”.

El Señor puso señal en Caín porque sabía que habría esperanza en que el hombre cambiase de actitud.

Abel, el protegido de Dios, fue un pastor; es decir, un nómada. Caín pasa por ser el fundador de la agricultura, y por tanto de la cultura sedentaria. El uno y el otro representan dos modos diferentes de vida, entre los cuales Jehová maldijo a Caín y toda su descendencia. Jehová había rechazado las primicias que le ofreció el agricultor Caín, mientras aceptaba las ofrendadas de Abel. Pero Abel no era un ganadero, sino simplemente un nómada que había abandonado la caza por la razzia, prolongando la tradición mesolítica en el seno de la nueva cultura nacida de la revolución neolítica, rechazando los nuevos modos de vida. La muerte de Abel en manos de Caín es, así, una “repetición” del episodio del pecado de sus padres. El pecado de Adán condenaba al hombre a la historia. El pecado de Caín le condena a vivir esta historia en la ciudad -el lugar en donde se hace la historia. La ciudad es la consecuencia directa del asesinato de Abel y del rechazo de Caín a recibir la protección de Dios.

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