LupaProtestante

CUESTIÓN DE ESTADÍSTICA

Joana Ortega Raya, España

Suena el teléfono:

-Diga…

-Buenos días, soy fulana de tal y la llamo de la empresa cual porque estamos haciendo una estadística de la opinión de los ciudadanos catalanes sobre el debate político. ¿Sería tan amable de responderme algunas preguntas? No le robaré mucho tiempo.

-Claro, con mucho gusto.

La amable señora o señorita que estaba al otro lado del teléfono me hizo toda una serie de preguntas en torno a mi parecer sobre los temas tratados en dicho debate, los políticos y sus intervenciones, el futuro de la sociedad catalana, etc.

Una vez que hube respondido le llegó el turno a un grupo de cuestiones de carácter, digamos que, curricular: cuantos años tiene, tiene pareja estable, ha nacido en Catalunya, nivel de estudios, renta, etc. Pero hubieron tres preguntas que me dejaron más que pensativa cuando colgué el teléfono:

-¿Es Vd. creyente, no creyente, o agnóstica?

-Soy creyente.

-¿Católica practicante o no practicante?

-No, es que yo no soy católica.

-Ah, vale, otras religiones.

-¿Practicante o no practicante?.

-Practicante.

Cuando colgué el teléfono pensé: Bueno, tu le dices a una persona que eres creyente e inmeditamente asume que eres católica y si dices que no lo eres, simplemente te meten en el saco de «otras religiones», así, sin más, como si las minorías no tuviéramos derecho a una determinada especificación identitaria que nos sitúe exactamente en la expresión cultural, política o religiosa a la que pertenecemos o con la que nos identificamos. Y esto en una sociedad que presume de multiculturalismo, multietnicidad, pluralidad, respeto, reconocimiento de otras realidades, etc., etc.

Después de este episodio he llegado a la conclusión de que la España católica, como los viejos rockeros, nunca muere, y de que ya es hora de que las minorías reclamemos nuestro derecho a ser y a estar en igualdad de condiciones en la sociedad que nos ha tocado vivir. Ha llegado el momento de denunciar la tiranía de las mayorías como una lacra que invisibiliza a muchas personas y muchas y diferentes creencias, y a defender el valor de esas minorías como una posible alternativa para construir un mundo mejor en el que la pluralidad se reconoce como una riqueza y como una oportunidad para ejercer y respetar la libertad de expresión. No siempre la mayoria tiene razón.

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