Oseas F. Lira

El título que da coherencia a todo el cuadernillo de Escuela Sabática es: “El milagro de la vida”. En este título se cobija la lección 3 para este sábado 19, sobre la creación de la mujer.

La creación de la mujer aparece ya en el primer relato de la Creación. Gén. 1:27 dice “varón y hembra los creó.” En este verso sólo se habla de dos seres diferentes: varón y hembra. Los detalles de cómo fue creada la mujer aparecen hasta Gén. 2:22: “de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer.” La versión moderna de la Biblia no dice costilla sino “costado”.

Génesis 2: 18 dice: “No es bueno que el hombre este solo, le haré ayuda idónea.” Cuando Dios dijo que crearía a la mujer, específicamente le llamó “ayuda idónea”, esto quiere decir que la mujer está capacitada o tiene suficientes aptitudes para algo.

Ayuda

Si al ayudar a alguien a mover un mueble cada uno tira para un lado distinto, el mueble no llegará muy lejos. Cuando la mujer ayuda a su esposo, une sus fuerzas a las fuerzas de él para lograr un mismo propósito. En el matrimonio, una de las metas esenciales es educar a los hijos y ayudarles a desarrollar todo el potencial que tienen, para conseguir esto, los dos en el matrimonio deben tirar para el mismo lado. Darle prioridad a la relación en el matrimonio beneficia a los hijos, si ellos ven que los padres tienen una relación estable de amor, respeto y amistad, les fortalece la confianza y felicidad, pero cuando perciben tensión entre los padres, les hace sentir que su mundo flaquea, que comienza a derrumbarse.

Idóneo

La palabra idónea es un adjetivo que indica algo bueno de un sustantivo. Por ej. podemos hablar de un lugar idóneo, como el lugar ideal, como el mejor lugar, por ejemplo para ir a acampar, para construir una casa o una ciudad.

Sinónimo de idóneo es apto, capaz, competente, diestro, dispuesto, hábil, perito, con el talento adecuado, útil, apropiado, cómodo, conforme, conveniente, favorable, provechoso.

Antónimo: Incapaz, inútil, inepto.

Idónea en hebreo es ‘azar’, que significa: alguien que ayuda segun la necesidad, que da apoyo y respaldo. Implica: apoyo, ayuda, comprensión.

¿En qué iban a ser ayuda idónea la mujer del hombre y el hombre hacia la mujer?, en esto:

• Cuidar que la relación del otro con Dios no se rompiera.
• Cuidar la Creación. Implica el trabajo (labrar el huerto) y sostener su continuidad o recreación a través de la reproducción.
• Para ayudarse a alabar a Dios, porque este fue uno más de los propósitos por los que ambos fueron creados.
• Ayudar a solucionar los problemas de la pareja y de los demás seres humanos que surgieran (Salmo 146).
• Hoy día –además– ayudar a que la pareja alcance su salvación.

Desafortunadamente, uno fue el objetivo de Dios y otro fue el resultado. Dios planeó hacer una ayuda idónea, pero Eva rápidamente se encargó de echar por tierra esa intención, en lugar de ser ayuda idónea se convirtió en estorbo ideal, en generadora de fracaso por culpa de la serpiente. Dios quiso que Eva fuera una cosa y aún hoy día muchas mujeres se empeñan en ser lo contrario, ésta es la mujer de la que habla Salomón en Proverbios, la mujer necia.

Eva era la mejor mujer para el mejor hombre. Ambos eran la ayuda idónea de su pareja.

Eva era lo mejor que pudo encontrar el hombre, de hecho no había nada mejor en toda la creación. Adán sólo veía animales.

La expresión “No está bien que el hombre esté solo” trata de solucionar la situación de soledad del hombre, caracterizada negativamente. Para conseguirlo se adopta en primer lugar el camino de crear los animales y presentárselos al hombre, probablemente Dios quiere hacerlo partícipe del proceso de Creación, pero también para que se conscientizara, para que viera con sus propios ojos que los animales tenían con quién compartir dentro de su misma especie en tanto que él se veía sólo diferente y solo.

¿Cómo surge la necesidad de crear a la mujer? ¿Cuál era el vacío que había que llenar para que Dios decidiera que debía crear a la mujer? La respuesta es: porque el hombre estaba solo. Adán no tenía compañía, no tenía complemento, no tenía alguien semejante a él que supliera lo que le faltaba, por este motivo es que se crea a la mujer.

¿Y para qué fue creada la mujer? Para que el hombre no estuviera solo. De aquí entendemos que la mujer fue dada al hombre como compañía, fue creada para ser compañera del hombre. Dios le confirió el título de ayuda idónea, ayuda ideal, porque en opinión de Dios –su creador– la mujer tiene todas las capacidades para ser compañera idónea. Es decir, de acuerdo con su origen, la mujer está dotada por Dios de todas las capacidades para ayudar, confortar, animar, no solo al hombre como esposo, sino a todos aquellos seres humanos que la rodean.

Algo lo diferencia de los animales. En el ser humano se unen la arcilla con el aliento de Dios. Por eso la relación del hombre con los animales no puede ser igualitaria, el hombre puede poner nombre a los animales porque, por el aliento divino con el que ha sido formado, participa del dominio de Dios sobre la creación. En el poner nombre a los animales podemos descubrir un reflejo de aquella palabra de Dios que, nombrando, crea las cosas en Génesis 1. El hombre domina la creación a imagen de Dios, pero todavía no ha encontrado la compañera que le corresponde y necesita. Entonces Dios formará a alguien como el hombre tomando como punto de partida ahora el propio cuerpo del hombre. La mujer es creada de la misma materia del hombre, arcilla con aliento divino. Génesis 1:27 sugiere que varón y hembra fueron creados en el mismo momento. El resultado es extraordinario: el hombre se reconoce en ella y le da su propio nombre.

Eva era bonita en todo, porque Dios mismo la hizo. Era cariñosa, inteligente, paciente, bonita, de apariencia física agradable, etc. También era inocente, y de eso se aprovechó la serpiente para hacerla como hasta hoy son algunas mujeres; bueno, quizá menos mala que algunas de hoy.

No se debe interpretar el hecho de llamarla mujer en el mismo sentido en que anteriormente el hombre puso nombre a los animales. La traducción española nos oculta el juego de las palabras del original hebreo, en el que hombre (is) y mujer (issah) son la misma palabra con distinto género (Algunas traducciones, para salvaguardar el efecto sonoro ponen hembra en vez de mujer, pero se pierde mucho de elegancia). El hombre no ha puesto nombre a la mujer, sino que ha reconocido en ella su propio nombre, su propio ser salido de la boca de Dios. Es más, antes que el hombre dijera una palabra sobre ella ya había sido mencionada como mujer por Dios en el relato. El hombre no pudo poner a la mujer el hombre que él quiso, ya que tendría que reconocer en ella su propio nombre, ya anteriormente pronunciado por Dios: hembra, mujer. No podemos pasar por alto la sugerencia profunda de este hecho: mirando a la mujer el hombre descubre el plan original de Dios, su designio hecho hueso de sus huesos y carne de su carne. El reconocimiento derivó en relación y unión, una unión que va más allá de la carne y sangre (por eso ambos deben dejar padre y madre).

El relato pone de manifiesto la igualdad en dignidad de hombre y mujer, ya que cada uno de ellos reúne en sí lo creado (arcilla) con la llamada a la unión con Dios (aliento divino) y al mismo tiempo la reciprocidad que orienta a cada uno hacia el otro en busca de una unidad total.

Pablo ejemplifica no el valor sino el tipo de relación que debe haber entre marido y mujer haciendo la comparación de la relación de Cristo con la Iglesia, dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia.” Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpo suyo que es.

Amar a la mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.

En la Biblia no habría una justificación teológica de la sumisión de la mujer al marido porque la mujer es pensada por Dios como ayuda, y la palabra ayuda no implica dar órdenes ni implica obediencia.

El sometimiento de la mujer era algo aceptado y normal en el siglo I. Lo que no resulta tan aceptado y normal es que ese sometimiento pueda generalizarse, eso hace la primera frase del texto: “Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano”. Si todos deben ser sumisos con todos tendremos que darnos cuenta de que la sumisión no puede ser ya algo que coloque a unos por encima de otros, más bien implica el pedir a todos respeto respecto a todos.

En la relación entre hombre y mujer hay una referencia a la obra de Dios que desborda todo intento de comprensión total. La relación hombre-mujer podrá revestir formas distintas, pero siempre estará impregnada por la huella del amor de Dios. A pesar de los defectos y fallos que pueda tener la configuración social concreta de la relación de pareja, siempre podrá haber en ella un rastro de Dios, y la relación de pareja será tanto más auténtica cuanto más se transparente a través de ella un amor entregado como el que Dios nos ha dado en Cristo. Con esta base no es casual que sea en países de tradición cristiana donde la mujer haya logrado históricamente mayores cotas de igualdad con el hombre.

La diferencia de sexos es una realidad querida por Dios y buena.

Hombre y mujer, siendo distintos, son iguales en su dignidad, personalidad y respectividad. Ambos reflejan la infinita perfección de Dios. Hombre y mujer están hechos el uno para el otro, han sido creados para la comunión y en la comunión del matrimonio son cooperadores de la obra de Dios siendo transmisores de la vida.

No se trata de que el hombre y la mujer vivan separados y por lo tanto incompletos, están hechos el uno para el otro.

La mujer sólo es reflejo del varón. Es como la ha hecho el varón.

La tradición oral judía dice que el hombre traía a la mujer pegada a su propio cuerpo, como una joroba.

A veces la gente del mundo trata mejor a su pareja que el creyente.

Como que Dios repartió los sentimientos.

La mujer menospreciada en su casa desea casarse para ser amada, valorada y respetada.

El que no ha hallado esposa, aunque la tenga en casa, aún no encuentra la benevolencia de Dios. (Proverbios 18:22)

Adán puso nombres a los animales para ver los pros y contras de los seres creados y darse cuenta que entre los animales no había alguien como él.

De la costilla para que le doliera, para que no olvidara que son de la misma esencia.

Para Adán, la expresión “hueso de mis huesos” significaba que él veía que ella era idéntica a él, que valía lo mismo que ella.

Si en un matrimonio él es ingeniero y ella sirvienta, el trato debe ser digno, de igualdad y de respeto mutuo. Dentro del hogar el ingeniero no es tal sino simplemente esposo.

Dejar padre y madre implica dejar el Yo y pensar en el Nosotros.

¿Cómo puede la mujer mostrar a su marido ese apoyo y deseo de ser su “ayuda idónea”?

1. Saca tiempo para conversar y orar con él, sé su amiga. Hay matrimonios que se van distanciando casi sin darse cuenta, y dejan de hablar, orar y compartir sus sueños. No deje que ocurra eso.
2. Llega a un acuerdo sobre la disciplina de los niños y así se te hará fácil mostrar apoyo a tu marido en esta área tan importante donde la unidad de los padres es esencial.
3. Salgan de vez en cuando solitos. Busquen actividades que les gusten a ambos como ir al cine, salir a caminar, tomar helados, ver jugar beisbol, así cuando los niños crezcan y vayan a la universidad o se casen, no se encontrarán acompañados por un extraño a quien no conocen.
4. Ríete con tu pareja. Hazle chistes y ríete de los chistes que él te haga. No hay nada más relajante y romántico que reírse con el ser amado.
5. Apóyense y anímense en sus sueños. Mujer, sé su admiradora ferviente, confía en él como líder de la familia y como proveedor.
6. Deja las quejas y acusaciones. Hasta donde sea posible, sé una persona animosa.
7. Recuerda siempre por qué te casaste con él o con ella, lo que te atrajo de tu pareja, sus cualidades. No te dejes cegar por los defectos que ahora ves en él o ella.

Fábula de la creación de la mujer

¿Por qué las mujeres son así? Ésta es una fábula de cómo fue creada la mujer, la historia tiene un poco de verdad.

Cuenta una leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos que empleó para crear el hombre, no tenía más de qué disponer. Ante este dilema tras profunda meditación, hizo lo siguiente:

Tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve. Mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dio al hombre. Después de una semana vino el hombre y le dijo:

–Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesablemente, llora sin motivo, se divierte en hacerme sufrir así que vengo a devolvértela porque ya no la soporto, ya no puedo vivir con ella, me hace imposible la vida.

Entonces Dios le recogió a la mujer. Pasó otra semana, volvió el hombre con Dios y le dijo: “Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al tacto, mientras ella estaba conmigo en el hogar había limpieza y éste lucía bello. Devuélvemela, porque no puedo vivir sin ella.

Dios sonrió y se la devolvió.

Fábula de la mujer que valía media vaca

En cierto pueblo existía la costumbre de que cuando un hombre pedía a una mujer para esposa tenía que pagar al suegro con una vaca.

Una vez un joven de ese pueblo le dijo a su padre que si le podía pedir para esposa a una chica. El padre accedió y fueron a hacer la petición, pero al ver a la chica el padre le dijo a su hijo que se retiraran de la casa porque esa mujer, tan fea físicamente, no valía ni media vaca.

El hijo, desconsolado, decidió trabajar y ahorrar para pagar él solo la cuenta. Y ahorró tanto que no dio una vaca sino lo que él sentía que valía aquella joven, así que entregó al suegro siete vacas. El suegro, entusiasmado, no dudó en entregar a su hija a tan singular joven que había valorado muy alto a su querida hija.

Los jóvenes esposos se fueron a vivir aparte y, pasado el tiempo, el hijo recibió la visita de su padre. El hijo quiso mostrarle al padre el estado en que se encontraba la casa: aseada, arreglada y en paz; los hijos estaban bien educados y su joven esposa lo prodigaba con atenciones y cuidados cariñosos. Cuando el padre vio todo esto no dudó en comentar: “hijo, me parece que tu esposa es una gran mujer, ella no vale una vaca sino muy bien vale hasta siete vacas.” El hijo contestó: “Padre, ese es el costo que yo quise pagar por ella.” El valor de la pareja depende del valor que le dé su consorte.

Desafortunadamente hay mujeres que con su proceder hacen que el marido no les dé el valor ni de media vaca. Pero cuando una mujer se siente valorada ella duplica o triplica su valor; su valor dependerá del valor que le dé su esposo.

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