LupaProtestante

Testimonio cristiano y sociedad

Victor Hernández

Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.
Hechos de los Apóstoles 6, 8–15.

El texto de ésta mañana, en el libro de los Hechos, nos presenta el testimonio de Esteban y nos introduce a las consecuencias de ese testimonio en el mundo judío de Jerusalén. Es un texto que nos muestra una situación de testimonio que entra en conflicto con la sociedad, con varios grupos que rechazan ese testimonio. El testimonio de Esteban, por tanto, entra en choque frontal con otros modos de pensar y otros modos de hacer las cosas, es un testimonio que choca con los sistemas socio–religiosos de su tiempo.

Pero aquí hemos de preguntarnos ¿qué entendemos por testimonio?, ¿en qué consiste ese testimonio de Esteban que genera tanto conflicto y da lugar a un rechazo y odio tales que terminan con la misma ejecución de Esteban? Parece que no es tan simple comprender el significado de “testimonio”, porque en el caso de Esteban el testimonio genera fuertes conflictos y acaba con su vida. En la actualidad, en el ámbito evangélico o protestante, la palabra “testimonio” se suele referir a dar “ejemplo de una vida piadosa” o, sobre todo, suele asociarse con la idea (en negativo) de “no dar ejemplos escandalosos”.

Esto es la herencia de los movimientos pietistas (en Europa, los movimientos pietistas se dan, sobre todo entre los siglos XVII y XVIII y en Norteamérica hay movimientos pietistas importantes entre los siglos XIX y XX), que enfatizan el ejemplo de vida moral centrado en las abstinencias o el rigor moral, frente a los cambios de vida en las sociedades que se industrializaban y producían cambios sociales en la vida de la gente. En este contexto y ante dicha herencia pietista, el testimonio consiste en “dar ejemplo” y en “no contaminarse con el mundo”. Se tiene que marcar una separación con los demás y se tiene que dar una relación preferente con “los de adentro”. En éste sentido, el testimonio de Esteban es otra cosa, no se habla de lo mismo, porque Esteban es judío y sus contrincantes también. Esteban es un judío helenista (o griego) y los que se “levantan” contra Esteban son también judíos helenistas (de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia). No se trata de una separación con los demás y tampoco se trata de una situación en la cual Esteban muestre un comportamiento de abstinencia o distinción moral con los demás. No es la separación “con los del mundo”, como se dice en nuestros círculos evangélicos.

Entonces ¿qué significa dar testimonio? La palabra testimonio, en griego, es “martyreo” y es la misma palabra de donde proviene la palabra “mártir”. Un mártir es un “testigo” que se mantiene fiel a su testimonio hasta el final, incluso hasta la muerte. El mártir no es una persona que se define por su muerte y tampoco por su apego al sufrimiento, sino que el mártir se define por su manera de vivir, por la fuerza de sus convicciones y por la fidelidad en vida a esas creencias.

Veremos más adelante que Esteban será ejecutado por causa de su testimonio y por eso se le considera el primer mártir de la fe cristiana. Pero en realidad Esteban es un testigo (martys=mártir) como otros discípulos son también testigos. Y lo son por su vida, por lo que hacen y cómo viven. Por tanto, el testimonio no consiste en el gusto por los sufrimientos ni la búsqueda del sacrificio a modo de víctimas. No, el testimonio de Esteban es otra cosa.

Así pues ¿en qué consiste el testimonio de Esteban? Pues consiste en hacer lo mismo que hacía Jesús. Hay una identificación entre Esteban y Jesús: veremos que será acusado falsamente por sus enemigos (que eran sus “compas” o “paisanos”, judíos helenistas como él), del mismo modo que Jesús es acusado y enjuiciado con falsos testigos (pagados para que mintieran). Esta similitud con Jesús se refleja en la especie de “transfiguración” de Esteban, que es visto como un ángel y que al morir dirá palabras parecidas a las de Jesús en la cruz, poco antes de morir. Es un parecido digno de tener en cuenta, entre Esteban y el Jesús que fue crucificado.

El testimonio de Esteban, decíamos, consiste en hacer lo mismo que Jesús… pero ¿qué hacía Jesús? Pedro ya lo dijo el día de Pentecostés: Jesús fue un hombre a quien Dios acreditó ante todos haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales (Hch 2,22). Jesús vivió dando este testimonio: que la gracia del Padre ha otorgado el perdón y con ello otorga una vida de plenitud. Se ha terminado el sistema de los méritos y de los controles de la vida para “ganarse la salvación”. El Padre de Jesús nos perdona y podemos vivir sin condenación alguna. Y este anuncio se manifiesta en el poder liberador de Dios, en las curaciones y en los milagros que realiza Jesús, como señales de la llegada del Reino, como inicio de un mundo nuevo, un mundo lleno de la presencia de Dios.

Y ese es el testimonio que terminó en un fracaso rotundo, en una ejecución rápida y ejemplar del Jesús que anunciaba y mostraba al Padre de misericordia. Pero hay otro testimonio que se hace presente allí mismo en Jerusalén, que es el testimonio de los apóstoles, el testimonio de muchos discípulos, mujeres y hombres que dan testimonio de la resurrección de Jesús, del mismo que fue crucificado. Ese testimonio da cuenta del triunfo de la vida nueva, la vida resucitada en Jesús. Y este testimonio se hace en el poder del Espíritu Santo.

El testimonio de Esteban, por tanto, consiste en hacer lo mismo que Jesús: es el anuncio del perdón del Padre y la experiencia de vivir en la gracia de Dios. El testimonio de Esteban consiste en una vida con respecto a los demás, en formas de relacionarse en las que se manifiesta el poder transformador del perdón de Dios, el poder de la resurrección: para nosotros hoy, ese testimonio de Esteban nos indica que en medio de las divisiones y las luchas guerreras que se dan en muchos ámbitos de la vida cotidiana, es posible una actitud nueva, con relaciones de solidaridad y reconciliación; en medio de competencias egoístas y de cinismos que empujan al individualismo, son posibles otras actitudes y conductas, que empujen a caminar con los débiles y con los excluidos de la sociedad, sin que se les exijan condiciones o requisitos previos; en medio de situaciones donde prevalece la deconfianza y el repliegue defensivo (como se dice hoy: frente a las hordas de “bárbaros que amenazan” y ante el crecimiento de las xenofobias), es posible una actitud de acercamiento y hermandad, desde la pequeñez y la sencillez de una vida agradecida al Dios de la vida.

El testimonio de Esteban es el testimonio del poder de la vida resucitada. Es el testimonio de ese perdón total e ilimitado que anunciaba Jesús y que fue rechazado por medio de la cruz, con la crucifixión de Jesús. Es el testimonio de que era verdad el anuncio de Jesús, de que ciertamente Dios ha llegado en Jesús y en él nos ha perdonado totalmente. Es verdad que ya no hace falta un sistema de méritos y castigos, que no se requiere un sistema de separación entre buenos y malos, entre quienes se merecen la salvación y quienes no, entre quienes son puros y quienes están sucios o contaminados. Es verdad que Dios está en medio de todos quienes abrazan ese perdón y se dejan llevar por los efectos de esa gracia derramada en abundancia.

El testimonio de Esteban es la vida nueva que le empuja a compartir la alegría de la buena nueva, el gozo del perdón que reconcilia. La vida que es un empuje de renovación, un viento que refresca la vida, que otorga nuevas esperanzas para la vida en relación con los demás. Por eso en
la comunidad se comparten los bienes y se comparte la mesa de manera común, por eso en la comunidad se crece en la interdependencia y se llaman hermanos entre sí, porque se pueden reconciliar y saber que siempre tenemos una deuda de amor los unos con los otros, pues esa deuda es el mandamiento de “amarse unos a otros”, porque Dios nos amó primero.

Ese es el testimonio de Esteban que genera oposición, conflicto, rechazo. Primero en una discusión con otros judíos, helenistas como Esteban. Es decir, se trataba de judíos que tenían experiencias similares a las de Esteban: también eran de habla griega y conocían otras culturas y costumbres, también sabían que hay diferencias más allá de las fronteras de Palestina. Pero eran judíos que tenían una mentalidad muy estricta para lo judío, eran gente que no aceptaba el testimonio de Esteban, es decir el testimonio sobre el Jesús resucitado. Ocurre muchas veces, que en los ámbitos marginales, en donde puede crecer la diferencia, la gente se radicaliza adoptando posiciones rígidas: son “más papistas que el Papa”, o “más calvinistas que Calvino”. Ocurre que hay gente que defiende los sistemas y sus creencias con mucha rabia, con rabia guerrera. Hay gente que se posiciona como perro guardián de ciertas tradiciones o ciertas creencias. Hay gente que se mete en las cruzadas contra los herejes o contra los heterodoxos. Y así fue que los judíos helenistas que se enfrentan a Esteban, son quienes lo llevaran a juicio y a la muerte, porque no aceptan su testimonio. Tal vez ocurría que en su experiencia migratoria se refugiaron en sus creencias y tradiciones judías de tal manera que no podían tolerar nada nuevo o diferente, tal vez se encerraron en una identidad tan rígida que ya no son capaces de reconocer que Esteban es también su hermano, es también uno como ellos.

Se da una discusión, es cierto, pero es una discusión en la que no logran vencerle. No es un diálogo, sino una discusión para vencerle y no lo logran (“no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”). Es lo que pasa cuando la gente se encierra y se niega a dialogar, cuando no hay disponibilidad para que pueda surgir la comprensión o la tolerancia. Es cuando el otro deja de ser un hermano o un prójimo y se le designa como “otro”, “amenaza”, “peligro”, como enemigo.

Y, entonces, estos judíos helenistas deciden hacer lo mismo que hizo Caín con su hermano Abel: lo conducen a la muerte, lo encierran en la mentira y lo matan. Porque lo que hacen es divulgar una teoría de la conspiración, un discurso paranoico contra Esteban. Se parece a los discursos de xenofobia que actualmente se diseminan contra los inmigrantes o contra las personas venidas de Oriente, cuando se diseminan las teorías de seguridad contra el terrorismo, que siembran el miedo y propician actitudes defensivas y guerreras. Pues del mismo modo, estos judíos hermanos de Esteban, lo acusan pagando para que sea condenado y ejecutado.

El texto dice que su rostro era como el de un ángel. Viene luego un discurso largo, pero en 7,54 continúa el relato que habla de una transfiguración de Esteban. Es como si el texto nos dijera que Esteban no es de éste mundo, que hay algo en él que es de otro mundo, de otra realidad. Es porque en Esteban está Dios, está esa vida nueva del Jesús resucitado, es porque su testimonio es la señal de que Dios habita en medio nuestro, de que Dios está presente en el Jesús de la cruz y en su resurrección.

Víctor Hernández Ramírez. Església Evangèlica Betlem, Clot, Barcelona.
19 de agosto de 2007. Tiempo de la iglesia, tiempo de misión.

Ingresa aquí tus comentarios