La importancia de este libro ha sido quitar el prejuicio de los comunistas y el miedo de los creyentes” afirmó el teólogo brasileño Frei Betto, en el acto conmemorativo, celebrado ayer en esta capital, con motivo del aniversario 25 de la publicación de Fidel y la religión y el 20 del histórico encuentro entre un grupo de líderes cristianos cubanos y el máximo dirigente de la Revolución cubana.

José Aurelio Paz
ALC. La Habana, miércoles, 31 de marzo de 2010

Se trata de un texto “que ayuda a comprender que muchas veces todos nosotros estamos luchando por valores bíblicos, evangélicos, humanistas, valores de justicia, de garantizarle a la gente una vida digna; esos valores universales a los que la fe da un determinado sentido religioso. Yo siempre lo he dicho, Jesús no vino a descubrir nada, vino a develar, que significa quitar el velo, para ayudarnos a comprender el sentido de estas cosas”, puntualizó en su discurso, en el cual relató cómo se dieron las circunstancias y condiciones de las cuales salió la trascendente entrevista que ha sido traducida a más de 23 idiomas en 32 países y cómo el mismo ha acompañado otros procesos en América Latina.

“Un libro que ayudó a reflexionar entre hombres y mujeres de buena voluntad, que están comprometidos con un mundo de justicia, (…) que tenemos mucho más en común de los que nuestras catequesis equivocadas, nuestra arrogancia clerical, nuestra óptica fundamentalista, llega a comprender y, entonces, tenemos que agradecer, en primer lugar, a Dios por esta oportunidad de poder haber prestado este servicio y a Fidel, de manera muy afectuosa y muy especial, por la confianza que depositó en mí.”

Y culminó su intervención diciendo: “Yo quiero reconocer que Cuba, para mí, es un país evangélico, que esta Isla encierra la propuesta fundamental de Jesús: ‘Yo he venido para que todos tengan vida y vida en plenitud’.”

El acto, celebrado en el Memorial José Martí, en la histórica Plaza de la Revolución, contó con la presencia del presidente Raúl Castro Ruz; Esteban Lazo Hernández, miembro del Buró Político y vicepresidente del Consejo de Estado; Ricardo Alarcón de Quesada, presidente del Parlamento cubano y el Ministro de Cultura Abel Prieto, entre otro grupo importante de personalidades de la política y la cultura del país.

También se encontraban más de 150 representantes de iglesias, movimientos ecuménicos y asociaciones fraternales, y dentro de ellos unos 70 líderes históricos, muchos iniciadores de aquel memorable diálogo entre Fidel y un grupo de personalidades religiosas.

Por este último hizo uso de la palabra el pastor bautista y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, el reverendo Raúl Suárez, quien realizó un recuento de todo ese fenómeno de entendimiento entre Estado e Iglesia, el papel protagónico de la máxima figura de la Revolución cubana en ese proceso con su “significativo ejemplo de honestidad y pasión por la unidad”, cuando “Fidel encontró en el movimiento ecuménico cubano un legado de hombres y mujeres que, a causa de su fe y sobre una fuerte base bíblico-teológica, no solo habían abrazado a la Revolución, sino que, también, como pueblo, optaron por el socialismo y, en ese esfuerzo de unidad, se fueron creando, paso a paso, encuentros de verdadera cubanía y patriotismo.”

Se refirió, además, a cómo el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba eliminó todo vestigio de discriminación religiosa en sus filas con la modificación de sus estatutos y la defensa de un Estado laico. Y puntualizó: “Las iglesias cubanas no solo tenemos ahora la garantía de la voluntad política, sino la garantía jurídica y constitucional.” Y entregó a Raúl una carta destinada a Fidel, donde figuras históricas del ecumenismo le patentizan su afecto y su respeto.

A nombre del Consejo de Iglesias de Cuba su presidente, el reverendo Marcial Miguel Hernández, entregó a Raúl una Biblia y una placa de reconocimiento para Fidel por el apoyo permanente a las iglesias cubanas.

En las palabras centrales la licenciada Caridad Diego Bello, jefa de la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido, agradeció a Betto la posibilidad de contar con tan significativo libro y su permanente solidaridad con Cuba, hizo un recuento de las acciones solidarias de las iglesias cubanas con la Revolución a través de todos estos años, del sentido esperanzador que se avizora en las relaciones Iglesia-Estado y del importante grupo de personalidades religiosas que han visitado la Isla como parte de los intercambios.

Diego se refirió a que un exponente por excelencia de esas buenas relaciones ha sido el empeño del “movimiento ecuménico cubano enfrentando, desde sus doctrinas y sus liturgias, el intento de organizaciones sectarias y de movimientos independientes distantes de la idiosincrasia del creyente cubano, que han querido introducir en el país.”

También se refirió al “profundo contenido ético de Fidel y “la transparencia y trascendencia” en su pensamiento de grandes hombres como Félix Varela y José Martí, y citó la vez en que, en Jamaica, el máximo líder manifestó que en ningún momento la Revolución cubana estaba inspirada en sentimientos anti-religiosos, porque “nosotros partíamos de la más profunda convicción de que no tenía que existir contradicción entre revolución social y las ideas religiosas de la población.”

Aspecto que, luego, clarificara en la entrevista concedida a Betto, cuando señaló la necesidad de la unidad de todos los cubanos y las cubanas, independientemente de su credo religioso o su convicción filosófica, cuando todo está determinado por la actitud que se tome de ser opio defendiendo a los opresores o remedio milagroso estando del lado de los oprimidos y los explotados.

Y concluyó la dirigente expresando: “A lo largo de todos estos años se han derrumbado barreras y han crecido la confianza mutua en las relaciones (…) Hemos recorrido un gran camino, pero aún nos queda mucho por andar.”

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