Juan Stam

Cuando nosotros oramos Dios se complace,
todos los ángeles se callan,
y el cielo entero huele a perfume

El análisis de este pasaje, y sobre todo la visualización de su pequeño y sencillo drama, deja muy clara la razón de la media hora de silencio en el cielo: nuestra oración es tan importante que hasta los arcángeles tienen que callarse.[1] Cuando oramos, todo el cielo se concentra totalmente en nuestra oración. No podría haber una forma más enfática de impresionar a los fieles con el valor incalculable de sus oraciones y la necesidad de perseverar en la intercesión. Este episodio nos enseña que vale la pena seguir orando sin cesar.

Cuando los mártires en el cielo clamaban ante Dios, recibieron una pronta respuesta (6:10-11). Pero cuando los fieles oraban desde la tierra, la respuesta divina no se dejaba ver. Más bien, la situación parecía empeorarse. Fácilmente podrían pensar que al orar estaban perdiendo el tiempo. A esa inquietud de ellos y su probable frustración en la oración– y la nuestra – Dios da la más convincente respuesta imaginable. Es como si Dios nos enviara un “clip”de “video”y nos dijera: “cuando ustedes oran no les parece que pasa nada…¡pero miren lo que pasa en el cielo cuando llegan sus oraciones!”

Este callar del cielo cuando el pueblo de Dios ora y adora aparece también en la literatura rabínica. Según Génesis Rabbah 65.21 “la voz de Jacob [ i.e. de todo el pueblo de Israel ] es la voz que silencia a todos los seres celestiales y terrestres”[2] Un texto Hekhalot* también describe a los ángeles deseando decir su liturgia (su Trishagion, cf. Ap 4:8) pero silenciados por Dios porque quiere escuchar primero las oraciones de su pueblo:

Felices son Israel, porque son amados ante el Omnipresente más que los ángeles ministrantes. Pues éstos, cuando buscan cantar y alabar arriba rodean el trono de gloria como montaña sobre montaña de fuego…pero el Santo, bendito sea, les dice: “Cállense todos los ángeles, todos los serafines, todo ser viviente, y toda rueda que yo he creado, hasta que yo oiga y escuche primero a todos los cánticos, alabanzas y dulces salmos de Israel”.[3]

Es común en las escrituras que la oración se asocia con el incienso (ver 5:8; Sal 141:2; Lc 1:9-10; cf. Sab 18:21). Se comparaba al incienso porque complace a Dios; nuestas oraciones “llenas de aroma” (Ap 5:8 NBE) son del supremo agrado del Señor quien olfatea con deleite su fragancia.[4] La comparación con el incienso parece aplicarse también porque la oración se veía como una ofrenda o un sacrificio (Sal 141:2: Os 14:2 BJ, NBE; Heb 13:15/Sal 69:30-31; 1 P 2:5,9. Ofrenda de incienso y oración se asocian en Lc 1:9-10).

El asenso del incienso como olor grato ante Dios es señal segura de la aceptación de la oración por el Señor (Gn 9:21; Kiddle 1940:146; Swete 1951:108; Ladd 1974A:111). El olor grato indica que el sacrificio de oración complace a Dios (Lv 16:12-13; Prv 15:8; 1Cr 29:17; Ps 17:1).No queda lugar para ninguna duda sobre la favorable recepción divina de nuestras plegarias. Es el equivalente simbólico de las palabras del ángel a Cornelio: “Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios” (Hch 10:4 BJ). Así el séptimo sello nos enseña tanto la inmensa importancia de la oración como también su segura eficacia.

Referencias:

[1]) No es necesario pensar, con R.H. Charles y otros, que Dios tiene que callar a todos para que pueda oir nuestras oraciones. El Señor no es sordo ni tiene problemas de oído. Hace callar a todos por la importancia suprema que tienen nuestras oraciones.para Dios.

[2]) Bauckham 1993A:73. Esta tradición apela, con típicos argumentos rabínicos, a Ez 1:24 (los seres vivientes cantaban con sus alas pero las bajaban cuando Israel oraba) y Job 38:7 (“las estrellas del alba” son Israel; los ángeles podían alabar a Dios en el cielo sólo después de alabarle Israel en la tierra).

[3]) Bauckham 1993A:74-75; los mismos textos de Hekhalot señalan que el ángel Shemu’el espera en las ventanas del cielo inferior para recibir las oraciones de Israel y llevarlas a la presencia de Dios en el cielo superior. Según Tg.Cantares (a Jos 10:12, “cállese sol”), cuando Josué recitó el quinto de los diez cánticos de las escrituras, su alabanza paró el sol y la luna por 36 horas (ellos dejaban de “recitar su cántico” ante el cántico de Josué).

[4]) La figura de “olor grato” corrige nuestra tentación de pensar en la oración como puramente verbal. Aquí, más que escuchar la elocuencia o aparente fervor de nuestras plegarias, Dios las “olfatea” buscando el olor de autenticidad y sinceridad del corazón, esencia indispensable de la verdadera oración. Jenson y Olivier (NIDOTT III:1071) defienden la validez de este antropomorfismo (los sentidos de olfato y gusto o sabor no son más antropomórficos que vista, oído y tacto; cf. Nm 28:2) pues “el culto judío emplea todos los sentidos para construir una experiencia de Dios ricamente multimedia”.

1 Comentario

  1. alodoctor dice:

    EL PODER DE LA ORACION LLEGA AL TRONO DE DIOS

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