LaJornada. Edición del 16 de Octubre de 2007.
Fue denunciado por presunta protección a un pederasta
Se espera que este martes el juez californiano Elihu M. Berle dictamine si tiene jurisdicción para admitir la denuncia en contra del cardenal Norberto Rivera Carrera, a quien JoaquÃn Aguilar Méndez denunció en septiembre pasado ante la corte superior de Los Ãngeles por la presunta protección de su abusador sexual, el sacerdote Nicolás Aguilar Rivera.
El equipo jurÃdico de la parte acusadora ya cuenta con una serie de personas, algunos con formación religiosa, dispuestas a testificar en contra del cardenal mexicano, además del testimonio del detective retirado del Departamento de PolicÃa de Los Ãngeles Héctor Esparza, quien en funciones investigó y comprobó abusos sexuales a ânumerosos menoresâ, perpetrados por Aguilar mientras trabajó en las parroquias Nuestra Señora de Guadalupe y Santa Agatha, en aquella ciudad estadunidense, con la autorización de su entonces obispo, Norberto Rivera.
En su reporte, el detective resaltó que Ann Curry, de KCBS-TV, uno de los reporteros que cubrieron esos acontecimientos ocurridos en 1987, contactó con los policÃas encargados de las pesquisas y les informó que âllamó a la diócesis del padre Aguilar en México y habló con el obispo Norberto Rivera, quien le dijo (a la periodista) que el padre renunció a su sacerdocio y se fue a vivir con familiares en Cuernavacaâ, cuando éste continuó con su ministerio al retornar a su paÃs de origen ante las denuncias en su contra.
Además, Esparza sostuvo que al entrevistar a personal de la Arquidiócesis de Los Ãngeles âme dio la impresión de que intencionalmente se retrasó (tres dÃas) reportar las denuncias (recibidas en contra del presbÃtero mexicano), como una manera de ayudar al padre Aguilar a esquivar la persecución criminalâ.
También está la declaración de Aquinas Walter Richard Sipe, especialista y autor de varios libros sobre prácticas y conductas sexuales de los clérigos de la Iglesia católica romana, y testigo en cerca de 200 casos de abuso sexual por parte de religiosos en Estados Unidos y Canadá. Es sacerdote retirado y desde que ejercÃa el ministerio hasta que continuó como sicoterapeuta y maestro ha tratado a cerca de 3 mil pacientes, poco más de la mitad clérigos que han atacado a menores o adultos vulnerables.
Tras revisar la correspondencia que sobre el sacerdote Nicolás Aguilar Rivera intercambió el cardenal Roger Mahony âarzobispo de Los Angelesâ con Norberto Rivera, llegó a la conclusión de que en la Iglesia catolica existe âun gran sistema de códigos secretosâ para comunicarse los abusos sexuales cometidos por curas, y que cuando se presentan este tipo de conductas la jerarquÃa católica realiza transferencias de los religiosos de una diócesis a otra, âargumentando la salud y razones familiaresâ.
De igual manera, que usan las palabras âproblemas de homosexualidadâ para referirse a los sacerdotes católicos que muestran problemas de sexo con infantes. Es decir, que para el caso de Nicolás Aguilar Rivera los arzobispos implicados usaron ese término para referirse a âimplicaciones indirectas de abuso sexual contra niñosâ.
La defensa del denunciante del cardenal Rivera incluye la disposición del sacerdote Thomas P. Doyle para declarar en el caso. Desde 1984 este religioso ha estado involucrado en los casos de clérigos católicos que abusan de niños. Ha trabajado con las vÃctimas, sus familias y sus abusadores.
El juez Berle puede declarar hoy si tiene o no jurisdicción para actuar contra Rivera Carrera o retrasar su resolución para entregarla por escrito ofreciendo argumentos sobre sus determinaciones. Existe la posibilidad de que sólo admita uno de los nueve cargos contra el prelado. Destaca como el de mayor relevancia el de conspiración internacional sobre pederastia.
LaJornada. Edición del 16 de Octubre de 2007.
Julia Klug, la manifestante que interceptó al cardenal Norberto Rivera hace dos semanas cuando se retiraba de la Catedral Metropolitana, inició ayer una campaña de colecta de firmas para hacerlas llegar al Vaticano, con el fin de que se investigue al prelado por el presunto delito de encubrimiento del sacerdote Nicolás Aguilar, acusado de violar a menores de edad. La inconforme anunció que hoy, en la agencia séptima de la delegación Cuauhtémoc, âestán citados Rivera Carrera y su chofer a un careo, a quienes vamos a ver de frente porque no tenemos nada que ocultarâ. Indicó que en la primera jornada logró el apoyo de 335 personas, quienes, agregó, le manifestaron su solidaridad por la lucha contra el jerarca católico y âla campaña tendenciosa de las televisoras para limpiar la imagen de Rivera Carreraâ. La acción, dijo, continuará hoy en el Zócalo capitalino y, posteriormente, en la Universidad Nacional Autónoma de México y otros centros de educación. Refirió que no teme âal poderâ de la arquidiócesis y sus jerarcas, y que enfrentará la demanda que el cardenal le interpuso.
LaJornada. Edición del 16 de Octubre de 2007.
âEn México nunca lo van a detenerâ, lamentan
Demandan que se le juzque en EU, junto con Rivera Carrera
Son muchas las vÃctimas del sacerdote Nicolás Aguilar Rivera que aún esperan justicia. âEn México nunca lo van a detenerâ, lamenta MarÃa de Jesús Dalia González Hernández, madre de JoaquÃn RodrÃguez, niño violado hace diez años por el cura.
El juez Elihu Berle anunciará hoy su decisión sobre la jurisdicción del juicio contra el presunto sacerdote pederasta y el cardenal Norberto Rivera Carrera. âPedimos que lo manden a Estados Unidos, que los juzguen allá a él y al arzobispo. Aquà el padre está protegido por Rivera Carrera y por las autoridades de Puebla. Ellos saben dónde está escondido, pero no lo quieren detenerâ, señala doña Dalia.
El sacerdote Nicolás Aguilar Rivera, acusado de violar a más de 90 niños en México y Estados Unidos, ya prófugo de la justicia estadunidense fue reinstalado por el obispo Rosendo Huesca y destinado a distintas parroquias del estado de Puebla, como la de San Vicente Ferrer, que daba servicio a las colonias más pobres de la zona, como la Aviación, Aeropuerto, Viveros y La Huizachera.
En apenas 18 meses, el cura abusó de aproximadamente 60 niños, aunque el número exacto es difÃcil determinarlo, ya que muchos por miedo o por vergüenza prefirieron no denunciarlo. Nicolás Aguilar Rivera se fue ganando la confianza de la gente para acercarse a los niños. Estaba encargado de la preparación de la primera comunión y daba clases de catecismo en el patio de su casa, bajo el argumento de que el lugar era más amplio que la parroquia.
Al término de cada sesión pedÃa a un niño que pasara a su vivienda para âhacerle la pruebaâ. Incluso solicitaba permiso a los padres de familia a fin de que los pequeños pernoctaran en su casa. Asà fue violando uno por uno, hasta que la población intentó lincharlo y salió huyendo protegido nuevamente por sus superiores eclesiásticos y por las autoridades de Puebla y de Morelos.
De aquellos hechos se interpusieron cuatro demandas penales en los juzgados primero y segundo de Tehuacán. En tres de los procesos se le acusó de corrupción de menores, ya que en México no existe el delito de pederastia, y se le condenó a un año de prisión, pero pagó la fianza impuesta y nunca pisó la cárcel. En el cuarto proceso, el de JoaquÃn, se le condenó a tres años de prisión por âviolación equiparadaâ. La orden de aprehensión, girada en enero de 1998, continúa sin ejecutarse.
Doña Dalia y las madres de otros tres niños, Felipe, Efrén y Sergio, fueron testigos de la protección que el juez Carlos Guillermo RamÃrez le brindó al sacerdote pederasta: âÃl mismo le avisó cuando se giró la orden de aprehensión para que huyeraâ, dice la mujer, quien ha dejado la religión católica porque afirma que ya no cree en los sacerdotes y prefiere profesar con los testigos de Jehová.
Su mayor desengaño fue cuando se logró entrevistar con el sacerdote Teodoro Lima, interino de la Arquidiócesis de Puebla, en 1997: âMe comentó que la Iglesia no tenÃa para tanto. De plano me dijo que no habÃa dinero para pagar un tratamiento sicológico a 60 niños. â¡No, no, no. OlvÃdese. No hay reparación, simplemente no!â Nos dijo que perdonáramos al padre Nicolás porque estaba enfermoâ.
Catalina Cortez Yáñez, madre de Efrén Alva, es vecina de la colonia Aviación. Tiene seis hijos y un marido con problemas de alcoholismo. Su hijo fue objeto de abuso sexual por el padre Nicolás cuando tenÃa 11 años. Efrén, al igual que sus compañeros sodomizados por el sacerdote, abandonó la secundaria debido al escarnio social. Efrén tiene ahora 20 años, está casado y a punto de ser padre; prefiere olvidar ese capÃtulo de su vida: âNadie nos hizo caso. Lo protegieron. Yo les dije que de dónde iba a sacar para estar yendo al juzgado. Les dije que tenÃa más criaturas. Y allà quedo todoâ, narra Catalina.
Frente a un altar religioso, Cortez Yáñez dice que a su hijo le ha marcado irremediablemente lo sucedido y pide justicia, aunque está segura de que aquà será muy difÃcil conseguirla; por eso se muestra interesada en que avance el proceso legal que se sigue en la corte superior de California: âQue lo manden para allá. Aquà ni quieren mover nada. Yo lo que quiero es que lo detengan. DebÃa estar detrás de las rejas, no deberÃa estar suelto, como ahorita andaâ.
La madre de familia sigue teniendo un profundo respeto por lo sacerdotes, aunque ya no confÃa en ellos, sobre todo cuando comprobó cómo la jerarquÃa católica encubre a los curas que abusan de los niños: âTambién el cardenal Norberto debe ser juzgado, porque él lo protegióâ.
Las madres de esos menores sienten una profunda culpabilidad, pero Catalina Cortez intenta encontrar una explicación coherente para cicatrizar uno de los episodios más dolorosos de su vida: âEl padre Nico llegaba a la casa y me decÃa: âDoña Catita, quiero llevarme a Efrénâ. Yo le preguntaba a mi hijo: ¿te quieres ir?, y Efrén decÃa que sÃ. Asà pasaron los dÃas y las semanas. Yo tengo mi conciencia tranquila, porque le digo a mi hijo: yo jamás te obligué a que te fueras. Tú te querÃas ir. Yo confiaba en el padre, pues es padre, ¿no? Ãl sabe mucho, yo no sé leer ni escribir. Para mà los sacerdotess tienen su respetoâ.
En la misma colonia, a unas cuantas casas, vive Guillermo Valladares Carrera, padre de Felipe, el otro menor atacado por el padre Nicolás. Son originarios de Huautla de Jiménez, Oaxaca, y hablan mazateco, por lo cual se expresan con dificultad en español. Tienen diez hijos y nueve nietos. Explican que su hijo tiene 21 años y sigue soltero. Abandonó la religión católica y actualmente es evangelista y le ayuda a un pastor en la sierra oaxaqueña.
Don Guillermo, de 58 años, es jardinero; comenta que nunca tuvo la oportunidad de ir a la escuela y repite en tono de resignación: âLo que pasó ya pasó, ya qué podemos hacerâ. Cuenta que entre todos los padres de familia hicieron un esfuerzo para comprar la campana de la parroquia: âLos chamacos tenÃan entre 10 y 13 años. Nadie sabe cómo pudo pasar una cosa de ésas. Todos sacaron los chamacos de la iglesia. No hay derecho que el padre que les enseñara una cosa mala a nuestros hijos. No hay derechoâ.
Su vivienda son dos cuartos construidos a base de adobe con techo de lámina y dice que siguen siendo tan pobres como hace diez años. Recuerda los delitos cometidos por el cura: âFue una pinche pendejada lo que les hizo. No se vale. Debe respetar a las personas. Manchan a la gente. El padre solo hizo esas chingaderas. Ãl es cosa mala. Que lo detenganâ.