SB. Rubén Kassabian

Una de las verdades más maravillosas que encontramos en el Nuevo Testamento proviene del apóstol Pablo, quien escribió: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece», Filipenses 4.13. Es uno de los principios de victoria de mayor impacto en la vida de cualquier persona.

Los seres humanos tenemos ciertas limitaciones, por naturaleza. Esto es claro para todos. Estas limitaciones personales son las que nos han llevado, desde tiempos antiguos, a buscar a Dios, que está más allá de nuestras propias capacidades; alguien que pueda dar respuestas satisfactorias a cada una de nuestras necesidades.

En los Evangelios leemos acerca de muchas personas que padecían diversas dolencias, a los afligidos por distintas enfermedades, atormentados, lunáticos, paralíticos, marginados socialmente y, por supuesto, gente con profundas necesidades espirituales. Gente que, más allá de su aflicción, llegó a entender que en Cristo estaba la solución a sus limitaciones personales y por eso buscaron su ayuda.

Nosotros también, desde el momento en que nos acercamos y buscamos a Jesús, nuestras necesidades se hacen más claras y que sólo buscándolo a él podremos recibir una respuesta a nuestra realidad de vida.

Una lectura detenida del texto de la carta a los Filipenses nos revela lo que había en el corazón de uno de los más grandes apóstoles: la certeza de que todo hábito negativo, toda situación traumática que nos impide avanzar en el propósito de crecer en todas las áreas, así como la convicción de que cualquier obstáculo que encontremos en el camino hacia las metas que nos hayamos fijado, de acuerdo al plan de Dios para nuestras vidas, son posibles de vencer porque el Señor Jesús está con nosotros y camina al lado de nosotros.

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