«He aprendido a estar contento en cualquier circunstancia en que me encuentre» (Filipenses 4:11)
Se cuenta la historia de un rey que una mañana fue a su jardín y se encontró que todo estaba secándose y muriendo. Preguntó a un roble que estaba plantado junto a la puerta del cercado, cuál era la causa. Se encontró que el roble estaba hastiado de la vida y estaba decidido a morir porque no era alto como el pino. El pino estaba descorazonado porque no podía producir uvas como la vid. La vid iba a suicidarse porque no podía mantenerse derecha y tener frutos tan hermosos como los del melocotonero. El geranio estaba enojado porque no era alto y fragante como la lila, y en fin, esta era la situación de todo lo que había en el jardín. Al llegar a un pensamiento, vio que su cara estaba tan brillante y tan contenta como siempre. «Bueno, pensamiento, me alegro de encontrar en medio de tanto desaliento una florecilla valiente. Tu no pareces estar desanimada lo más mínimo» «No, yo no soy de mucha importancia, pero pensé que si Usted desease un roble, un pino, un melocotonero o una lila los hubiese plantado; pero como sabía que Usted deseaba un pensamiento, me he propuesto poner de mi parte, para ser tan buen pensamiento como me sea posible»
a) Puede ser que otros hagan un trabajo mayor que el tuyo, pero que tu tienes que hacer una cierta labor, y ninguna otra persona puede realizarla tan bien como tú.
Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
b) “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
c) “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21).
d) «El que me ama, mi palabra guardara, el que no me ama no guarda mis palabras (Juan 14:23-24).
e) “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi padre y permanezco en su amor. (Juan 15.10).
Juana Sánchez Córtes. DF. 2006