Las iglesias precisan tener una práctica cristiana, no basta organizar reuniones de oración, dijo el antropólogo y pastor presbiteriano André Melo, en el encuentro de la Red Evangélica Nacional de Acción Social (Renas-Rio) y del Instituto de Estudios de la Religión (Iser), en conmemoración de los 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
ALC. Río de Janeiro, viernes, 26 de diciembre de 2008
En el encuentro, los 50 participantes debatieron las similitudes encontradas en los más de 30 artículos de los Derechos Humanos y los Diez Mandamentos. “Yo concuerdo que en la Biblia no encontraremos directamente el término ‘Derechos Humanos’, pero iremos encontrando principios que dan base a los derechos humanos, como solidariedad, respeto, igualdad, entre otros”, dijo el pastor.
Él recordó que los profetas del Antiguo Testamento fueron hasta más lejos, cuando “dicen para denunciar toda y cualquier forma de opresión”. El encuentro reunió, el 9 de deciembre, militantes y religiosos en el predio centenario del Instituto Central del Pueblo (ICP), localizado en la región central de Río de Janeiro, sobre el tema “Derechos Humanos y la Misión de la Iglesia”.
Cuestiones centrales para la defensa de la dignidad, la promoción de la justicia y la garantía de la libertad plena son fuertemente tratados y ratificados tanto en la Declaración Universal como en los Diez Mandamientos, afirmó el moderador del encuentro, Clemir Fernandes.
“Yo preferiría que la Declaración no existiese, porque si se pone en un papel lo que precisa ser hecho o no, significa que las cosas no vienen siendo hechas naturalmente”, analizó el pastor André Melo.
Frente a la realidad nacional brasileña, marcada por un histórica falta de respeto a los derechos humanos, afirmó el secretario ejecutivo del ISER, Pedro Strozemberg, la Declaración Universal “alimenta nuestra esperanza y utopia de vivir en una sociedad capaz de garantizar un lugar digno, trabajo, seguridad y salud”.