Punto de fe 18. Diezmos, Ofrendas y Primicias

Diezmar, dar las primicias y ofrendar, son expresiones de amor a Dios y reconocimiento de su soberanía. El Diezmo es la décima parte de los ingresos del creyente, pertenece a Dios y por esta razón lo entrega a la Iglesia. Las primicias, son lo primero que el creyente gana en un periodo o cambio de su actividad económica, las aporta para apoyo de su pastor. Las ofrendas son aportaciones económicas que el creyente decide hacer como un acto de adoración a Dios y de apoyo a la Misión de la Iglesia.

Diezmos: Mandamiento y vigencia

Los creyentes, a lo largo de la historia, han reconocido el señorío de Dios sobre su actividad económica. Por amor y fidelidad han entregado el diezmo hasta la actualidad.

Abraham, el padre de la fe entregó eldiezmo al Rey-Sacerdote Melquisedec en gratitud y reconocimiento por la bendición recibida1. Los Patriarcas entregaron sus diezmos como expresión y reconocimiento al Creador2.

Génesis 14:18-20; Hebreos 7:1-8; 2Génesis 28:20-22

El Pueblo de Israel, entregaba a la tribu de Levi, sus diezmos por mandato de Dios, como instrumentos de su gracia y cuidado por quienes Él escogió para su servicio1.

El diezmo se apartaba de las cosechas y del ganado2, cuidando de no manipular la porción que le correspondía a Dios3.

1Números 18:20-21; Hebreos 7:5; 2Levítico 27:30-32; Deuteronomio 14:22; 3 Levítico 27:33

Para el tiempo de Jesús, ya se diezmaba sobre toda actividad económica y no sólo sobre las ordenadas en el Antiguo Testamento. El Señor aprobó esta ampliación haciendo notar que lo más importante de la ley es la justicia, la misericordia y la fe para, en base a ellas, diezmar sobre toda actividad económica1.

Esta aprobación de Jesús le da vigencia permanente al mandamiento de diezmar, por eso los creyentes de hoy lo entregan como un acto de fidelidad, amor5 y adoración dentro del culto, aplicándolo a todos los ingresos por salario y/o por negocio que hacen posible su nivel de vida.

1Mateo 23:23; 5 1Corintios 13:1-3

Su importancia para la fe

Al diezmar, el creyente, supera la tentación de amar las riquezas y el peligro de convertirse en su siervo1; ubica al dinero en su correcto lugar, como un instrumento al servicio del Reino; reconoce que todo los bienes que ha obtenido en realidad son don de Dios2; confía en que Él lo sostiene y le llenará de bendiciones que el dinero no puede comprar3; y actúa como su fiel mayordomo4.

1Lucas 16:9-14; 2Génesis 28:22; 1Crónicas 29:14; 3Malaquías 3:8, 10; 4Mateo 23:23-26; Lucas 11:42

El destino de los diezmos

Es evidente que Dios no necesita de los Diezmos, pero los pide y destina para la obra que realiza por medio de su pueblo, preferentemente para sostener a los creyentes que ha llamado a su servicio de tiempo completo.

La tribu de Leví, era la única que no contaba con recursos propios, no tenía tierra, ni con que asegurar el porvenir de su descendencia. Dios no pasó por alto esta situación y es precisamente a ellos a quienes destina los diezmos1, pero aún los levitas diezmaban2, dando lo mejor de lo que recibían3 a los sacerdotes4.

1Números 18:21,24; 2 Números 18:26; 3 Números 18:29; 4Números 18:28; Nehemías 10:38

El sacerdocio del Antiguo Testamento fue sustituido por el de Cristo, que es según el orden de Melquisedec1, y por él, se mantuvo vivo el principio de sostener con los diezmos a los que sirven a Dios. Los creyentes que se dedican por completo al Evangelio son sustentados, como lo fueron los levitas, con los recursos que los demás creyentes aportan2 y al igual que ellos, de lo recibido, aportan su diezmo. En otras palabras; los dedicados a la obra son sostenidos por Dios con el dinero que le pertenece.

Es necesario recalcar que en la administración del diezmo se debe incluir, hacer el bien a los necesitados3.

1Hebreos 7:12-17; 21Corintios 9:11-14; Gálatas 6:6; 3Deuteronomio 14:28-29

Ofrendas

Las ofrendas son aportaciones voluntarias que el creyente realiza además del diezmo, son entregadas como parte del culto, para ser administradas en la ayuda a los necesitados y el sostenimiento de la Misión de la Iglesia. El amor y la alegría son los principales motivos de esta acción2 y pueden ser de tal magnitud que el creyente es movido a vender todo lo que tiene y entregar sus bienes para ser repartidos entre los pobres2.

1Marcos 12:41-44; 2Corintios 8:14-15; 9:1-7; Efesios 4:28; 1 Timoteo 6:17-19; 2Hechos 4:34-37

Por otra parte, la Biblia exhorta a los creyentes a ofrendarse ellos mismos a Dioscomo lo hizo Jesús, mediante una vida santa entregada en amor y servicio al prójimo, no sólo dando dinero.

Romanos 12:1; 13:7-9

Las primicias

Las primicias eran una ofrenda que consistía en dedicar a Dios los primeros frutos de la tierra y del ganado, y los primeros productos que se elaboraban con la masa y otras materias primas1, reconociendo que Él era la fuente de todo su bienestar. Se entregaban directamente a los levitas para su sustento2.

1Éxodo 13:1-2; 34:19; Levítico 27:26, 28; Deuteronomio 15:19; 2Deuteronomio 18:1-5; Ezequiel 44:30

Hoy, el creyente también reconoce a Dios como la fuente de todo su bienestar, ofreciendo las primicias de acuerdo su actividad económica: los primeros frutos de la tierra y del ganado, o su equivalente económico; el primer sueldo de su nuevo empleo, y a partir de aquí la ganancia del primer día de cada año, y/o la primera ganancia al iniciar un nuevo negocio1; que entrega directamente a su pastor, quien es, como los levitas, la persona consagrada al servicio de Dios.2

1Proverbios 3:9-10; Números 15:21; Malaquías 3:8; 2Deuteronomio 18:4; Levítico 23:20; 2 Crónicas 31:4,5

El sostenimiento económico de la misión de la iglesia

La Iglesia necesita recursos económicos para realizar su misión; el sustento de los pastores, el acompañamiento pastoral, los programas educativos, la elaboración de materiales, la evangelización, la difusión de la Biblia, apoyo a los creyentes y simpatizantes en sus necesidades, recursos que, como administradora de los bienes de Dios, recibe en los diezmos y ofrendas que los fieles, por amor y desprendimiento le confían1.

1Lucas 10:7; Romanos 15:26; 1 Corintios 16:1-2; 2 Corintios 11:8; 1 Timoteo 5:18