OMNIPRESENCIA DE DIOS

Oseas F. Lira

 

En latín, omnis significa “todo”. Omnipresencia es otra virtud de Dios y significa que él está presente siempre y en todas partes, en todo lugar.

Cuando en 1961 el cosmonauta ruso regresó a la Tierra después de haber viajado por el espacio, dijo una frase: “He salido al espacio y por ningún lado vi a Dios, por lo tanto Dios ni existe ni es omnipresente.”

Cuando decimos que está en todas partes, no es que una parte de Dios esté en un sitio y otra en otro: Dios está todo él en todas partes (en todo momento).

Si no podemos hablar de tiempo refiriéndonos a Dios, tampoco podemos hablar de espacio, pues la presencia de Dios no tiene límites. Por eso el rey Salomón, en su oración al dedicar el Templo de Jerusalén, dijo: “Si los cielos invisibles no pueden contenerte, ¿cómo permanecerás en esta Casa que yo te he construido?” (1 Rey. 8:27)

El santuario de Dios es el infinito, esto es un gran consuelo y tal vez lo tomamos como algo normal pero, ¿nos damos cuenta de que por la Omnipresencia divina podemos recurrir a Dios en cualquier lugar, pues él está allí donde nosotros estemos? En cualquier parte del universo mundo Dios está con cada uno de nosotros para ayudarnos, para compadecerse de nosotros, para que nos refugiemos en él, para comunicarnos con él en oración. No hay un sitio donde Dios no esté. Dios mismo nos lo dice en la Biblia: “Los ojos de Dios están en cualquier lugar, observan a los malos y a los buenos.” (Prov. 15:3)

La Omnipresencia divina es un consuelo para nosotros, pero también es un aviso. Dios lo ve todo, lo observa todo… hasta nuestros más ocultos pensamientos, deseos e intenciones: buenos y malos. Y además los conoce desde siempre, antes de que tengan lugar en nuestro presente. No tiene caso tratar de escapar a su presencia. Por eso dice el salmista en el salmo 138:1-16, específamente en el verso 8: “Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.

Dios nos conoce con ese conocimiento infinito y detallado, esto significa que nuestros pecados los cometemos en presencia de Dios. Si nos avergonzamos de nuestros pecados ante nuestros semejantes, ¿cómo no avergonzarnos ante Dios que todo lo ve?, ¿cómo pretender escondernos de él para pecar?

Lo dice también el profeta Jeremías: “¿Puede un hombre esconderse en un escondite sin que Yo lo vea? El Cielo y la Tierra ¿no los lleno Yo?, dice el Señor?” (Jer. 23:24)

Cuando Pablo en Atenas, sintiendo gran malestar pues la ciudad estaba llena de ídolos, al serle requerida una explicación a sus enseñanzas por parte de filósofos griegos, comienza a hablarles del “Dios desconocido”, al que los atenienses –en medio de tantos ídolos– también habían dedicado un altar, en ese famoso discurso en el areópago proclama:

El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo Señor del Cielo y de la Tierra, no vive en santuarios hechos por hombres… En realidad Dios no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hech. 7:24 y 28)

Y Pablo no está hablando precisamente de la Omnipresencia de Dios, presencia divina que es indispensable para que podamos vivir, movernos y existir. Es decir, Dios nos da el ser y también nos lo conserva, ya que su presencia está en todo lo creado.

A manera de resumen de lo que significa la Omnipresencia de Dios, Tomás de Aquino dice:

Dios está en todas partes

· Por potencia, en cuanto a que todos están sometidos a su poder.

· Por presencia, en cuanto a que todo está patente y desnudo a sus ojos.

· Por esencia, en cuanto está en todos como causa de su ser.

Además de esta presencia común y natural de Dios en todo lo creado, mediante la cual nos mantiene vivos, nos tiene ante su mirada que todo lo escudriña y nos somete a su poder infinito.

Se dan otros tipos de presencia divina sobrenaturales, por ejemplo:

· Presencia de habitación en el creyente, esto es: “¿No saben ustedes que son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Co. 3:16)

Es una presencia especial de Dios en el creyente que participa de la gracia divina, y en virtud de esta participación, habita en él en forma sobrenatural.

En los seres que no están en gracia (por decisión propia), Dios está presente solamente dándoles el ser. Y esto es así porque el pecador no permite que la gracia divina lo habite, está cerrado a la vida de Dios en su vida. Su alma está muerta en vida, es decir, está muerta a la vida sobrenatural, aunque tiene vida natural.

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