LP. Ignacio Simal

“Les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción, porque todo ser humano es esclavo de aquello que le ha dominado” 2 Pedro 2:19

“O todo, o nada… y nos quedamos sin nada”. En muchas ocasiones he dicho las palabras que acabas de leer a muchos de mis amigos y conocidos. Hoy me permito el lujo de rectificarlas.

La rectificación me ha sido sugerida al recordar esta mañana, muy temprano, un texto antiguo que recoge la Biblia hebrea y relacionarlo con la realidad social que estamos viviendo. Me refiero a la narración que cuenta el penúltimo encuentro que Moisés sostuvo con Faraón días antes de emprender el camino hacia la construcción de Utopía. Deseo que los que me lean no se tomen el “arduo” trabajo de tener que buscar el texto en cuestión y por ello lo transcribo a continuación.

“Entonces el Señor dijo a Moisés:
–Extiende tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto haya una oscuridad tan espesa que hasta se pueda tocar.
Moisés levantó su brazo hacia el cielo, y hubo una oscuridad tan grande en todo Egipto que, durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz.
Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo:
–Id a adorar al Señor, y llevaos también a vuestros hijos; pero dejad aquí vuestras ovejas y vuestras vacas.
Pero Moisés contestó:
–Al contrario, tú mismo nos vas a dar los animales que vamos a sacrificar y quemar en honor del Señor nuestro Dios. Además, nuestros ganados irán con nosotros. Ni un solo animal debe quedarse, porque tenemos que escoger algunos de ellos para rendir culto al Señor. Mientras no lleguemos allá, no sabremos qué vamos a necesitar para adorar al Señor.
Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no los dejara ir. Además el faraón dijo a Moisés:
–Vete de aquí, y cuidado con venir a verme otra vez, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás.
Moisés contestó:
–Bien lo has dicho: no volveré a verte.” (Éxodo 10:21-29. Versión Popular)

Mencionaré tres datos que deseo subrayar en la narración y, a continuación, escribiré lo que éstos me han sugerido. Ahí voy.

En primer lugar, señalar que Egipto se queda a oscuras. Sólo en las casas de los israelitas había luz. Faraón llama a Moisés.

Coloqué el primer dato tanto al lado de la situación crítica de alcance global que estamos viviendo como junto a la revolución de los que hasta ahora hemos vivido esclavizados por el sistema. Al momento pensé, el Imperio hace aguas, digamos que se ha quedado a oscuras, da palos de ciego para salir de la crisis que él mismo ha creado, sin embargo en medio de las tinieblas surgen espacios de liberación donde se vislumbra la luz del mundo nuevo. Espacios formados por personas, cristianas o no, de buena voluntad que tienen la convicción de que otro modelo de sociedad es posible aquí y ahora, y se ponen manos a la obra. El poder, inquieto, les llama al diálogo, les llama a la mesa de negociación.

En segundo lugar, notar que Faraón propone una salida negociada de los esclavos a la baja. Moisés se niega a adoptar una solución de compromiso, y le viene a decir a Faraón, “o todo, o todo”. Nada de conquistas “liberadoras” parciales, posibilistas que acabarían sumiendo a su pueblo de nuevo en la esclavitud.

Este segundo dato me introdujo en el esfuerzo que el Imperio hace para realizar ciertos cambios con el objetivo de no cambiar nada. El Imperio seguirá funcionando como Imperio, Faraón continuará ejerciendo como tal, y los esclavos seguirán siéndolo. Eso sí, serán esclavos con ciertos derechos, pero esclavos al fin y al cabo. Las soluciones de compromiso, posibilistas no conducen a nadie, que yo sepa, al otro mundo posible que imaginamos y acariciamos con ternura. La libertad, en el más profundo sentido de la misma, no se negocia, se toma.

En tercer lugar, decir que ante la negativa de Moisés a realizar el seudoéxodo que se le propone, Faraón le amenaza de muerte. Moisés da por terminado el encuentro y rompe la mesa de negociación. El éxodo real se va a emprender, lo quiera Faraón o no.

El tercer y último dato que señalo me llevó a pensar que el Imperio, en la persona de los que ostentan el poder (Faraón), siempre propone éxodos con billete de ida y vuelta. Dicho en cinco palabras: el Imperio propone un seudoéxodo. De no acceder a la propuesta imperial, toda la maquinaria del poder, legal y militar, se cernirá dramáticamente sobre los disidentes, sobre los que no son realistas y piden lo imposible. Los indignados esclavos, en la persona de Moisés, rompen la baraja, y responden “no volveremos a negociar lo innegociable”. Renuncian a las liberaciones parciales iluminadas por el posibilismo de los que ostentan un poder siempre omnímodo. O todo o todo, dice Moisés y con él, su pueblo.

Todo o todo, le decimos también nosotros al Imperio y a los negociadores que lo representan.

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