Min. Juan Sánchez G.
Lucas 23:32-33 También llevaron a dos criminales para que los mataran junto con Jesús. Llegaron al lugar llamado «La Calavera», donde los soldados crucificaron a Jesús y también a los criminales. A uno lo pusieron a la derecha de Jesús y al otro a la izquierda. 42 Luego le dijo a Jesús: -Acuérdate de mí cuando comiences a reinar.43 Entonces Jesús le dijo: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Había una vez, un maravilloso jardín, situado en el centro de un campo. El dueño acostumbraba pasear por el al sol de mediodía. Un esbelto bambú era el más bello y estimado de todos los árboles de su jardín. Este bambú crecía y se hacía cada vez más hermoso. El sabía que su Señor lo amaba y que el era su alegría. Un día, su Dueño, pensativo, se aproximó a su amado bambú y, con sentimiento de profunda veneración el bambú inclinó su imponente cabeza. El Señor le dijo: -«Querido bambú, Yo necesito de ti”. El bambú respondió: -«Señor, estoy dispuesto; haz de mí lo que quieras». El bambú estaba feliz. Parecía haber llegado la gran hora de su vida: su Dueño necesitaba de el y el iría a servirle. Con su voz grave, el Señor le dijo: -«Bambú, sólo podré usarte podándote.» -«¿Podar? ¿Podarme a mí, Señor?…! Por favor, no hagas eso! Deja mi bella figura tu ves como todos me admiran.» -«Mi amado bambú,» -la voz del Señor se volvió mas grave todavía.- «No importa que te admiren o no te admiren… si yo no te podara, no podría usarte.» En el jardín, todo quedó en silencio… el viento contuvo la respiración. Finalmente el bello bambú se inclinó y susurró: – «Señor, si no me puedes usar sin podar, entonces haz conmigo lo que quieras.» -«Mi querido bambú, también debo cortar tus hojas…» El sol se escondió detrás de las nubes… unas mariposas volaron asustadas…El bambú temblando y a media voz dijo: -«Señor, córtalas…» Dijo el Señor nuevamente: -«Todavía no es suficiente, mi querido bambú, debo además cortarte por el medio y sacarte el corazón. Si no hago esto, no podré usarte.» -«Por favor Señor» -dijo el bambú- «yo no podré vivir mas… ¿Cómo podré vivir sin corazón?» -«Debo sacarte el corazón, de lo contrario no podré usarte.» Hubo un profundo silencio… algunos sollozos y lágrimas cayeron. Después el bambú se inclinó hasta el suelo y dijo: -«Señor, poda, corta, parte, divide, saca mi corazón… tómame por entero.» El Señor deshojó, el Señor arrancó, el Señor partió, el Señor sacó el corazón. Después llevó al bambú y lo puso en medio de un árido campo y cerca de una fuente donde brotaba agua fresca. Ahí el Señor acostó cuidadosamente en el suelo a su querido bambú; ató una de las extremidades de su tallo a la fuente y la otra la orientó hacia el campo. La fuente cantó dando la bienvenida al bambú. Las aguas cristalinas se precipitaron alegres a través del cuerpo despedazado del bambú… corrieron sobre los campos resecos que tanto habían suplicado por ellas. Ahí se sembró trigo, maíz, soya y se cultivó una huerta. Los días pasaron y los sembradíos brotaron, crecieron y todo se volvió verde… y vino el tiempo de cosecha. Así, el tan maravilloso bambú de antes, en su despojo, en su aniquilamiento y en su humildad, se transformó en una gran bendición para toda aquella región. Cuando el era grande y bello, crecía solamente para sí y se alegraba con su propia imagen y belleza. En su despojo, en su aniquilamiento, en su entrega, el se volvió un canal del cual el Señor se sirvió para hacer fecundas sus tierras. Y muchos, muchos hombres y mujeres encontraron la vida y vivieron de este tallo de bambú podado, cortado, arrancado y partido. ¿Te animas a ser un bambú?
Por un momento de nuestra vida envolvámonos en el momento de la crucifixión de Jesús, y podamos a través de esa acción ser parte del espectáculo presentado por los romanos o del grupo de mujeres que salieron al encuentro de Jesús.
1. ¿Por qué crucificar a dos más y no uno solo?
2. ¿Por qué tenían que ser tres cruces?
Los números son importantes para todo lector de la Biblia, llenan toda la escritura y tienen mucha información adicional, para una mejor comprensión de ella.
a. Practicada en tiempos de guerra por los persas, cartagineses, los egipcios y los romanos. Para los escritores romanos, la crucifixión era «el suplicio más cruel y horroroso de todos». Se aplicaba generalmente a esclavos y a libres no romanos, por crímenes de robo, homicidio, traición o sedición.
b. primero, después de condenado, el reo sufría los → AZOTES prescritos, lo que algunas veces producía la muerte.
Pena prevista en Deut. 25.1–3, pero limitada «a cuarenta azotes, no más» para que «tu hermano no quede envilecido delante de tus ojos».
Este castigo no parecía muy deshonroso en sí mismo, pero llegaba a serlo cuando ponía al castigado en estado lamentable. La legislación posterior, para estar segura de no sobrepasar el número de cuarenta, más bien que por sentimientos de piedad, ordenó que se dieran treinta y nueve azotes. Se administraba esta pena con un flagelo de “tres correas”. Y, así, cada golpe equivalía a tres. Se daba, por tanto, trece golpes (3 x 13 = 39). La ley Asiria administraba este castigo con mayor derroche sin cuento o piedad.
Por el Talmud y por el Nuevo Testamento se sabe que este castigo se ejecutaba a menudo en la sinagoga (Mat. 10.17 Tened cuidado con la gente; os entregarán a los tribunales y os azotarán en las sinagogas.; 23.34 Por eso os voy a enviar profetas, sabios y maestros. A algunos de ellos mataréis y crucificaréis; a otros azotaréis en sus sinagogas y perseguiréis de pueblo en pueblo.; Mc 13.9; Hech. 5.40; 22.19). La flagelación judía que era administrada con moderación, pero debió de irse sustituyendo poco a poco por la flagelación romana. Así se deduce probablemente de 2 Co 11:24-25 En cinco ocasiones los judíos me castigaron con los treinta y nueve azotes. Tres veces me golpearon con palos; una vez casi me matan a pedradas; tres veces estuve en naufragios; una vez tuve que pasar todo un día y una noche perdido en medio del mar, donde Pablo distingue entre los treinta y nueve golpes recibidos cinco veces de los judíos y las tres veces que lo azotaron los romanos.
La Lex Porcia prohibía azotar a un ciudadano romano (Hech. 16.37). Sin duda, a Jesús se le aplicó la flagelación romana, mucho más cruel que la judía y quizás dentro del pretorio Mc 15:15-16 Como quería satisfacer a la multitud, Pilato les soltó a Barrabás; a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa.
Luego se le imponía el patibulum y se le llevaba por las calles principales hacia un lugar fuera de la ciudad. Iba custodiado por cuatro soldados, y llevaba un «título» o tablilla blanca con su nombre y delito escrito.
c. Se hacia atando o clavando al condenado.
d. La muerte por crucifixión era por paro cardiaco, no por la hemorragia. Lo horrible de la muerte por crucifixión se debía en parte al intenso dolor causado por la flagelación, los clavos y la incómoda posición del cuerpo que dificultaba la respiración. Además, la deshidratación por la pérdida de sangre y la calentura producían una sed intolerable. A esto hay que agregar la vergüenza que sufría el condenado al verse desnudo ante los curiosos que pasaban insultándole.
e. Las víctimas no morían habitualmente antes de dos o tres días. El crucificado moría lentamente, casi siempre el segundo día, pero a veces hasta el octavo. El exceso de sangre en el corazón, debido a la obstrucción de la circulación, combinado con la fiebre traumática, el tétano y el agotamiento, mataba a la víctima.
f. Se adelantaba la muerte rompiéndole las piernas. Con un martillo (costumbre llamada crurifragium) cf. Jn 19.32 Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro.
g. A veces se encendía fuego al pie de la cruz para que el humo sofocara al sufriente.
Analicemos por un momento el parte medico sobre la muerte de Jesús.
A los 33 años Jesús fue condenado a muerte. La »peor» muerte de la época. Sólo los peores criminales murieron como Jesús. Y con Jesús todavía fue peor, porque no todos los criminales condenados a aquel castigo recibieron clavos en sus miembros.
Sí, fueron clavos… ¡y de los grandes! Cada uno tenía de 15 a 20 cm.., con una punta de 6 cm.. y el otro extremo puntiagudo.
Estos eran clavados en las muñecas y no en las manos como dicen.
En la muñeca, hay un tendón que llega a nuestro hombro, y cuando los clavos fueron martillados, ese tendón se rompió, obligando a Jesús a forzar todos los músculos de su espalda por tener sus muñecas clavadas para poder respirar porque perdía todo el aire de sus pulmones.
De esta forma era obligado a apoyarse en el clavo metido en sus pies que todavía era más grande que el de sus manos, porque clavaban los dos pies juntos.
Y como sus pies no aguantarían por mucho tiempo sin rasgarse también, Jesús era obligado a alternar ese ‘‘ciclo’‘simplemente para lograr respirar.
Jesús aguantó esa situación por poco más de 3 horas. Sí, ¡más de 3 horas! Mucho tiempo, ¿verdad?
Algunos minutos antes de morir, Jesús ya no sangraba más. Sencillamente le salía agua de sus cortes y heridas. Cuando lo imaginamos herido, imaginamos meras heridas, pero no, las de Él eran verdaderos orificios, aberturas hechas en su cuerpo… Él no tenía más sangre para sangrar, por lo tanto, le salía agua.
El cuerpo humano está compuesto de aproximadamente 3,5 litros de sangre (en un adulto).
Jesús derramó 3,5 litros de sangre; tuvo tres clavos enormes metidos en sus miembros; una corona de espinas en su cabeza y además un soldado romano le clavó una lanza en su tórax.
Todo esto sin mencionar la humillación que pasó después de haber cargado su propia cruz por casi dos kilómetros, mientras la multitud le escupía el rostro y le tiraba piedras (la cruz pesaba cerca de 30 kilos, tan solo en la parte superior, en la que le clavaron sus manos).
Todo eso pasó Jesús, sólo para que tengamos un libre acceso a Dios. Para que tengamos todos nuestros pecados «lavados».
¡Todos ellos sin excepción!
No ignores esta situación. ¡ÉL MURIÓ POR TI! Por mí. No creas que Él murió por otros, solo por aquellos que van a la iglesia o por aquellos monjes, curas, pastores, obispos, etc…. ¡Él murió por ti!
Acepta la realidad, la verdad de que: JESÚS ES LA ÚNICA SALVACIÓN PARA EL MUNDO.
Dios tiene planes para ti, Enséñales a todos lo que Él pasó, únicamente para darte la salvación. ¡PIENSA EN ESTO AHORA!
Y No solo actuemos como mucho actuaron en su tiempo.
Mat. 27:39-40 Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él: 40 Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz!
I. LA CRUZ QUE TODOS MIRAN vv Lucas 23:35 Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos; sálvese a sí, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
UNO A LA DERCHA Y OTRO A LA IZQUIERDA.
En la cultura de muchos pueblos ser zurdo o derecho es muy importante, ya que algunos los consideran como un defecto o maldición. Por eso es importante estar a la derecha o a la izquierda del trono.
Mat. 25:33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
Jesús comparó a las ovejas y los cabritos con los creyentes y los que no lo son. Las ovejas y los cabritos pastan juntos con frecuencia, pero los separan cuando llega la hora de trasquilar las ovejas. Ezequiel 34.17–24 también se refiere a la separación de ovejas y cabritos.
Pondrá a su derecha a los que reconocerá por ovejas suyas, que habrán oído su voz como a de su pastor; y a su izquierda a los réprobos, que ha querido figurarnos en los cabritos, por la impureza de estos animales, y por el mal olor que arrojan de sí. La mano derecha o la izquierda significan particularmente la salvación de los unos y la condenación de los otros.
Analizando: cuando los hijos de Zebedeo le preguntaron si podrían tener un lugar de honor junto a Jesús en su Reino, Él les respondió que no sabían lo que pedían (Marcos 10.35–39). Ahora que Jesús se preparaba para inaugurar su Reino mediante la muerte, los lugares a su derecha e izquierda los ocuparon hombres que morían: malhechores. Como Jesús explicó a sus dos discípulos hambrientos de poder, una persona que quiera estar cerca de Él debe estar preparado para sufrir y morir. El camino al Reino es el camino de la cruz.
II. LA CRUZ QUE MIRA ABAJO vv 39 Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Este hombre a punto de morir, se volvió hacia Jesús no en busca de perdón sino solo veía la posibilidad oportuna de salvarse.
1ª. Co. 11:26 Porque cada vez que coméis este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor hasta que él venga.
“Proclamáis la muerte del Señor”. No solo se refiere a anunciar y recordar la muerte física de él, que ya es notoria cada año, sino algo mucho mas profundo.
“Proclamáis la muerte del Señor”. Significa vivir cada día “muertos” al pecado, Gál. 2:20 He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.
Esto significa, no solo hablar de su muerte, sino de la nuestra, en sus afanes, pecados y actitudes.
Muchos usan a Jesucristo la cruz, como un puente, en su desesperación o en sus problemas piensan acudir a la cruz de Jesús, y luego de que son ayudados regresar a su vida pasada.
No le interesaba en lo más mínimo la persona de Jesús, ni su mensaje, ni su dolor, su doctrina. . . solo miraba una posibilidad de seguir siendo igual.
Durante sus años como el premier del Unión Soviético, Nikita Khruschev denunció muchas de las políticas y atrocidades cometido por José Stalin. Una vez, cuando andaba censurando a Stalin en una reunión o asamblea pública, fue interrumpido por un grito de una persona quien le preguntó, “Oye, tu fuiste uno de los colegas de Stalin. ¿Por qué entonces no lo detuviste tú? ““¿Quién preguntó eso? Gritó Khruschev. Un silencio de agonía siguió mientras que nadie en el salón se atrevió mover ni un músculo. Fue cuando Krushchev replicó quietamente, “Ahora entiendes el por qué.”
El miedo nos paraliza y nos impide tomar decisiones adecuadas, porque seguimos viendo hacia abajo, a la tierra, cuando nos preocupan mas nuestros compromisos de trabajo, sociales, de escuela, cuando es más importante quedar bien con los demás pero nunca hacer la voluntad de Dios.
III. LA CRUZ QUE MIRA ARRIBA vv 40-42 Pero el otro, reprochándole, le replicó: ¡Cállate! ¿Ni siquiera estando en la misma hora de tu condenación temes a Dios? Nosotros sufrimos el justo pago de los delitos que hemos cometido, pero este hombre es inocente. Y dijo a Jesús: ¡Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino!
Esto nos muestra que nuestras obras no nos salvan, pero nuestra fe en Cristo sí nos puede salvar. Nunca es demasiado tarde para volvernos a Él. Aun en su miseria, Jesús tuvo misericordia de este malhechor que decidió creer en Él. Nuestras vidas son mucho más útiles y plenas si nos volvemos a Dios a temprana edad, pero incluso los que se arrepienten casi al final estarán con Dios en su paraíso.
Es mejor reconocer nuestros errores y pedir perdón a Dios, mirar arriba significa entregarse a Dios, ver que su Hijo muere por mi culpa, es restauración y salvación.
TERMINO DICIENDO:
«EL CAMINO AL REINO ES EL CAMINO DE LA CRUZ»
CRISTO SUBIÓ A SU TRONO POR MEDIO DE LA CRUZ
Dice el Doctor Guthrie: «Hay coronas usadas por los monarcas cuyo valor no sería posible calcular. El precio pagado por las joyas es lo de menos importancia. Esas coronas costaron miles de vidas y ríos de sangre humana; pero en nuestra estimación la corona de Cristo es de más valor que todas las demás en conjunto. Cristo llegó a ser Rey en su muerte. Se humilló más que todos. Llegó a su reino por la puerta de la tumba y ascendió a su trono por medio de los escalones de la cruz.
¿A CUAL DE ESTOS DOS HOMBRES TE PARECES?
La noche cuando el vapor «Princes Alice» chocó con el «Bywell Castel», a causa de una densa niebla, y seiscientos excursionistas perecieron de los novecientos o más que iban a bordo, dos barqueros estaban amarrando sus barcos. Al oír el estallido y los gritos uno de ellos dijo: «Estoy cansado, me voy a casa, nadie me verá en la niebla».Los dos tuvieron que comparecer en la investigación del caso. Interrogado el primero si había oído los gritos contestó que sí. Vuelto a ser interrogado qué había hecho contestó: –Nada señor. — ¿No está avergonzado? A lo que contestó:–Señor, la vergüenza nunca me dejará hasta que muera. Interrogado el otro qué había hecho contestó: –Salté al barco y remé con todas mi fuerzas hacia el barco náufrago. Atesté mi bote de mujeres y niños, y cuando ya era peligroso tomar otra más, me fui remando con este grito: ¡Oh, Señor, quién tuviera un barco más grande! ¡OH, SEÑOR, QUIEN TUVIERA UN BARCO MÁS GRANDE!».Podemos imaginar las palabras dirigidas a estos dos hombres, cuán distintas habrán sido. ¡Oh, que cada lector pueda hacerse un examen delante de Dios y a la luz de su presencia pueda darse cuenta de cómo está aprovechando el tiempo tan precioso que él nos da! Y una santa compasión por las almas perdidas inunde todo nuestro ser, y desde hoy resuelva ponerse a entera disposición del Señor para un servicio más eficiente que honre a nuestro Dios y nos produzca más gozo.