LaJornada. Edición del 18 de Diciembre de 2007.
En Occidente es prácticamente unánime el rechazo a la circuncisión femenina –ablación de una parte del tejido de la vulva– que se practica con fines religiosos en una parte del mundo musulmán. Pero no ocurre lo mismo con la circuncisión masculina, la cual se efectúa sin restricción alguna no sólo con propósitos rituales, sino médicos en gran número de países occidentales. Resulta interesante el debate que sobre el tema se ha iniciado en las páginas del British Medical Journal.
La prestigiada revista médica presenta en su número correspondiente al 8 de diciembre la confrontación de dos puntos de vista de especialistas sobre la circuncisión masculina, a partir de la evidencia de que esta intervención se realiza más por razones religiosas que por justificaciones médicas. Con el título: “¿Es la circuncisión infantil masculina un abuso contra los derechos de los niños?”, Geoff Hinchley estima que esta práctica es peligrosa y debe ser detenida, pero Kirsten Patrick señala que los beneficios sobre la salud sexual que esta medida conlleva justifican la decisión de los padres. Me detendré en la primera postura.
Hinchley se apoya en el hecho de que es sumamente raro que exista una indicación terapéutica para la circuncisión infantil y que el procedimiento además no está sustentado en la opinión médica internacional. Para él, la circuncisión masculina ritual permanece sin revisión en contraste con otras prácticas como la circuncisión femenina, la escarificación facial y otras formas rituales de abuso infantil que han sido legalmente prohibidas. Señala que las leyes y principios orientados a la protección de los niños deben aplicarse por igual en los dos sexos.
El autor se pregunta: ¿por qué la sociedad y la profesión médica están coludidas con esta innecesaria práctica de mutilación? La disyuntiva en este debate es sobre la primacía de las convicciones religiosas de los padres; o los derechos humanos de los niños, la preservación de su integridad corporal y su derecho de autodeterminación.
Además de la justificación religiosa, dice el especialista, existen supuestas razones médicas para la circuncisión masculina, entre ellas la prevención del cáncer de pene, la masturbación (?), la obstrucción del tracto urinario e infecciones. Todas estas justificaciones son espurias –afirma– y carentes de respaldo científico. La mayoría de estos argumentos, como la reducción de la transmisión del VIH recientemente identificada, se relacionan con la conducta sexual adulta y no con la anatomía de los genitales o los principales intereses de un niño.
Adicionalmente, la mutilación genital masculina no es un procedimiento libre de peligros. Hay riesgos potenciales a corto plazo por la anestesia, sangrado e infecciones asociadas con cualquier procedimiento quirúrgico. A largo plazo, las complicaciones potenciales incluyen dolor durante la erección, desfiguramiento del pene y problemas sicológicos.
De acuerdo con el autor, reportes recientes muestran que los penes de adultos no circuncidados pueden ser más sensibles que los circuncidados, porque cinco de las áreas más sensitivas identificadas en algunos estudios son extirpadas durante la circuncisión.
Los sistemas legales de Estados Unidos y el Reino Unido prohíben la mutilación genital femenina: por lo tanto, en el caso de la circuncisión masculina discriminan entre los sexos, cuando se trata de defender a niñas y niños de los daños de la mutilación genital ritual.
La circuncisión masculina es un rito religioso antiguo entre musulmanes y judíos. Se trata de un procedimiento quirúrgico irreversible. Algunas religiones realizan la circuncisión masculina por medio de personas médicamente no calificadas. A juicio del autor, en Estados Unidos algunos sectores de la comunidad judía están reconsiderando este tema al realizar simbólicamente el ritual con el potencial de que el niño tenga la edad suficiente para decidir sobre el procedimiento por sí mismo. Algunos sectores musulmanes también retrasan el momento de la circuncisión o la realizan a edades avanzadas, lo que permite a los jóvenes participar en la decisión.
La realidad, concluye Hinchley, es que los derechos de los niños tienen una parte pequeña en la determinación de la aceptabilidad de la mutilación genital masculina en nuestra sociedad.
Se trata sólo de un punto de vista, pero que suena muy fuerte.