Hoy tuve el gusto de conversar con un hermano que durante algún tiempo fue (lo despidieron hace poco por no apoyar a cierto partido) Coordinador Deportivo en el CERESO de la Región Norte del Estado de Puebla.
Los presos son hombres y mujeres carentes de amor, les falta mucho amor. Desde el momento en que caen presos la vida se les termina, se acaba la familia, los amigos, la esperanza.
La vida en los ceresos es muy dura, sólo se come frijolitos y sopita casi todos los días. Los compañeros presos son individuos que nada tienen de parecido a los que vemos en la iglesia, algunos son drogadictos, asesinos, defraudadores, rateros, prostitutas… si la vida en la sociedad es difícil para cualquier individuo, dentro de la cárcel es peor por estos compañeros.
Quienes están presos ya no sabes de amor, sienten envidia, coraje, enojo, frustración, tristeza. Son personas muy sensibles, ellos saben diferir entre un saludo comprometido y un saludo de estima e interés real.
Muchos van a los reclusorios a predicar y llevar alimentos. Se reúnen varios presos principalmente por la comida, cualquier cosa que no sea frijoles duros es manjar a su paladar. Ellos antes de tener necesidades espirituales tienen necesidades físicas, antes de amar a su prójimo necesitan amarse así mismos.
Cuando un hombre cae preso, la familia se siente defraudada, avergonzada, enojada… el preso además de sufrir la ausencia social, también sufre la ausencia del apoyo moral de su familia. La ayuda al preso no radica solamente en el cautivo, también esta en apoyar a su familia.
Algunas cosas que se pueden o deben hacer, antes de leer la Biblia dentro del cereso pueden o deben ser:
Realmente interesarse por el individuo moral antes que el espiritual.
Escuchar al preso, lo que sea que el quiera hablar. Ellos necesitan hablar mucho y uno debe escucharlos con atención e interés. Luego de la charla entonces si, orar por y con ellos.
A veces el licenciado que los defiende se pierde. Si uno consigue el teléfono del abogado es de gran valor.
La familia suele abandonar. A veces el preso necesita hablar con su familia, con sus hijos… pero no siempre es posible. Regularmente uno siempre tiene amigos fuera de la familia, es difícil que ellos (presos) puedan mantenerse en contacto, pero si también uno consigue su teléfono y se lo da al preso para el es de muchísima ayuda. Además de experimentar el interés de uno hacia ellos, a estos realmente les conforta su estancia en la prisión.
Dentro de la cárcel no se tiene nada y hace falta todo. Unas muchachas que cayeron (en prisión) eran prostitutas. Tenían amigos que no las podían visitar porque eran hombres casados. Ellas se animaban mucho cuando hablaban por teléfono con sus amigos, y también se sentían contentas cuando ellos les mandaban cosas, un desodorante, una pulsera…
Si uno además de escuchar al preso pudiera visitar a su familia, si fuera posible o necesario, sería una doble acción. Por un lado se atiende al que esta recluido y por otro se fortalece a la familia, de lo cual se obtiene mayor visita de esta al cereso y por ende, mayor fuerza moral al preso.
La Palabra es importante para el preso, pero primero hay que volverlo persona y luego cristiano.
Esta charla de unos cuantos minutos que me dejo más enseñanza que toda la escuela sabática. Nuestra labor como cristianos es primeramente como personas. No todos podemos evangelizar por falta de profundidad en la Palabra, pero todos, bajo conciencia ciudadana podemos ayudar a los demás, la vida si la conocemos, solo necesitamos estar concientes.
Lo que me enseño este hermano me recordó el acompañamiento que hizo Jesús con las dos personas que caminaban a Emaús (Lucas 24:13-35), acompañar, escuchar, consolar, predicar… en esa secuencia.