Aurora. Hilel Resnizky
En la primera parte del extenso artículo que llamó «Cuestiones de familia», Hilel Resnizky expone sus razonamientos en cuanto a la herencia cromosómica y las conversiones al judaísmo. «La genética nos confirma lo que ya sabíamos desde el Génesis: Isaac e Ismael son hermanos y sus descendientes, primos. Lo que confirma la genética es la cercanía cromosomática entre los conflictuados y beligerantes co-habitantes de lo que fue llamado antes Palestina, a ambas márgenes del Jordán».
A continuación, la segunda parte de este muy interesante artículo.
Es importante acotar que el historiador de su época era Josefo Flavio, sospechoso de subjetivismo. Vale la pena acotar que su mal carácter es el que posiblemente le permitió gobernar entre el 40 al 4 a.C., longevidad no muy usual en esa época.
En la corte del rey «edomita» no se comía cerdo; si sus parientes se casaban con no judíos el cónyuge debía judaizarse (un poco insólito para un gentil, ¿no?).
Lo importante es que las fronteras coincidían bastante con las de David, contaba con el apoyo romano (Estados Unidos de esa época) y la economía floreció. Las autoridades de la Halajá de su época -Hilel y Shamai- mantuvieron con él relaciones correctas.
Fue Herodes el que refaccionó el Templo, hasta transformarlo en un monumento del mundo antiguo. El Muro Occidental es un monumento herodiano. El mismo Herodes es el que construyó la Mearat Hamajpela, Herodión e inclusive refaccionó Mesada. Herodes es el acreedor mayor de la Autoridad de Antigüedades israelí. Para una evaluación correcta de Herodes y sus hijos como gobernantes de Israel, es conveniente compararlos con sus sucesores- los procuradores romanos- por ejemplo Poncio Pilatos. La respuesta es unívoca.
Los edomitas combatieron valientemente en la rebelión del ’70. Hay quien dice que le rebelión fue un error. De todas formas, como diría Josefo, fue una «Guerra de los Judíos» en la cual los edomitas combatieron con patriotismo.
En el centro del país había un enclave samaritano. Como también ellos cuidaban la Torá, los hasmoneos se limitaron a destruir el Templo en el Monte Grizim. Tal vez pensaron que terminarían por asimilarse a la mayoría judía.
La conversión forzosa concluyó con los hasmoneos. No así la conversión voluntaria. En los comienzos de la era cristiana eran muchos los judaizantes, nada sorprendente conociendo el politeísmo. La corte de un reino al norte del Tigris, en Adiabene, se judaizó. La reina Helena y sus hijos construyeron monumentos en Jerusalén (las tumbas de los reyes, en el Kidrán o Cedrón) y colaboraron en la guerra del ’70.
El judaísmo planteaba a los conversos en general un problema dietético: la prohibición del cerdo y a los varones el de la circuncisión. Saúl de Tarso (San Pablo) los solucionó, aboliendo las prohibiciones dietéticas y la circuncisión. El cristianismo, que era una secta judía, se transformó en una religión abierta a los gentiles.
Con la ascensión del cristianismo al poder, comenzó la persecución de los judíos. La conversión se transformó en un peligro tanto para el converso como para los judíos. La ultima conversión en masa, la de los kuzaris a fines del primer milenio del cristianismo, tuvo lugar en las riberas del Mar Caspio, fuera de la égida de los cristianos y los musulmanes.
El reino kuzari existió entre el 700 y el 1016 de la era cristiana. Poco se sabe a su respecto. Artthur Koestler los cree antecesores de los judíos ashkenazitas. Tal vez algunos karaitas de Crimea lo sean. La inmensa mayoría de los ashkenazím descienden de los que se habían establecida en las orillas del Rhin y hababan un alemán afrancesado -o un francés germanizado, el idish- a los que las persecuciones cruzadas empujaron hacia el Este, a los confines de Polonia que a comienzos del segundo milenio estaba necesitada de la iniciativa judía.
A pesar de que el establecimiento en el Este estuvo acompañado de episodios sangrientos -por ejemplo las matanzas de l648- la nueva comarca permitió el desarrollo demográfico de los ashkenazim en un país que traducían al hebreo «Po lin» (Acá Anochezcas). La palabra idish «cholent», similar a «caliente», difícilmente coincide con el pretendido origen kuzari de los ashkenazim En el año ll70, hay judíos que acuñan las monedas de Polonia en algunas de las cuales aparecen palabras en hebreo. La inmensa mayoría de los judíos ashkenazim hablaban el idish, evolución de la lengua de los judíos del Rhin. Los cohanim, un grupo genéticamente diferenciable, existen tanto entre askhenazim como entre sefaradim. Los ashkenazim se transforman en el grupo mayoritario de las comunidades judías. La economía puede más que el odio gentil, el prestigio de Koestler como novelista no le da autoridad en genética.
El judaísmo es una unidad nacional, no una raza. La identidad judía sigue siendo como en tiempos de Rut una ascensión de nacionalidad. «Tu pueblo es mi pueblo, Tu Dios mi Dios», no una definición genética.
El esquema afirma que la segunda diáspora comenzó con la destrucción del Segundo Templo. En los mismos textos se cuenta como Rabí Iojanán Ben Zakai estableció, con el beneplácito romano, el Sanhedrín (Concejo Religioso) de Iavne.
Con medios «milagrosos» la población judía del país, encabezada por Bar Kojva, llevó una segunda rebelión que logró liberar Jerusalén (132 d.C. Solo tres años más tarde consiguen los romanos liquidar la rebelión judía. Tampoco allí termina la presencia judía en el país. Incluso luego de Betar los judíos siguen siendo la mayoría del grupo étnico más numeroso).
Los judíos de Eretz Israel conservan una vitalidad que les permite continuar la existencia del Sanhedrín y compilar la Mishná, el segundo cuerpo legislativo (200 d.C. El Sanhedrín se disuelve en 425, pasado un tiempo del Gobierno bizantino. En 400 d.C. se termina en Tiberíades la compilación del segundo código de la Halaja, el Talmud Ieruschalmi).
La salida a la diáspora no es un paso repentino (aunque haya habido expulsiones y servidumbre luego de la destrucción del templo en el año ’70 y la derrota de Bar Kojva en 135). Se trata de procesos paulatinos. Acompañados posiblemente por la conversión de la población judía al cristianismo y luego de la conquista árabe, al Islam.
En Eretz Israel hay ruinas de 90 sinagogas construidas entre el principio de la era cristiana y mediados de la Edad Media. Al parecer los judíos eran muy distraídos y seguían construyendo sinagogas no sólo después de la destrucción del Segundo Templo sino también luego de Bar Kojva (73) y del Talmud de Babilonia (500).
Al azar elegimos una sinagoga, la de Marot (Khirbet Marus) en la Galilea del Norte. Existió entre el 450 y el 1200. En el piso de la sinagoga hay un mosaico en el cual se describe un joven guerrero con su espada. En otro mosaico la inscripción: «Y morara el lobo con el cabriíllo».
Como dijimos, hay muchas sinagogas distribuidas desde el Golán hasta el sur, que demuestran no sólo la continuidad de la población sino la continuidad judía en Eretz Israel. Es evidente que la construcción y el mantenimiento de las sinagogas presuponen la solvencia necesaria por lo menos por parte de la población.
Es decir, hubo continuidad de residencia judía no solamente en Pekiín, en la Galilea (familias Zenati y Toma), sino en otros tantos puntos poblados.
Los judíos no desaparecieron de Eretz Israel tampoco en el Galut. Parte permaneció, como judíos, parte se convirtió primero al cristianismo y luego al Islam. Muchos palestinos admiten y declaran su origen judío.
En la mitología árabe palestina se habla de una Palestina limpia de judíos y de la continuidad de la colonización árabe.
Es importante aclarar que el crecimiento de la población árabe en Eretz Israel es paralelo y condicionado al crecimiento de la colonización judía. En contradicción con la tesis mandataria de que la colonización judía estaba limitada por las posibilidades de absorción del país, la realidad era que la colonización judía aumentaba las posibilidades de absorción, también de emigrantes árabes.
A comienzos del siglo XIX había en el país 250.000 habitantes, un quinto de los mismos judíos o cristianos. Entre l870 y 1947 creció la población árabe del país en 270 por ciento, comparada con 105 por ciento en Egipto en esa misma época. Es evidente que alrededor de l50 por ciento del crecimiento demográfico se debe no al crecimiento vegetativo sino a la emigración.
En l880 aproximadamente comenzó la colonización sionista y con la misma el rápido crecimiento demográfico. Eretz Israel a partir del siglo XIX fue un centro de inmigración judía y árabe. Si alguien recrimina a los «colonos» judíos, es interesante averiguar su genealogía. También los árabes son en parte «olim jadashim». En algunos puntos las pruebas son evidentes.
Los «awarna», grupo étnico de origen parcialmente africano, llegaron en el siglo XIX y colonizaron los valles, por ejemplo el Hula (un grupo de ex habitantes del Hula reside en Wadi Hammam o Najal Yonim) al lado de Migdal. Un poblado claramente awarna es Jiser Hazarka, al norte de Cesarea.
El poblado Misr (Egipto) al lado del kibutz Metzer es claramente de origen egipcio. Varias tribus beduinas se establecieron en el país, tal como Arab El-Hib en la Galilea.
Para llamar a las cosas con su nombre, la colonización sionista fue el factor que permitió el crecimiento demográfico de la población árabe, independientemente de la menor o mayor simpatía entre las poblaciones. Así como creció la población judía en Polonia con el crecimiento de la economía polaca y el papel que los judíos desempeñaron en el mismo.
Liberman les propone a loa habitantes árabes del Wadi Ara pasar con sus tierras al Estado Arabe y así realizar su nacionalidad palestina. Los conciudadanos árabes no lo aceptan. Y saben por qué.
Una última observación. Los filisteos, por los cuales el país se llamó Palestina y sus residentes árabes «palestinos» eran un pueblo llegado del mar, al parecer de Creta. Fueron un enemigo real para Israel y desaparecieron. Así como tengo, probablemente, sangre edomita y moabita, ¿tal vez tenga una pinta de sangre filistea?
Menos pregunta Dios. Y perdona.