Jesús es el Unigénito Hijo de Dios. Siendo Dios y participando de la gloria eterna de su Padre se hizo hombre como el Mesías prometido, revelando al Padre bueno. Es el Salvador del mundo por su vida sin pecado, su muerte y resurrección; y hoy vive glorificado como Señor, dando el poder de ser hechos hijos de Dios a todos los que creen en Él e intercediendo por ellos.
Jesús es el unigénito Hijo de Dios1. Fue engendrado2 por Dios en la eternidad3, en una realidad no determinada por el espacio y el tiempo propios de la naturaleza de las criaturas4. El término “engendrado” implica que Jesús es, lo que Dios es. Posee la misma naturaleza divina de su Padre. Fue engendrado sobrenaturalmente desde dentro de Dios mismo. La Biblia no explica cómo sucedió, simplemente declara que Jesús es el Unigénito Hijo de Dios. Es el único glorificado o exaltado por sobre todas las criaturas celestes y terrestres5.
1Marcos 1:1,11; Juan 3:16; 1 Juan 4:9; 2Hebreos 1:5-6; 3Juan 1:1; 4Salmo 39:4-6; Eclesiastés 3:1; 5Juan 1:14,18; 3:16,18; 1 Juan 4:9
El Hijo no sólo existía en la eternidad, sino que existía en la eternidad siendo Dios2. La naturaleza divina de Jesús fue afirmada por el Padre mismo3, respaldada por sus obras4 y proclamada por los apóstoles5. Jesús se asume como el “Yo soy”, expresión característica de Dios en el Antiguo Testamento6. Se identifica plenamente con el Padre7. Es adorado como Dios8 pues participa de la gloria eterna de su Padre9.
1Romanos 9:5; 2Juan 1:1; 3Mateo 3:17; Lucas 9:35; 4Juan 5:19-23; 14:11; 5Marcos 8:29; Colosenses 2:9; Tito 2:13; 6Éxodo 3:14; Juan 18:5-6; 7Juan 5:18; 10:30,33; 14:10; 8Mateo 28:17; Juan 20:28; Filipenses 2:10-11; Hebreos 1:6; Apocalipsis 5:11-13; 9Juan 17:5
El Hijo “era desde el principio”, cuando todas las cosas comenzaron, Él ya estaba1. El Hijo trasciende la dimensión del tiempo2. Fue la causa y razón de la creación3. Tenía gloria eterna con su Padre “antes que el mundo fuese”4. No es parte de la creación, es decir, no es una criatura5, el término “primogénito de la creación”6 hace referencia a la autoridad y preeminencia que tiene sobre ella7, como en el caso de Efraín que siendo el menor recibe la bendición del primogénito8 y el reconocimiento de su primogenitura de parte de Dios9.
1Juan 1:1-3; 2Juan 8:58; 3Colosenses 1:15-17; 4Juan 17:5; 5Juan 5:18; 6Colosenses 1:15-17; 7Colosenses 1:18; 8Génesis 48:14-19; 9Jeremías 31:9
Fue declarado anticipadamente que el Mesías tendría ascendencia divina1 y en cumplimiento de esa expectativa, el Hijo de Dios se humanó2 naciendo de una mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo3. Se hizo real y plenamente humano y experimentó las mismas tentaciones de los seres humanos4, en especial, las mismas tentaciones como Adán en el huerto5 e Israel en el desierto6. Pero a diferencia de estos, Jesús no desobedeció ni desconfió de Dios, venció por su obediencia radical7 y no por medio de portentos o huestes celestiales. Haciendo el bien deshizo las obras del Malo8. Su vida no fue determinada por los valores y miedos del mundo9. Su ministerio adoptó el modelo de “El Siervo Sufriente”10, figura designada por Dios para el Mesías prometido y rechazó las expectativas triunfalistas de sus contemporáneos11.
1Juan 8:58; 2Juan 1:14; Filipenses 2:6-8; 3Mateo 1:23; Gálatas 4:4; 4Hebreos 4:15; 5Lucas 3:38-4:4; 6Mateo 4:1-4; 7Hebreos 5:8-9; 8Mateo 12:24-29; Lucas 10:18; Hechos 10:38; 1Juan 3:8; 9Mateo 16:21-26; Juan 16:33; Hebreos 12:2-4, Filipenses 2:5-8; 10Isaías 42:1-9; 49:1-7; Isaías 53; Hechos 2:22-36; 8:26-35; 11Mateo 16:21-23; Lucas 9:51-56; Juan 7:41,52
Jesús reveló a Dios como Padre bueno, su vida y ministerio de enseñanza, sanidad, liberación y predicación, manifestaron claramente el tierno amor del Padre por los oprimidos, los perdidos, los pecadores y por todos los que sufren, a quienes vino a buscar y a salvar1.
1Mateo 9:35-36; Lucas 4:18; 19:10; Juan 16:27;
Jesús estableció una relación familiar con sus discípulos y con todos los creyentes de manera que formaran una familia en donde Dios es padre, los creyentes son sus hijos y hermanos entre sí, y todos se pueden sentar a su mesa1. La expresión “Abba”, para dirigirse a Dios, comprende la calidez, ternura y accesibilidad que los creyentes gozamos con el Padre2.
1Mateo 12:48-50; Marcos 2:15; Romanos 8:14-17; Gálatas 4:5-7; Hebreos 2:11; 2Lucas 15:20-32; Romanos 8:15
Jesús asumió plenamente la naturaleza humana, incluyendo su exposición a las tentaciones; sin embargo, su vida fue sin pecado. Su carácter resistió las pruebas que enfrentó: dijo no a las provocaciones del Adversario quien le puso frente a tres ofertas distorsionadas de la vida: la materialidad como fin en sí misma, la manipulación de la fe y la gloria inmediata1, su vida se constituye en modelo a seguir2 y su sacerdocio es solidario3.
1Mateo 4:1-11; 21 Pedro 2:21-22; 32 Corintios 5:21; Hebreos 2:18; 4:15
Jesús es el mensajero y contenido de la buena noticia de que Dios ha venido a liberar su creación, de todo aquello que impide la plenitud de la vida, reconciliando consigo al mundo y haciendo posible la paz (elShalom) mediante la sangre de su cruz1. La salvación es liberación de todos los poderes que oprimen y limitan la existencia humana. En la vida, muerte y resurrección de Cristo, Dios irrumpe con su reinado, venciendo a esos poderes y trayendo redención al mundo2.
1Romanos 5:1-11; 2 Corintios 5:18-21; 2Efesios 2:1-10; Colosenses 1:13; 2:15
En el centro de la fe cristiana se halla la muerte de Jesús en la cruz, pues esta es la más grande expresión del amor de Dios. Él muere como consecuencia de su obediencia radical a Dios y amanos de los representantes de los poderes políticos y religiosos de la época, que lo sometieron a la ejecución destinada para lo más vily despreciado de su sociedad. Jesús enfrenta la muerte con un profundo dolor, magnificado por su condición de Hijo cercano y obediente a su Padre, llegando a la experiencia de unaabsoluta soledad y abandono; incluso de Dios1. Sin embargo, muere con esperanza de retornar triunfante a una nueva vida2.
1Mateo 26:36-39; Lucas 12:50; 22:44; 2Marcos 14:25
Según las Escrituras, Jesús resucitó al tercer día. La veracidad de ese acontecimiento sin igualen importancia y poder, movió el corazón de los primeros creyentes para que, confiados en la presencia de su Señor resucitado, enfrentaran el ambiente adverso a su proclamación.¡Jesús venció la muerte!, dejó la tumba vacía. Por esta verdad y el poder que tiene este mensaje, los creyentes estuvieron dispuestos a dar la vida1.
1Hechos 5:30-32; Romanos 4:23-25; 6:4; 1 Corintios 15:1-20; 2 Timoteo 2:8
Ante la incredulidad e insistencia de los judíos, Jesús les dio la que se conoce como “Señal Mesiánica”1, la cual predice el tiempo que duraría en la tumba después de su muerte: Tres días y tres noches; es decir, días completos, el mismo tiempo que el profeta Jonás estuvo en el vientre del gran pez2.
1Mateo 12:38-40; 2Jonás 2:1
Considerando que: los judíos contabilizaban el día comenzando con la noche ya que en la creación primero fue la oscuridad y después, la luz apareció como el primer acto creativo de Dios: “Y fue la tarde, y la mañana un día”1 y que, el término “víspera”* es una de las divisiones del día romano, que correspondía al crepúsculo de la tarde; concluimos que la cita de Mateo 28:1-5 nos señala que la resurrección de Jesús aconteció la tarde o fin de la parte clara del sábado semanal. A partir de este hecho se puede contar hacia atrás y ver que “los tres días y las tres noches” inician el miércoles por la tarde, día en que murió y fue sepultado el Salvador tal como, en otro momento, Él mismo lo anunció2.
1Génesis 1:1-5; 2Marcos 8:31; *En latín “vespera”, de donde procede la expresión, vespertino
La frase: “y era día de la víspera de la pascua; y estaba para rayar el sábado”, en el Evangelio de Lucas1, parece dar a entender que Jesús fue puesto en la tumba el día viernes, pero es necesario tomar en cuenta que el Evangelio de Juan afirma que se trataba de “el Gran día de Sábado”2; expresión que nunca se utiliza para referirse al sábado semanal. Se trata, más bien, del primer día de la Fiesta de los Ázimos que los judíos habían unido como una sola fiesta con la Pascua, la más grande de las fiestas, pues en ella y en ese día se conmemoraba su liberación de Egipto. Aunque era jueves fue designado como “Gran día de Sábado” que por mandato de Dios quedó como el principal de los “Sábados Ceremoniales”3, los cuales podíantener lugar cualquier día de la semana, con excepción del séptimo día.
1Lucas 23:54; 2Juan 19:31; 3días festivos: Éxodo 12:12-17; Levítico 23:6-8,39
En resumen: Jesús fue puesto en el sepulcro durante el crepúsculo de la tarde del día miércoles y resucitó en algún momento antes de finalizar el sábado semanal siguiente. De esta manera, se cumplen cabalmente los tres días y las tres noches de “La Señal Mesiánica”.
Por causa de su muerte y resurrección, Jesús vino a ser Señor de todo, trascendiendo todo dominio, potestad y señorío1. Podemos entender la expresión “El Señor” en dos sentidos, el primero se refiere a su identidad con el Dios de Israel, a quien, para evitar pronunciar y/o escribir su nombre se le llamaba: “El Señor”*2 el segundo, para declarar su total autoridad sobre todo lo creado y reconocerlo como digno de toda sujeción obediente y suprema adoración3.
1Romanos 14:9; 2Deuteronómio 6:4; 3Hechos 2:36; Efesios 1:20-23; Filipenses 2:11; Apocalipsis 5:11-14; 19:16; *En hebreo Adón o Adonai
A toda persona que cree en Jesús, que le recibe, le es otorgado el poder de convertirse en hijo de Dios. Esta filiación es dada por el Padre como un regalo de amor a quienes aceptan a Jesús, su Hijo, como Salvador1. Un nuevo espíritu les confirma la nueva relación de amor entre los creyentes y Dios su Padre; guiándoles a la plena obediencia de su voluntad2.
1Juan 1:12-13; 1 Juan 3:1-3; 2Hechos 5:32; Romanos 8:14-17
Jesucristo aboga en favor de los creyentes. Su intercesión no terminó a la hora de su muerte, desde su nueva condición se constituyó en defensor de los pecadores. Como mediador del nuevo pacto es sensible a la realidad de las debilidades humanas y quien con sinceridad y arrepentimiento le busca, encuentra la consolación y el perdón divino1.
1Hebreos 7:24-28; 1 Juan 2:1