Punto de fe 4. El Espíritu Santo
Por el Espíritu Santo, Dios está presente de manera activa y vivificante en el mundo. Es poder de Dios que da vida nueva, hace de los creyentes hijos de Dios, les une en auténtica comunión y les hace capaces para ser testigos de Jesús hasta lo último de la tierra.Por el Espíritu Santo, Dios y su Hijo, actúan en el corazón de cada creyente dándole el amor genuino como fruto y tarea, que incluye el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu reparte a cada uno.
En Jesús se manifestó la plenitud del Espíritu Santo, dejando ver la irrupción del Reino de Dios entre los seres humanos1. Luego de la ascensión del Señor resucitado, Dios continua, por medio del Espíritu Santo la obra de salvación2 y prepara el corazón de las personas, aún antes de recibir la predicación del Evangelio3.
1Lucas 4:18-19; Mateo 12:28; Hechos 10:37-38; 2Juan 16:7-8; 3Hechos 18:9-11
Explícitamente Jesús afirmó la procedencia del Espíritu Santo: viene de Dios1. Es una realidad que se origina en Él y le pertenece2.El hecho de que el Espíritu Santo venga de Dios, revela la gran verdadde que Dios está profundamente comprometido con sus criaturas, y busca que éstas lo experimenten como cercano, presente, atento y dispuesto a habitar permanentemente en ellas3.
1Juan 15:26; 2Mateo 10:20; 3Juan 14:16-17
El Espíritu Santo viene de Dios como respuesta a la necesidad humana de salvación, de dirección, de redención y de restauración. Es la expresión amorosa de Dios que continúa dándose en una relación íntima, de padre a hijo1.
1Tito 3:4-7
El Espíritu Santo hace nacer al creyente a la vida nueva que viene de Dios y le sustenta en ella1. Esta vida nueva es un milagro de Dios que demanda del creyente su disposición a la influencia del Espíritu Santo; que se traduce en una vida activa, responsable y anhelante de su plenitud2.
1Juan 3:3-6; Romanos 8:2, 6, 10-11; Efesios 3:16; 2Romanos 8:23; Gálatas 5:16-25; 6:8; Efesios 5:17-20
Dios toma como hijo a la persona que cree en Jesús1, y por el Espíritu Santo trasforma su corazón para que experimente a Dios como Padre2y esté dispuesto a cumplir su voluntad como lo hizo Cristo3.
1Juan 1:12; 2Romanos 8:14-17; 3 Romanos 8:29; 1Juan 4:17
La transformación que realiza el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes, no sólo permite experimentar a Dios como Padre, sino a los creyentes como verdaderos hermanos1 y miembros de un mismo cuerpo2.
1Efesios 2:18-19; 4:1-6; 21 Corintios 12:13
El poder y la autoridad necesaria para la misión redentora a las naciones, emana del Espíritu Santo a los creyentes1. De su fuerza reciben la capacidad para testificar, superando el miedo y las limitaciones que intentan frenarlos, y ellos se convierten en expresión viva de ese mensaje hasta la muerte misma2. Al acompañarlos confirma y completa la obra de los enviados por Jesús3. De él nace la compasión que deja ver y sentir la soledad, el dolor y la miseria que agobian la vida del ser humano4.
1Juan 20:21-23; Hechos 1:8; 2 Corintios 3:4-6; 22 Corintios 4:16-5:5; Filipenses 1:27-30; Hechos 21:13; 3Mateo 10:19-20; Romanos 15:19; 4Lucas 4:18
Por el Espíritu Santo, Dios y su Hijo actúan en el corazón de cada creyente, dándole el amor genuino como fruto y tarea, para apreciarlo es necesario ver en paralelo Gálatas 5:22-23 y 1 Corintios 13:4-8; pues las características del amor en Corintios se corresponden y son enlistadas en Gálatas. La apertura al Espíritu Santo en la persona y en la comunidad, se manifiesta en el amor sincero que inspira la obediencia, el servicio y la preocupación por el bienestar de unos por otros1, incluye el ejercicio de los dones que el mismo Espíritu reparte a cada uno2. El amor hace que el surgimiento, la búsqueda y el uso de los dones, sea para la edificación y el bien de los demás en el cuerpo de Cristo3 teniendo como meta la madurez y plenitud propias de Jesús4.
1Gálatas 5:13; Hebreos 10:24; 1 Juan 2:8-11; 4:7-9; 21 Corintios 14:1,12; Efesios 4: 7,11-13; 3Efesios 4:11-13; 4Colosenses 1:28-29