LIBRADA DE VERGÜENZA E INTEGRADA A LA COMUNIDAD
Marcos Baker, Estados Unidos
Una lección acerca de la sanidad integral según Marcos 5:21-34
Estas desnudo en la esquina de una calle en la ciudad. Haces esfuerzos inútiles de cubrir tu cuerpo con tus manos y buscar un lugar donde esconderte. Todos te están mirando. En ese instante te despiertas. Fue un sueño, pero el sudor de tu cuerpo te hace conocer el poder de esta emoción: vergüenza.
La mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de sentir que todos nos están mirando fijamente y cuando hubiéramos deseado desaparecer. Estos son momentos de vergüenza: tropezar y caerse de las escaleras, dar la respuesta equivocada en la clase, contar un chiste sin que a nadie le cause gracia. Estas experiencias son inevitables.
Existe también una profunda e internalizada vergüenza que nos hace creer que somos deficientes. Hemos internalizado la imaginaria voz que nos sugiere cosas como: “Eres feo,” “Eres tonto,” “Hablas mucho,” “Eres pobre,” “Eres un fracaso” o “No eres atlético.”
¿Cómo Dios responde a nuestra vergüenza? Los Evangelios nos muestran cómo Jesús ha respondido. En Marcos 5.21-34, encontramos a Jesús yendo a la casa de Jairo. Una multitud le estaba acompañando apretándole por todos los lados. Una mujer se metió entre la multitud, metió la mano entre unas personas, tocó por detrás el manto de Jesús y fue milagrosamente curada.
¿Qué conocemos de esta mujer sin nombre? Conocemos que había sufrido mucho. Enferma por 12 años, ella había experimentado la frustración de ir de un doctor a otro buscando la cura. Los esfuerzos sin resultados la habían dejado sin recursos económicos.
Su sufrimiento fue profundizándose por su situación de persistente enfermedad. Probablemente ella tenía un flujo menstrual inusual. Este flujo de sangre le trajo problema en su comunidad religiosa. Según la ley de Levíticos alguien con una herida abierta o con flujo menstrual era considerado “impuro” (Levíticos 15:25-34). Mientras impura, la persona no podía entrar en el templo. Para la mayoría de las personas esto era un problema temporal; pero para esta mujer era un estado permanente.
Su situación fue aun más complicada por el hecho de que cualquier persona que tuviera contacto con ella, esta persona quedaba impura. Desafortunadamente, ella vivió en el tiempo en que los fariseos pusieron atención especial a estas leyes del templo hasta el extremo de aplicarlo a sus hogares. Por consiguiente, los fariseos y sus seguidores no hubieran permitido entrar a esta mujer en sus hogares. A pesar de que no todos hayan ido hasta este extremo, ella probablemente sufría un estigma generalizado por cómo los fariseos la trataban.
En medio de su sufrimiento físico y económico esta mujer indudablemente cargaba una pesada carga de vergüenza. Después de 12 largos años es difícil imaginarse que ésta vergüenza no haya penetrado hasta lo íntimo de su ser. Tal vez ella haya sentido que ella era problema para todas las personas con las que ella tenía contacto. No es sorprendente que ella se haya acercado a Jesús por detrás y haya querido tocar su manto secretamente. Llena de vergüenza, ella buscó llamar la atención hacia sí misma lo menos posible. A pesar de la confianza en su poder sanador, ella probablemente pensó que él iba a querer evitarla como los otros líderes religiosos. Tocando anónimamente el manto ella evitó confrontación.
Imagine su alegría cuando sintió la sanidad de su cuerpo. Pero esa emoción fue superada por otra emoción cuando ella escuchó las palabras de Jesús, “¿Quién ha tocado mis vestidos?” Cuando ella admitió con miedo que la había tocado, ella tal vez estaba esperando una respuesta con enojo. Pero en lugar de condenarla por haberle contaminado con su impureza, Jesús dijo, “Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tus enfermedades.”
¿Por qué Jesús preguntó quién le había tocado? ¿Para impresionar a los discípulos? Probablemente no. Ellos ya habían visto cosas más espectaculares. Jesús estaba preocupado por la mujer. Primeramente, sanándola públicamente Jesús removió su situación de “impura” y comenzó el proceso de su re-entrada dentro de la comunidad como una persona sana. Aun más importante Jesús entendió que esta mujer necesitaba más que una sanidad física. Él la removió de su posición de vergüenza y la trajo ante la multitud, no para condenarla sino para ofrecer sus palabras de paz y ánimo.
Las palabras de Jesús habrán permeado en su ser como el agua en el seco suelo alrededor de las sedientas plantas. Por años el sistema religioso la había alienado. Aunque su problema era físico, las miradas de los líderes religiosos la habrán hecho sentir menos como persona, rechazada. Ahora este maestro, Jesús, ofrece palabras de alabanza por su fe, gentiles palabras de paz que calma su alma, palabras de esperanza que su sufrimiento ha pasado.
Jesús consideró tan importante decir estas palabras a esta mujer que se quedó y le hizo la pregunta a pesar de que él estaba yendo para ayudar a una persona en urgente necesidad. Con seguridad Dios quiere demostrar la misma preocupación hacia nosotros cuando luchamos con nuestra vergüenza.
Hemos enfocado en la manera en que Jesús sanó a esta mujer de su profunda vergüenza para dar atención a un aspecto de esta historia que no siempre miramos. Sin embargo, con esto no quiero insinuar que no fue de gran importancia la acción de Jesús de sanarla físicamente. En realidad lo que vimos en esta corta historia es un ejemplo de la mision integral de Jesús. Él se preocupa no sólo por la parte física, ni por lo espiritual solamente de la persona, sino por la persona completa como un todo. Jesús ayudó a esa mujer físicamente, que también tuvo implicaciones económicas, le ayudó emocionalmente y le ayudó socialmente buscando su reintegración a la comunidad.
También Jesús tocó el aspecto espiritual y religioso de la vida de esta mujer al actuar en una forma muy diferente que los otros lideres religiosos que ella había conocido. Entonces por esta historia Jesús nos revela que Dios no es un Dios de acusación quien aumenta nuestra vergüenza, sino un Dios que nos ama en una forma completa e integral y nos invita a amar a otros en la misma manera.
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Derechos reservados, Mark D. Baker, 2007