Diác. Juan Sánchez García
Algunas ves hemos visto como algunos ministerios pastorales de grande éxito se tambalean, entre el fracaso y la vergüenza. Siempre recordamos sus grandes exposiciones o reflexiones en la predicación, que nos impactaron, pero lo triste es ver como, ya no me impactan en forma personal, como que vemos que en ves de adelantar se están quedando atrasados, y no en el conocimiento, sino en su eficacia para poder transmitir el mensaje real de Dios a la gente.
Lo había escuchado predicar y no pasó lo mismo que otras veces: siendo un gran maestro de la Biblia, estaba retrocediendo en sus predicaciones; cada vez hablaba menos de Cristo y más de otras cosas. En el éxito del ministerio, había perdido el toque del Maestro…y hoy no era ni la sombra que algún día fue, y la respuesta seria: se a alejado tanto de la luz de Dios que solo lo cobijan las luz del conocimiento.
Y nos preguntamos, ¿Qué esta pasando, donde quedo el gran predicador que era hace algunos años?
Una vez un amigo me comentó que estaba leyendo un libro de un renombrado pastor, sin embargo le pareció que este hombre estaba tan metido en la situación difícil en que vivía que había perdido de su vida la frescura del amor y la presencia del Señor.
Cuenta una historia de un matrimonio, que sumidos en la rutina del trabajo y de la ciudad, decidieron cambiar de residencia hacia las montañas.
Todas las mañanas salían antes del alba para poder contemplar la creación tan hermosa que los rodeaba. Pero al paso de los años era tan rutinario contemplar todo lo que los rodeaba, que dejaron de hacerlo. Pensando, que lo tenían a su alcance siempre que lo desearan.
Cuantas veces nos perdemos dentro de las cosas, aunque sean demasiado bellas y nos olvidamos de apreciarlas en su valor y dimensión.
Tal vez una de las luchas más grandes de la vida cristiana y del ministerio es el de mantener la relación personal con Cristo. La actividad, la presión, el trabajo y hasta el éxito atontan para dejamos «sin tiempo…», ese tiempo apartado para encontramos con nuestro Dios y su Hijo Jesucristo.
Jn. 17:3 Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesús, el Cristo.
Esta oportunidad muchas veces dejada por otras actividades menos redituables a la vida espiritual.
Jesús mismo, el hombre perfecto, debió luchar para poder apartarse de las multitudes, pero parte del secreto de su vida y ministerio era su relación profunda con el Padre.
Mat 14:23 Y despedida la multitud, subió en el monte, apartado, a orar; y cuando llegó la tarde del día, estaba allí solo
Predicamos acerca de María y Marta, pero en nuestra experiencia vivimos más la experiencia de Marta que la de María. Ocupados en menesteres cotidianos sin mucha importancia o que pueden ser hechos después.
Conocer verdaderamente a Dios y a su Hijo, Jesucristo y predicar verdaderamente a Ellos es la esencia de nuestra tarea. Hay una diferencia sutil pero grande entre predicar acerca de Cristo y predicar a Cristo. Podemos hablar acerca de las buenas noticias o hablar las buenas noticias. Podemos ser como los discípulos en el camino de Emaús que conocían las Escrituras, sin embargo no habían visto al Mesías en ellas. Jesús les llamo «insensatos y tardos de corazón» y debió ayudarles ver a El en todas las Escrituras «desde Moisés y siguiendo por lodos los profetas».
Muchas veces confundimos la devoción con la mera religiosidad, y caemos en el grande error que muchos cristianos han caídos antes que nosotros, pensar que no importa que ya no seamos tan devotos, puntuales, lectores de las Escrituras, si aun estamos asistiendo y diezmando y eso es lo que cuanta para el Señor. La religiosidad es tan peligrosa para el ministerio como la inmoralidad. Deja la conciencia tranquila y el corazón frío. Puede ser que se cauteriza la conciencia tanto, que ya no sintamos nada por hacer.
Mat. 23:27-28 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas por dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.
La religiosidad no levanta el alma más alta que a sí mismo. Verdaderamente es el opio de los pueblos. Lo que el pueblo necesita y lo que yo necesito es unión con el Cristo vivo.
Mat. 23:25-26 Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo que está de fuera del vaso o del plato; mas por dentro están llenos de robo y de incontinencia. 26 ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio!
La mucha actividad, las presiones de trabajo, familia y ministerio nos facilitan la caída en la religiosidad y no en la relación de vitalidad con el Señor.
Es como en el matrimonio alguien dijo: con mi esposa aprendimos una de las lecciones más sencillas y básicas de una relación: el pasado no es substituto del presente. Fue importante que en el pasado invirtiera tiempo con mi esposa, pero la intimidad depende de un pasado bueno y una vivencia presente.
La Biblia en lenguaje censillo.