¿Formación teológica? ¡Tenemos un problema!
Joana Ortega
Soy licenciada en Teología, excelente cum lauden, doctora en Filosofía y ciencias de la educación, excelente cum lauden también, y algún que otro posgrado para añadir. Pero no es que pretenda alardear de mis logros académicos o personales, que va, lo que pasa es que hace ya mucho tiempo que sospecho que todo eso no vale para nada en el día a día de las aulas de teología e incluso en el día a día de la enseñanza que pretendemos ofrecer en nuestras iglesias.
He compartido el aula con alumnos y alumnas de Teología durante 14 años, y en esos 14 años me he tenido que enfrentar con una gran cantidad de anécdotas -que no voy a enumerar ahora- que serían una prueba definitiva e irefutable del título de esta entrada.
Los que me conocen saben que tengo una frase preferida, por supuesto irónica -podría ser mi epitafio en un futuro que espero muy lejano- que refleja el grave problema que tenemos todos los que nos dedicamos o nos hemos dedicado a la formación teológica: «Yo sólo soy una pobre mujer evangélica». Voy a explicar el origen de esta frase. Comenzaba el curso, una de mis asignaturas, como es de suponer, era Filosofía, y un alumno, alardeando de un «gran conocimiento bíblico» cuestionó de una forma bastante grosera lo que yo intentaba enseñar. En ese momento tuve que hacer algo que no me gusta en absoluto, porque creo que no debería ser necesario hacerlo, que fue hacer valer mi autoridad como supuesta «experta». Como él era un hombre y yo una mujer, de ahí la frasecita.
Pero, eso no es todo, en una escuela dominical para adolescentes en la iglesia tuve que hacer valer, de nuevo y contra mi voluntad, una autoridad no reconocida frente a una niña que no tendría más de 15 años, y podría añadir un largo etcétera. Basta con un «lo dice la Biblia» para que no hagan falta ni explicaciones, ni argumentos ni razones; como si eso que dicen que dice la Biblia fuera esa verdad clara y distinta tan buscada por Descartes y desde la que, supuestamente se acabarían estableciendo los fundamentos verdaderos del verdadero edificio del conocimiento verdadero; verdad que, por otra parte, creyó encontrar pero que complicó mucho más las cosas de lo que ya lo estaban.
Durante esos 14 años, en los que intenté poner mi granito de arena en el ejercicio de la formación teológica, siempre comenzaba mis clases con la pregunta: ¿Pensáis que la Teología es una ciencia? Casi nadie sabía qué responder, y yo decía a mis alumnos y alumnas: Claro que la Teología es una ciencia, tiene un objeto de investigación y también un método, así que ¡vamos a trabajar!
Pero, en lo que respecta a la formación teológica, tenemos un problema, y es un problema de autoridad. Muy pocas personas son capaces de reconocer la autoridad de los expertos y las expertas en Teología, a pesar de que no tienen ningún problema en reconocer la autoridad del médico, el abogado, el juez o el asesor financiero, por poner algunos ejemplos, porque parece que en esto de la Teología todo vale, por muy peregrino, absurdo, irracional, burdo, etc., etc., que parezca. Y no me refiero a una autoridad impuesta, sino a que la «… autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y de abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y de conocimiento: se reconoce que el otro está por encima de uno en juicio y perspectiva y que en consecuencia su juicio es preferente o tiene primacia respecto al propio. La autoridad no se otorga sino que se adquiere, y tiene que ser adquirida si se apela a ella. Reposa sobre el reconocimiento y en consecuencia sobre una acción de la razón misma que, hacíendose cargo de sus propios límites, atribuye al otro una perspectiva más acertada. Este sentido rectamente entendido de autoridad no tiene nada que ver con una obediencia ciega de comando. En realidad no tiene nada que ver con obediencia, sino con conocimiento.» (H. G. Gadamer, Verdad y Método).
¿Formación teológica? Si, por supuesto. Pero a ver cómo solucionamos ese problema de autoridad, porque no podemos formar ni educar en Teología si tenemos que estar peleando contínuamente con los elementos y no se reconoce que dicha ciencia, como las demás, requiere mucho esfuerzo, muchos años de estudio y de investigación, y muchas batallas intelectuales.
Me gustaría saber cómo podría tomar contacto con la Sra. Joana Ortega.
Soy profesor de teología sistemática, luterano, viviendo ahora en los Estados Unidos.