Oseas F. Lira

Lección 06: ¿Es a mí?

La lectura bíblica previa de esta lección comprende los caps. 10, 11 y 12 de Mateo. En la sección Análisis se nos dice que:

En el cap. 10 Jesús se dirige a sus discípulos
En el cap. 11 Jesús se dirige al pueblo
En el cap. 12 Jesús se dirige a sus opositores, los fariseos principalmente.
El título de la lección es una pregunta que dice ¿Es a mí?, y yo pregunto: ¿Es a mí?, discípulo; ¿Es a mí?, pueblo; ¿Es a mí? fariseo; ¿En qué audiencia me ubico?

• A continuación un comentario en relación con el cap. 10 de Mateo, que servirá para ver desde otra perspectiva todo el punto I del Análisis:

Contra lo que muchos pudieran pensar, Jesús dedicaba mucho tiempo a enseñar a sus discípulos; a veces dedicó más tiempo del normal, como en el sermón del monte. De todos los que le seguían Cristo escogió a un grupo muy pequeño, sólo 12. Les enseñaba tanto en palabras como con su propio ejemplo. Incluso cuando se detenía a hacer un milagro, por ejemplo cuando sanó al ciego Bartimeo de Marcos 10:46-52, este contexto nos permite referir una costumbre de la época, costumbre a la que el Señor Jesús se ciñó y aprovechó para enseñar. La costumbre era que los maestros iban por los caminos, como peregrinando, por algún asunto, y mientras caminaban los discípulos seguían a su maestro. Esto ocurría en el caso de Bartimeo, por eso él se sentó a esperar, aunque ciego, a que pasaran los maestros; bien, pues en esa ocasión atinó a pasar también por ahí, viniendo de Jericó, a Jesús con sus discípulos, y Jesús iba enseñándoles. Regreso al punto inicial: Jesús dedicaba mucho tiempo a enseñar a sus discípulos. A cuántas giras no acompañaron los discípulos a Jesús, ellos vieron cómo se predicaba el evangelio, y vieron los milagros que el maestro hacía. Pero la preparación exigía también la puesta en práctica de la enseñanza recibida; los discípulos ya conocían el mensaje, ahora tenían que predicar lo que cada día habían aprendido del maestro, por eso la mejor forma de practicar era siendo enviados a predicar. Ellos recibieron de Cristo el poder necesario para llevar a cabo su ministerio. Estarían físicamente separados de su Señor pero nunca de su poder. Las operaciones de poder que Jesús practicaba ellos las harían también; así, el ministerio sería respaldado por el poder de Dios. La enseñanza de Jesús no fueron palabras comunes, sino la expresión poderosa de la voz misma de Dios, acompañada de sus obras. Jesús les había enseñado:

–Cómo acceder a la gente.
–En qué lugar pernoctar.
–De dónde recibir lo necesario para el sostenimiento cotidiano.
–Cómo actuar cuando fueran rechazados.
–Cuando Jesús ya no estuviera con ellos, se encontraían con problemas, rechazo e incluso persecución, que debían afrontar solos.
–Los conflictos y obstáculos a los que se enfrentarían les permitiría valorar el costo de seguir a Jesús.

Todo ese modo de comportamiento de la gente caracteriza todavía al mundo actual. Por lo que las lecciones aprendidas por los discípulos sirven todavía de ejemplo a los cristianos de hoy.

El Señor dio razones fundamentales por las que el compromiso en el terreno del testimonio es posible y aún deseable.

Las instrucciones siempre fueron acompañadas de reflexiones y promesas. Lo que se esperaba de los discípulos era que fueran a predicar el evangelio del reino, tal como vieron y aprendieron de su maestro. Los discípulos básicamente fueron evangelistas, no se quedaron de pastores amarrados a una Iglesia, o de copastores, o de directores de departamento solamente. Para el ministerio recibieron la provisión necesaria, capacitación personal, instrucciones sobre cómo obtener el sustento cotidiano. Ahora los discípulos aprenderían sobre la marcha, en el trabajo ministerial, a confiar plenamente en el Señor. Sabían que el evangelio era realmente una buena noticia de Dios para todos los seres humanos, y también estaban conscientes de que serían rechazados. Los hombres los acusarían como malechores ante los tribunales; serían juzgados injustamente y serían sometidos a castigos corporales, incluso morirían, pero Jesús que los enviaba proveería de cuidado para ellos. Dios estaría con ellos a lo largo de todo su ministerio. El Padre celestial cuidaría de ellos cada día con más solicitud y cariño que de otros seres de su Creación (10:31: Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos.) Proclamación más testimonio personal traería bendición. Qué contradicción, el mensaje de paz traería confrontación. Todo esto fue claramente advertido por el Señor. Y lo bello es que también hay bendición reservada para quienes tienen un determinado trato con quienes sirven en el ministerio al Señor (Dice en 10:42: Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.) Hermano lector de la Iglesia de Dios (7° día), si usted es congregante lea el cap. 10 de Mateo para entender la bendición que trae el ser discípulo seguidor de Jesús, es decir ser Pastor. Si no lo es, al menos aprenda a tratarlo y respetarlo.

Hermano Pastor y lector, cuando le falte fuerza en su ministeriom, hará bien en permitir que el Señor Jesús le consuele con sus palabras a través de este capítulo, en el que encontrará el decálogo del discípulo, el evangelio para el discípulo, la promesa para el discípulo. Para usted son las palabras de 10:39: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”

Si usted hermano lector es solamente congregante y no ha querido asumir responsabilidad, entonces lea solamente el cap. 11 de Mateo, ya que en él el Señor Jesús le habla al pueblo, y ahí es donde usted se ubicaría.

Bien, ahora sólo un comentario muy sencillito sobre unos versos de este capítulo pero que podrían causar preocupación y controversia, la cita es Mateo 10:11-14: “11Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. 12Y al entrar en la casa, saludadla. 13Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. 14Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies.”

Llama la atención que el Señor no les indica a los discípulos dónde predicar (casas, calles, alguna sinagoga, caminos, aldeas…, es decir en todos los lugares donde él predicó) sino que prefiere indicarles dónde descansar.

Jesús se reunió con publicanos y pecadores, y por hacer esto los fariseos le lanzaron fuertes reproches. A pesar de esto, no hay contrasentido en la instrucción de fijarse a dónde se alojaban los discípulos. Los predicadores del evangelio no pueden alojarse en cualquier lugar (colonia de mala reputación, junto a un antro, cerca de un bar, incluso esto podría perjudicar su reputación como evangelista, mucho menos hospedarse en casa de un conocido agiotista, un gallero o un extahúr, un explotador de empleados, un marido regañón y violento, etc.) Fíjese en esto: Ninguna persona es indigna de ser alcanzada con el evangelio, pero no todas son dignas para hospedar a un evangélico o a un pastor o a un evangelista. Hospedarse en una casa digna dignifica el evangelio. Una persona de mal testimonio no es digna de hospedar a un mensajero del Señor. El evangelista debe cuidar su testimonio, que incluye evitar comentarios de otros cuando se hospeda en casas de viudas o de hermanas que viven solas. Es cierto que el Señor comía con publicanos y pecadores, pero siempre se hospedaba, es decir pernoctaba, en lugares dignos, por ejemplo en la casa de sus amigos en Betania.

• A continuación un comentario en relación con el cap. 11 de Mateo, que servirá para ver desde otra perspectiva todo el punto II del Análisis:

–Hermano, este comentario hágalo usted por favor, yo estoy muy cansado y enfermo en estos momentos, me duele demasiado la espalda (esta semana he tenido que andar con bastón a causa de mi enfermedad. Escriban uds. por favor y me comparten sus comentarios, no sean malos. Gracias, Dios los bendiga.)

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