AJN. (Por el Rabino Abraham Skorka de la Comunidad Benei Tikva) Antisemitismo es el término acuñado por Wilhelm Marr en1879, con el que designaba el odio hacia los judíos. Si bien el término es etimológicamente incorrecto, ya que junto al judío existen otros pueblos semitas, el mismo fue universalmente aceptado en el nefasto sentido que motivó a su autor a crearlo.

El odio, desde el simple análisis del sentido común, sin adentrarse en los laberintos de la psique, puede poseer dos orígenes. Por un lado, el sentimiento que se genera para con el otro por una causa específica, susceptible de explicitarse en términos inteligibles. El ejemplo bíblico de tal manifestación es el crimen que cometió Caín contra su hermano Abel. Si bien el texto bíblico deja un lugar para las especulaciones exegéticas, la simple lectura reduce al surgimiento del sentimiento de animosidad entre hermanos, a la envidia.

La segunda forma con que se manifiesta el odio ya no posee una interpretación tan directa. Cabe hallar un notorio ejemplo del mismo en otro texto bíblico, en el libro de Ester. En la Persia imperial, bajo el reinado de un monarca que más se interesaba en la organización de fiestas fastuosas que en gobernar, uno de sus ministros –Hamán- pretendía que toda la corte le rindiese pleitesía, prosternándose delante de él. Al no cumplir con tal requisitoria uno de los cortesanos, Mordejai (Marcos) el judío, se desarrolló en Hamán un ciego odio contra todo el pueblo judío. Leer la arenga con que Hamán describe delante del rey al pueblo judío, pidiendo su permiso para su exterminación sobre la faz de la tierra, permite ver que el servicio secreto del Zar al escribir ´ Los Protocolos de los Sabios de Sión´ y Julius Streicher en sus inflamados artículos en Der Stürmer, no fueron para nada originales.

Aquí ya no nos hallamos ante un sentimiento que emergió por alguna razón específica, sino ante la terrorífica simpleza de querer eliminar al otro, por ser otro.

El desarrollo de las distintas culturas se gestó teniendo por desafío la resolución de los conflictos mediante normas y principios. Frente al instintivo sentimiento de querer eliminar al otro que molesta, la propuesta cultural fue tratar de hallar las sendas que permiten convivir superando las pasiones funestas, generando un sentimiento de aceptabilidad que, con el tiempo, permite alcanzar alguna forma de tolerancia y afecto.

La Biblia también enseña acerca de la necesidad atávica de tener cierto elemento que represente todas las frustraciones y pasiones destructivas. El chivo que era enviado al desierto para ser sacrificado allí empujándolo desde un peñasco al vacío, en el día de la expiación, descripto en Levítico 16, llevaba consigo los errores cometidos por el pueblo. Si bien aquella bestia, al igual que las que servían de sacrificios, merecían de mejor suerte, la intención bíblica fue la de erradicar los sacrificios humanos y sublimar las expresiones atávicas de violencia y agresividad exacerbada.

Satanizar a un pueblo es, por lo tanto, una manifestación de regresión del individuo o de la sociedad que la practica, a estadios pretéritos al desarrollo de la cultura.

No resulta claro quién acuñó el término Holocausto para definir la masacre nazi contra el pueblo judío. Pero ante el mismo cabe dramáticamente la pregunta: ¿a quién o quiénes fue ofrendado tal Holocausto? Holocausto significa etimológicamente: totalmente cremado, y refiere a los sacrificios que eran inmolados enteramente a las deidades. ¿A cuáles de éstas fueron inmolados seis millones de judíos por el nazismo? ¿A las antiguas deidades teutonas que dicho régimen pretendió reinsertar en su realidad?

¿O a la enfermiza y monstruosa soberbia de sus jerarcas?

Lo que resulta absoluta y dramáticamente claro es la destrucción de toda capa de civilización y cultura que manifestó el nazismo en su aborrecible accionar, en cuyo marco se gestó la manifestación más execrable de antisemitismo que registra la Historia.

En estos tiempos demenciales, en los que la humanidad se halla buscando un rumbo en medio de terribles huracanes que amenazan con destruir siglos de civilización y búsqueda de espiritualidad, una ola de antisemitismo inunda tanto a nuestro país así como a otras múltiples naciones. Clérigos que pretenden enseñar la palabra de Dios se expresan en los términos más soeces acerca de aquel drama ante el que sólo cabe el silencio y la meditación. La respuesta de aquellos que debieron bramar ante tal oprobio cometido contra lo humano y lo Divino, en muchos casos, apenas hicieron oír un pequeño susurro.

En el demencial presente, se desempolvaron los rancios sentimientos para con el ´chivo expiatorio´ histórico, se les puso un nuevo ropaje y se comenzó a azuzar los más bajos instintos. En el carnaval de la miseria hubo quienes quitaron de sus rostros las caretas para desnudar la infamia que nunca erradicaron de su ser.

Junto a los que aún no han perdido la razón de su dignidad humana, deambulan en estos días muchos descendientes de familias que fueron inmoladas a las deidades sedientas de sangre que crearon las perversas mentes del nazismo, inquiriendo a Dios acerca del hombre y sobre todo al hombre acerca de sí mismo.

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