Frecuentemente hablamos mal de los demás y muy a la ligera, es decir, juzgamos mal a las personas cuando desconocemos totalmente su situación. Si nosotros no hemos experimentado un problema en carne propia es probable que no lo entendamos por más que humanamente nos esforcemos por comprender el problema o situación. Qué podemos decir de los indígenas si no somos antropólogos, si vivimos en la ciudad, si no hemos convivido con ellos, si no hemos sufrido lo mismo que ellos, si no somos de origen indígena. Exactamente ocurre lo mismo si queremos opinar entorno a los migrantes, sólo ellos saben lo que significa caminar a oscuras en el desierto, con sueño, sin alimentos, sin agua, sin ropa y zapatos adecuados, solos con el «coyote» y lejos de los familiares pero soñando con llegar en cualquier momento a una ciudad donde alguien nos dé un trabajo, aunque sea un trabajo sencillo. Es el mismo caso si queremos ayudar u opinar respecto a los exiliados, indigentes, prostitutas, divorciados, alcohólicos, homosexuales, niños de la calle y, por su puesto (cómo olvidarlos) los encarcelados, sean estos recluidos injustamente o por delitos del orden federal o común.
Hermanos, este sábado 5 de agosto en los templos de todo el país estaremos estudiando sobre las distintas maneras en que podemos ayudar a los presos, ello dentro de un conjunto de temas que tienen que ver con el apoyo del cristiano a la sociedad.
Hace unos días un hermano me dijo que lo que escribo está bien, pero que cuánto de todo ello hago. Hoy quiero compartirle a él, y a todos los que lean este comentario, algunas experiencias que recogí durante los años que visité a los presos, desde luego movido a misericordia por el amor del Señor Jesús, porque de lo contrario nunca hubiera ido a ese lugar. Un grupo de hermanos asistíamos a la cárcel para compartir con los reclusos la palabra de Dios y los alimentos, yo no sabía que era lo que necesitaban más, si una cosa o la otra, al final decidimos que los presos comieran mientras escuchaban el evangelio que les compartíamos. y es que la vida en la carcel es muy dura, no encuentro la forma de explicar cómo es la vida allá, sólo puedo decirles que de verdad allí la vida es muy difícil. Aún recuerdo cómo me dolía el alma cada vez que me acercaba a un preso para que me platicara lo que él gustara. Y es que es doloroso verlos incomunicados, confinados a unos espacios tan reducidos, privados de la libertad, afectados en sus sentimientos, afectada su escala de valores, su efectividad, con la autoestima partida, con los sentimientoss encontrados, con los corazones llenos de odio y de venganza, o bien viviendo resignados, y con su estado anímico por los suelos al estar lejos de sus familias y extrañarlos tanto. En la cárcel se vive con muy poca esperanza, con mucha frustración, con muy poca salud, con mucha tensión. En la cárcel campean las caras tristes, el pensamiento, las caras afligidas, la soledad y un ansia desesperada por regresar ál ámbito conocido con los suyos, con la familia o al trabajo, o sencillamente a caminar libre por las calles disfrutando ver el paisaje urbano. En la cárcel, lúgubre lugar, todo hace falta: una moneda, un alimento, una prenda de vestir, una palabra de consuelo, un abrazo, un evangelio, un cristiano.
Recuerdo que muchas veces una de mis hermanas que es enfermera me decía: «yo no puedo ir a visitar la gente que está encarcelada; ver a los enfermos en los hospitales es más tolerable.»
Hermanos, yo no puedo ir ni a las cárceles ni a los hospitales porque no soporto estar en un lugar ni en otro, porque en ambos hay demasiado sufrimiento, yo soy muy sensible y no aguanto estar ahí. Pero el Señor Jesús me manda a los dos lugares, el Señor quiere que vayamos a consolar a unos y otros, y nos manda también con la gente humilde, con los homosexuales, con los alcohólicos, y con tantos otros necesitados.
Ha pasado el tiempo, he ido a varios lugares donde la gente necesita ayuda, y he regresado a casa porque el Señor me lo ha permitido. Ahora me gozo en el Señor al poder cantar junto a quien alguna vez estuvo preso, y me gozo porque hoy es un hermano más de la amada Iglesia de Dios. Hoy para mí tiene más sentido el verso de Mateo 25:36-40 que dice: «Entonces el Rey dirá: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a tí? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.«
Hermano, tu comentario me ha servido mucho para mencionarlo alrato en la escuela sabatica (esqeu son las 2:00 de la mañana del sabado). Que Dios siga iluminandote y permitiendo expresar tus opiniones y experiencias para los demas. Saludos… Gera Lopez, Id7 Nueva Democracia, Apodaca, Nuevo Leon
*No puedo utilizar acentos tengo un problemilla con el teclado, gracias.