Oseas F. Lira
La actividad pública de Cristo se centró en dos aspectos: hacer y enseñar.
Jesús termina su sermón en el monte, desciende y las multitudes lo siguen porque han quedado impactadas por la enseñanza del Maestro. A partir del cap. 8 Mateo no se preocupa tanto por lo cronológico sino más bien por lo temático, ésta es la pauta para organizar los hechos, es decir los milagros y sanidades que Jesús realiza. A Mateo sólo le basta ubicar el entorno: Capernaum. Los otros evangelistas agregan algunos detalles más.
En el cap. 9 Mateo tiene interés en mostrar a Jesús como un hombre con autoridad de rey, que lo acreditara como Hijo de Dios, es decir que Jesús no es un mero instrumento en manos del Espíritu, como lo fueron los profetas o algún otro enviado de Dios.
Es cierto que la lección de hoy enfatiza la predilección de Jesús por los pobres, pero Jesús no sólo tenía compasión por ellos, sino por pobres y ricos; todos llenaban su corazón de compasión. Un rey como él, misericordioso, nunca lo hubo en la tierra. Su atención fueron todos, la humanidad entera, ya que su objetivo era que todo mundo fuera abarcado por el reino de Dios, que todos –pobres y ricos, mujeres y hombres– conocieran y alabaran al Padre.
Todos los milagros, incluidas las acciones liberadoras del poder de Satanás y sus huestes, tienen como objetivo expresar de forma contundente la llegada del reino de Dios los hombres (Mt. 12:28; Lc. 11:20) Y son interpretadas por Mateo como cumplimiento de las profecías relacionadas con el siervo mesiánico (Is. 53:4)
Jesús no es un mero sanador, sino el gran liberador que todo ser humano necesita, no sólo los pobres.
Mateo 8: 5-13: “5 Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, 6 y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 7 Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. 8 Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará. 9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 10 Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 11 Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 13 Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.”
(Información acorde con la sección: Análisis II. 1.)
Centurión, del lat. centum, ciento;en griego hekatontarchos, de ekaton, cien; arco, regir. El centurión tenía bajo su responsabilidad un pelotón de treinta, sesenta, ochenta soldados, de ahí su nombre de centuriones. Su nombre no procede de que en un principio constase de cien hombres, ya que es anterior al propio rango de centurión, sino que deriva de la propia centuria, que era una unidad administrativa y política que en Roma tenía su propia vertiente civil. La centuria nunca adoptó un tamaño de cien hombres, sino que en la época republicana romana osciló entre los treinta de una centuria. Los treinta, de triarii (triarios) y los sesenta de los hastati y príncipes (lanceros y principales). Hacia finales del siglo II a.C., la centuria pasó a contar con unos ochenta hombres, cifra que se mantendrá a lo largo del Alto Imperio (siglos I-III). El grueso de la legión era dirigido por los centuriones.
Eran rangos superiores a los de centurión el de tribuno que solían ser los jóvenes de la clase senatorial que están realizando su primer servicio en la legión antes de recibir los cargos públicos en la vida civil.
El centurión era un oficial del ejército romano (Hch. 21:32; 22:26); sí, comandante de una cantidad cercana a los 100 soldados o, más tarde, de una cantidad algo mayor (Hch. 23:23) En el N.T. se mencionan centuriones en Mateo 8:5-13; 27:54; en Hch. 10:1 (Cornelio); Hch. 22:25; 24:23 y 27:1 (Julio)
Este hombre, el centurión de Mateo 8, era miembro del poderoso ejército del Imperio Romano. Tenemos abundante información histórica de este imperio a grado tal que podemos hacer una exhaustivo análisis de su ejército. La información procede de los escritores latinos como: Tácito, Suetonio, Cicerón, etc.
Eran oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Pero las siguientes características nos ayudarán a entender mejor el carácter del ejército del imperio romano:
• Arrojo
Cuando los romanos conquistaron Inglaterra tomaron la decisión de quemar los barcos para no tener la oportunidad de huir, pues la consigna era vencer o morir. ¡Eso se llama arrojo!
• Su disciplina
Cuando se descubrieron las ruinas de Pompeya, ciudad que fue sepultada por la erupción del volcán Vesubio en el año 79 de la era cristiana, los arqueólogos encontraron las estatuas de dos soldados que permanecieron firmes en el cumplimiento del deber. Por disciplina prefirieron morir antes que huir.
• Su crueldad
Lo sabemos por la información del Nuevo Testamento que nos da el testimonio de cómo mataron a los tres hombres del Calvario de una manera inhumana y mientras lo hacían se divertían echando suertes sobre la ropa de uno de ellos, la del Señor Jesús.
En ese ambiente de arrojo, disciplina y crueldad había que destacarse para llegar a ser un centurión.
Cuando leemos lo que la Biblia dice acerca de la conducta de este centurión llegamos a la conclusión de que no podemos condenar a todos los seres humanos por la conducta generalizada de la mayoría.
Este hombre echa por tierra lo que se llama sofisma de observación incompleta. Se le llama sofisma a la manera equivocada de razonar. A continuación mencionamos algunas afirmaciones de las personas en condenar a todo un conglomerado, por ej.:
“Todos los políticos son corruptos”
“Todos los abogados son sinvergüenzas”
“Todos los iraquíes son terroristas”
“Todas las mujeres son iguales”
Muchos calificarán entonces a un centurión, es decir a un soldado romano del siglo I, como un hombre rudo, prepotente, inculto, vulgar, insensible, que hacía valer su poder por medio de la fuerza física. Pero este centurión contradice totalmente con su proceder dicho concepto. El ejemplo del centurión nos enseña que un individuo tiene la capacidad de proceder diferente del resto de los demás. Como dijimos, este hombre echa por tierra lo que se llama sofisma de observación incompleta.
Este pasaje pertenece al tiempo de la esclavitud cuando la vida de un esclavo estaba a nivel de la vida animal. Lo común hubiera sido despedir al siervo enfermo y reemplazarlo por una más joven y fuerte, pero no procedió así este centurión porque su corazón estaba lleno de sensibilidad social; es decir, no miró a su prójimo como un animal de carga, sino como un ser humano a quien ayudar en su necesidad.
• El verso 2 de Lucas 7 dice que el centurión “amaba mucho” a su siervo.
• Mostró preocupación por el siervo enfermo porque mandó a los ancianos a Jesús.
• Su sensibilidad se ve también en el hecho de que mostró amor no sólo por su siervo, sino también por la nación israelita como bien lo testifican los ancianos de Israel.
• Este hombre provocó la bendición de Dios porque el Señor dice que el que bendiga a la nación de Israel, será bendito. Génesis 12:3: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré”.
• Individuos y naciones que han mostrado amor a la nación de Israel han recibido la bendición de Dios, por ej.: Los Estados Unidos; Inglaterra; Países del Norte de Europa.
• Lo que pensaba de sí mismo.
Verso 6 “…pues no soy digno de que entres bajo mi techo”
Verso 7 “por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti”
En Lucas, los intercesores dijeron que el centurión era digno (Luc. 7:4) sin embargo, el centurión no se considera así porque tenía un concepto correcto de quién era Jesús. Ante el Señor, un hombre de verdadera fe siempre se considera indigno.
Este hombre hizo lo que Jesús dijo en el Sermón del Monte (Mateo 5:3): “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.”
Este centurión hizo lo que más tarde haría el arrepentido malhechor de la cruz, al exclamar: “Nosotros a la verdad, padecemos lo que merecieron nuestros hechos.”
El camino a la salvación comienza cuando el ser humano reconoce su miseria espiritual.
Su sensibilidad espiritual gozó de la bendición de Dios porque la Biblia dice: “al corazón contrito y humillado no despreciaras tú, oh Dios”.
Tener un concepto adecuado de nuestra situación espiritual es bueno, pero queda incompleto si no enfocamos el aspecto de Dios.
• Las características de Dios.
Santidad
“No soy digno de que entres bajo mi techo”.
• Las características Jesús: Poder.
“sólo di la palabra” El centurión no ponía en duda Génesis 1 donde se nos enseña que nuestro poderoso Dios sólo habla y las cosas se hacen.
• Otra característica de Jesús. Salvación.
Jesús dijo de él: “Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.”
• Yo obedezco
Al ser obediente tenía toda la autoridad moral para ser obedecido. El centurión nos da una de las grandes enseñanzas en cuanto a la necesidad de que impere el principio del sometimiento a la autoridad.
El imperio Romano fue lo que fue porque se mantuvo con celo y disciplina el principio de autoridad.
El reino de Dios funciona bajo el mismo principio.
Cuando se quebranta el principio de autoridad entonces viene el caos. Esto fue lo que pasó con Satanás; su orgullo lo llevó a la rebelión.
Qué paradoja: el centurión, que tenía poder y que representaba el poder opresor del yugo romano sobre el pueblo de Israel, viene ante el oprimido reconociéndole como superior.
• El principio de autoridad funciona en el hogar, Efesios 5:21.
• Este principio funciona en la iglesia, I Pedro 5:5.
• Este principio funciona en el Estado, Romanos 13:1,2.
Por eso el apóstol Pablo dice a la iglesia que tengamos cuidado con las personas que van a dirigir a los miembros de la congregación. En I Timoteo 3 se dan los requisitos que deben reunir los pastores del Señor y uno de ellos es que no sea un neófito (verso 6), es decir, un recién convertido porque puede envanecerse, es decir, llenarse de orgullo y, por la tanto de rebelión.
Dios espera de todos, pero mayormente de los creyentes, que seamos sensibles:
• A los sufrimientos de nuestro prójimo.
• Sensibles a la voz del Señor que nos habla por medio de la Biblia.
• Sensibles a las demandas del sometimiento de los unos a los otros.
Si pudiéramos actuar como Jesús, sanando a la distancia, y no por ser omnipotentes, sino como manifestación de la fe total que nos caracteriza. Jesús sana a alguien que no está en su entorno físico, hoy también puede hacerlo con nosotros o con quien se lo pida.
A Jesús se le pide que sane a un siervo de un centurión. Los escépticos dicen que existe una contradicción entre Mateo 8:5-13 y Lucas 7:1-10.
Mateo dice, “vino a él un centurión, rogándole” en nombre de su siervo, Lucas registró que “[el centurión] envió unos ancianos…”
Los escépticos dicen que tales diferencias representan errores legítimos, no perciben que la Biblia a menudo da “crédito” a alguien en autoridad, incluso cuando otros realizan el trabajo. Por ejemplo, cuando Juan escribió, “tomó Pilato a Jesús, y le azotó” (19:1), lo que pretendió decir fue que Pilato ordenó que esto fuera hecho. Y cuando el texto dice que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan, significa que sus discípulos bautizaban más que Juan (Juan 4:1,2). Juan clarificó esto cuando escribió, “aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos” (4:2). En la Biblia, la gente es enviada a hablar en nombre de una persona, y a veces el texto indica que la persona en posición de autoridad sí habló por sí misma cuando, realmente, esa persona no estuvo presente. El oficial que habló estuvo haciéndolo por medio de su autoridad. Hoy, como en el pasado, las cortes de ley sostienen que “lo que un hombre hace a través de un agente debidamente constituido, lo hace realmente y legalmente.” Cuando un presidente envía miembros de su gabinete a hablar alrededor del mundo en nombre de él, él es responsable por las decisiones consideradas en su ausencia. De la misma manera, el centurión envió a otros para que hablaran con Jesús por parte de uno de sus siervos. Mateo usó una forma común de expresión en la cual uno atribuye un cierto acto a una persona, un acto que es realizado no por él sino por su autoridad.
Yo creo que Mateo y Lucas escribieron acerca del mismo incidente, pero también es posible que Jesús lidiara con una situación similar en el mismo pueblo con otro centurión, es decir que se trate de dos casos diferentes, o incluso del mismo centurión con otro siervo. Recordemos que Juan declaró que “hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25).
Mateo 8:5-13 y Lucas 7:1-10 no son de ninguna manera contradictorios. Lucas sólo fue más específico que Mateo.
El centurión era un gentil, según el pasaje paralelo de Lucas 7, este soldado había construido una sinagoga. Probablemente se trataba de un prosélito que había abrazado el judaísmo.
También, el centurión conocía y reconocía el poder de Jesús, por esto es que Lucas registra que antes de él presentarse ante el Maestro, envía primero a una misión de ancianos de los judíos para que Jesús atendiera el ruego que iba a formularle. Quizá su lógica era que Jesús se dirigiría a la casa del centurión, y esto es lo que Mateo evita en la narración, él presenta directamente al centurión compareciendo delante del Señor.
(Información acorde con la sección: Análisis II. 2.)
Esta información es para tener idea de cómo vivían los siervos, como por ejemplo los del centurión de Mateo 8:5-13.
La esclavitud en la Roma Antigua constituía una de las características de la sociedad romana. A lo largo de toda la historia del Imperio romano y su dominio sobre el Mediterráneo, Europa, África y Asia, la sociedad romana fue esencialmente esclavista, y tanto su economía como su estructura social se basaba en un sistema de clases donde el esclavo constituía el escalón más bajo de la sociedad.
La mayoría de los esclavos en la antigua Roma se adquirían a través de las guerras, los ejércitos romanos llevaban los prisioneros de vuelta como parte de la recompensa de la guerra.
Delante del templo de Pietas, estaba la columna lactaria, en la que eran depositados los bebés abandonados para que alguien los adoptara. Esto casi nunca ocurría, sino que los recogían personas que los convertían en esclavos si eran hombres, y en prostitutas si eran niñas. Los niños inútiles, deformes o débiles eran eliminados. El niño adoptado tomaba el apellido del nuevo padre. Cuando una esclava tenía un hijo, era responsabilidad de su amo aceptarlo en la familia. Que lo matara si no era aceptado no estaba mal visto, aunque más tarde pudo llegar a tener un tipo de reprobación moral.
Los esclavos de ciudad solían tener familia y una gran autonomía. Podían lograr la libertad o manumisión de diferentes formas:
• Con su propia muerte -bastante irónico- cuando lo liberaban para que tuviera un entierro de hombre libre.
• Con la muerte de su amo, en cuyo testamento solían liberar a sus esclavos como muestra de generosidad. Cuando eran liberados de este modo, se les dejaba alguna propiedad o dinero.
• Comprando su libertad, ya que después de haber pasado años de intermediario de su amo en los negocios, podían ganar un peculio.
• Por declaración ante un magistrado. Amo y esclavo defendían su libertad ante un magistrado. Si era aceptada, se le ponía un bastón en la cabeza como señal de su libertad.
Muchos emancipados permanecían en sus casas haciendo las mismas labores, aunque con mayor dignidad.
Los esclavos eran propiedad absoluta de su dueño. Carecían de personalidad jurídica, de propiedad y hasta de familia propia, porque su matrimonio, aún conseguido con el permiso del amo, se consideraba un simple concubinato, y los hijos eran propiedad del amo. Los esclavos domésticos eran recibidos con una ceremonia, y se les purificaba echándole agua sobre su cabeza.
Ayudaban al amo a ponerse la toga, pues era una labor de gran complicación. Eran los encargados de recibir a los invitados, recogerles la toga y los zapatos y ofrecerles un baño caliente o un lavado de pies. Los más guapos y de mejores modales servían la comida vestidos de colores vivos, que contrastaban con sus cabelleras, con las que a veces sus amos se secaban. Los más agraciados servían el vino y cortaban los manjares mientras que los que limpiaban los platos y recogían las mesas iban peor vestidos. A cada invitado se le adjudicaba un esclavo servus ad pedes que permanecía a sus pies. Los que nacían como esclavos y eran educados, formaban una clase privilegiada entre la servidumbre. No se les permitía entrar a representaciones teatrales. A los esclavos se les adjudicaban las tareas de acuerdo a su nivel cultural.
A los esclavos se les podía poner un collar con una placa en la que se leería tenemene fucia et revo cameadomnum et viventium in aracallisti, traducido como “detenedme si escapo y devolvedme a mi dueño”.
El precio de un esclavo nos llega a través de Catón, y sabemos que era de promedio unos mil quinientos denarios, precio que subió a lo largo del siglo II a. C. hasta alcanzar los veinticuatro mil sestercios.
Algunos esclavos tenían la consideración de hombres libres, bien por la humanidad de sus amos o por el trabajo intelectual que desarrollaban. Esto pasó con los esclavos procedentes de la Antigua Grecia, que en cierto modo el amo consideraba de mayor educación que la suya. Estos eran los que servían como secretarios, administradores o educadores. En el siglo III se redujeron las masas de esclavos y estos empezaron a valorarse casi como hombres libres. El emperador Diocleciano era hijo de un esclavo que había comprado su libertad.
Los libertos fueron a partir del siglo VI según el emperador Justiniano I ciudadanos sin distinción alguna, procedentes de la esclavitud. Si no conservaban los lazos de fidelidad a sus casas eran llamados libertos ingratos. Ejercían mayoritariamente la labor de comerciantes o artesanos, y en menor medida de maestros romanos (ludi magister), gramáticos (encargados de la enseñanza secundaria), pedagogo (el esclavo que llevaba a los niños a la escuela) banqueros o médicos, que no tenían la remuneración.
La economía romana, como su sociedad, dependían del trabajo de esclavos, que eran fundamentales en los latifundios, minas e industrias. Esta economía aumentó a partir del siglo II gracias a las victorias de Julio César, que puso en subasta a aproximadamente un millón de esclavos durante la Guerra de las Galias (58-51 a. C.) En Delos, llegaron a subastarse hasta diez mil esclavos en un solo día.
(Información acorde con la sección: Análisis I. 1.)
El término en el A.T. –şāra´at– se emplea desde una perspectiva no científica. Describía, en términos generales, una impureza ritual. Las manchas de color en la piel eran consideradas lepra, incluía las enfermedades cutáneas humanas.
En el N.T. sólo se menciona a la lepra en los evangelios. La tiña entraba en la categoría de lepra. Era imposible que se curara en siete días Lev. 13:4-6.
Enfermedad infecciosa, si está debidamente tratada no se transmite. Se produce por la bacteria Mycobacterium leprae o por Mycobacterium lepromatosis. Esta bacteria fue descubierta en 1874 por el médico noruego Gerhard Armauer Hansen, debido a lo cual se lo denomina bacilo de Hansen; Mycobacterium lepromatosis es otra bacteria que tiene muchas similitudes con mycobacterium leprae y fue identificada hasta 2008 en la Universidad de Texas.
La lepra fue históricamente incurable, mutilante y vergonzosa, tanto que, en 1909 se decretó, por demanda de la “Sociedad de Patologías Exóticas, “la exclusión sistemática de los leprosos” y su reagrupamiento en leproserías.
La lepra afecta a la humanidad desde antes de la era cristiana.
En 1995, la Organización Mundial de la Salud estimaba que entre dos y tres millones de personas en todo el mundo estaban discapacitados de forma permanente por lepra.
Aunque las forzadas cuarentenas o segregación de pacientes, constituyen medidas innecesarias y no éticas, aún se mantienen leprosarios en varios países. Hoy se sabe que muchos de los segregadas en realidad padecían sífilis, que sí es contagiosa.
El estigma social-religioso que se asoció con las formas avanzadas de lepra continúa en muchas regiones, y sigue siendo el mayor obstáculo al inicio temprano de los tratamientos. Los primeros tratamientos eficaces aparecieron a fines de 1930 con la introducción de la sulfona dapsona y derivados. Sin embargo, aparecieron cepas del bacilo de la lepra resistentes a la dapsona.
Es frecuente en los países tropicales o templados. Presenta dos tipos principales: la lepra tuberculoide, que produce grandes manchas hiperestésicas y más tarde anestésicas, y la lepra lepromatosa, que origina grandes nódulos en la piel (lepromas). La progresión de las lesiones causa grandes deformaciones.
Durante la Edad Media fue una enfermedad muy difundida.
Segun las recomendaciones médicas actuales, el tratamiento de la enfermedad debe prolongarse entre seis meses y dos años, según las formas, y se basa en la administración de sulfonas asociadas a otros fármacos como rifampicina y clofazimina.
El The Oxford Illustr.Companion to Medicine afirma que la primera mención a la lepra, así como su cura ritual, fue descrita en el texto hindú Atharva-veda. escrito en la Encyclopedia Britannica 2008.
Kearns & Nash (2008) anotan que la 1ª mención a la lepra se describe en el tratado médico indio Sushruta Samhita (s. VI a. C.) La Enciclopedia Cambridge de Paleopatología Humana (1998) dice: “El Sushruta Samhita de la India describe la condición patológica muy bien y aún ofrece sugerencias terapéuticas hacia 600 a. C.” El cirujano Sushruta que prosperó en la ciudad de Kashi hacia el s. VI a.C., y el texto médico Sushruta Samhita—atribuyen su aparición durante el 1er milenio a.C. Material escrito rescatado de excavaciones que contiene la obra de Sushruta es el Manuscrito de Bower—datado en el s. IV, a lo sumo un milenio después de la obra original.
La Biblia contiene pasajes en referencia a la “lepra”, tanto en el Antiguo Testamento y en el Nuevo. No podría saberse si se trata de la misma peste: ese término en efecto se utilizó para numerosas enfermedades de la piel de orígenes y de gravedad muy variables. Un metzora, sería una persona atacada de tzara’at (“lepra”) en el libro del Levítico. La ley israelí hacía obligatorio para los kohen (sacerdotes, servidores del templo) de saber reconocer la lepra (Lv. 14: 1-57).
La bacteria produce citoquinas que inducen y median la activación macrofágica y fagocitosis.
La semiología de la lepra es función de la reacción inmune del paciente, y puede tomar dos formas:
tuberculoide o lepromatosa.
• Los pacientes con lepra tuberculoide tienen una fuerte reacción celular pero baja humoral (baja titulación de anticuerpos): presentan por lo tanto reacción positiva a la lepromina. Los tejidos infectados típicamente tienen muchos linfocitos y granulomas, pero relativamente pocas bacterias.
• En la lepra lepromatosa aparecen numerosas máculas eritematosas, pápulas o nódulos. Existe extensa destrucción de tejidos, como por ejemplo cartílago nasal y orejas, apareciendo en fases avanzadas la típica “facies leonina”. También hay afectación difusa de los nervios periféricos con pérdidas sensoriales.
Contagio
Es de difícil contagio, la transmisión es “de persona a persona” por un contacto directo y prolongado, calculado en aproximadamente de 3 a 5 años. Se produce entre un enfermo con posibilidad de transmitir la enfermedad (ya que no todos los que padecen lepra eliminan bacilos fuera de su organismo) y una persona sana susceptible. Es decir que debe mediar una predisposición especial para poder enfermar. La mayoría de las personas posee resistencia natural al Mycobacterium leprae.
Entre dos a tres millones de personas están permanentemente discapacitadas debido a la lepra. India tiene el mayor número de casos, en segundo lugar Brasil y Birmania tercero.
En 1999, la incidencia mundial de la lepra era estimada en 640.000; en 2000, 738.284.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) listaba en el 2000 a 91 países con lepra. India, Birmania y Nepal con el 70% de los casos. En 2002, se agregó Brasil, Madagascar, Mozambique, Tanzania y Nepal.
Desde 2003 la cantidad está decreciendo.
Hoy día hay bolsones de alta prevalencia en ciertas áreas como Brasil, Sudeste Asiático (India, Nepal), partes de África (Tanzania, Madagascar, Mozambique) y el oeste del Pacífico.
Para contener esta enfermedad, algunos países han destinado ciertas áreas geográficas para confinar ahí a los enfermos. Por ejemplo, Estados Unidos los envía a la isla Culión, situada en Filipinas.