7 ¡Me sedujiste, Jehová,
y me dejé seducir!
¡Más fuerte fuiste que yo, y me venciste!
¡Cada día he sido escarnecido,
cada cual se burla de mí!
8 Cuantas veces hablo, doy voces, grito:
«¡Violencia y destrucción!»,
porque la palabra de Jehová
me ha sido para afrenta y escarnio cada día.
9 Por eso dije: «¡No me acordaré más de él
ni hablaré más en su nombre!».
No obstante, había en mi corazón
como un fuego ardiente metido en mis huesos.
Traté de resistirlo, pero no pude.
10 He oído lo que muchos murmuran:
«¡Terror por todas partes!
¡Denunciadlo, denunciémoslo!».
Todos mis amigos esperaban que claudicara.
Decían: «¡Quizá se engañe,
y prevaleceremos contra él
y tomaremos de él nuestra venganza!».
11 Mas Jehová está conmigo
como un poderoso gigante;
por tanto, los que me persiguen tropezarán
y no prevalecerán;
serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán;
tendrán perpetua confusión, que jamás será olvidada.

12 Jehová de los ejércitos,
que pruebas a los justos,
que ves los pensamientos y el corazón,
¡vea yo tu venganza de ellos,
porque a ti he encomendado mi causa!

13 ¡Cantad a Jehová, alabad a Jehová,
porque ha librado la vida del pobre de mano de los malignos!

14 ¡Maldito el día en que nací!
¡Que no sea bendecido el día en que mi madre me dio a luz!
15 ¡Maldito el hombre que dio la noticia a mi padre, diciendo:
«Un hijo varón te ha nacido»,
causándole gran alegría!
16 Sea tal hombre como las ciudades
que asoló Jehová sin volverse atrás de ello;
que oiga gritos por la mañana
y voces a mediodía,
17 porque no me mató en el vientre.
Mi madre entonces hubiera sido mi sepulcro,
pues su vientre habría quedado embarazado para siempre.
18 ¿Para qué salí del vientre?
¿Para ver trabajo y dolor,
y que mis días se gastaran en afrenta?