Al terminar el estudio de esta lección, el alumno conocerá:
La oración constituye la parte medular de cada culto. Por medio de ella se eleva el espíritu hacia la presencia de Dios. En base a esto conviene considerar lo siguiente.
Es casi superfluo sugerir algo relacionado con la fraseología de nuestras oraciones; ya que no existe otra formula prescrita para ello, que no sea la de la oración modelo que enseño nuestro Señor Jesucristo en Mateo 6:9-13. Sin embargo, es necesario tener presente que aunque la oración no requiere una terminología especial, consideraremos siquiera una o dos ideas particularmente relacionadas con la manera de dirigirnos a Dios.
Debe evitarse la superabundancia de ¡Oh! Y la constante repetición de expresiones tales como “Señor”, ¡Oh Señor!, “Padre eterno”, “Querido Jesús”, “Amantísimo Señor”, etc.
No haga uso de frases rebuscadas, elegantes o exageradas.
El asunto de la posición para orar es importante según las circunstancias del momento (de orar), y además teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
Desde el punto de vista físico, el dechado que encontramos en las Escrituras y la actitud propia de la criatura hacia su Creador, es arrodillarse para orar. Pero no siempre podemos hacerlo, aunque eso seria lo mejor siempre que sea posible.
Desde el punto de vista espiritual, más importante es la postura interna, la del corazón.
Las oraciones deben ser hechas en una voz natural enfatizándose la claridad de lo que se quiere decir. El desorden de las palabras, el descuido de la expresión, los manierismos o lo impulsivo del carácter, son indignos y causan molestia a la congregación. Por el contrario, la sinceridad del corazón, la concentración de la mente y la unidad de propósito se revelan naturalmente en la expresión oral.
Téngase cuidado en la duración de la oración, sobre todo teniendo en cuenta la posición.
Por lo general se anuncia una oración con frases como “Oremos”, “Vamos a orar” o “El hermano x nos guiara en una oración”, “Inclinemos nuestro rostro para orar”, etc.
Es obvio que ningún Pastor o director se da completa cuenta de los intereses y preocupaciones de cada miembro de su congregación. Aún menos es capaz de formular una oración que exprese adecuadamente dichas necesidades.
Evítese el peligro de divagar y de sobreextenderse. Una de las características fundamentales de la oración es que debe expresarse en forma breve y concreta. Además, cuando la concentración se haya terminado es hora de acabar.
Las Oraciones se clasifican según el orden del culto y el propósito que mueve los sentimientos. Hay oraciones de Presentación, u Ofrecimiento, Consagración, Gratitud, Comunión, Intercesión, Dedicación (de ofrendas), Predicación, Despedidas y otras.
La oración no debe limitarse a una fórmula fija, es conveniente reconocer que esta tiene varios componentes que en su orden son: Fe, reconocimiento y alabanza, gratitud, confesión de pecado y peticiones de perdón, suplica por las cosas deseadas y Mediador.
a) La Iglesia debe dirigirse al Padre Celestial y presentarle sus peticiones de una manera franca y reverente. Las necesidades especiales o nombres se pueden mencionar sin entrar en mucho detalle.
b) Evítese toda clase de vulgaridades en la oración como: “Líbranos de nuestros enemigos que andan como los gatos que acechan a los ratones”; “Dios mío, te pedimos que sanes la pierna derecha de nuestra hermana”; “Señor, ayuda a nuestro hermano, tu sabes que tiene el corazón blanco como su cabeza”, etc.
c) Téngase cuidado de que la fraseología y las peticiones no estén saturadas de orgullo y egoísmo.
d) Al orar, tenga cuidado de no sermonear a nadie en particular.
e) Evítese el uso de pasajes de la Biblia, sin decir exactamente las palabras del pasaje, es mejor no hacer uso de ellos. Es mejor emplear una expresión nacida de nuestra propia mente, y será más aceptable a Dios que una frase bíblica adulterada y trunca.
f) Téngase cuidado de no orar con prisa o con lentitud, como si no pudiera o no tuviera nada que decir.