Oseas F. Lira

Edificar implica crecimiento continuo.

Para edificar, es decir para levantar una obra, previamente se ponen los cimientos, luego se emplean siempre los mejores materiales. Terminada la obra se le debe dar mantenimiento constante para que ésta dure más y conserve siempre su imagen de obra nueva.

El plan de Dios es edificar la Iglesia; eso se propuso él. A todo arquitecto, lo que le interesa es que el proyecto que él diseñó se realice tal cual lo diseñó. Y esto es lo que el Señor quiere. Ahora, ¿cómo se edifica la Iglesia?, En una forma directa o indirecta Pablo indica en su primera epístola a Timoteo seis cosas en cuanto a la edificación: el amor, la oración, el ejemplo, la Palabra, la autoridad de Dios, la instrucción particular. nosotros veremos aquí sólo una:

El amor
La primera cosa que Pablo señala a Timoteo es que la Iglesia se edifica por el amor. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Tim. 1:5). Hechos 9:31 La paz en la iglesia favorece la edificación. Cuando no hay paz no hay amor. Por otra parte, las cuestiones necias se oponen también a la edificación 1 Timoteo 1:4: “Ni presten atención a fábulas que acarrean disputas más que edificación.” Y agrega: “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co. 8:1). Es importante que tengamos conocimiento, y que podamos transmitir, pero el conocimiento sólo nos puede envanecer. Pablo no está abogando por la ignorancia, está abogando por el amor. El amor edifica. Y si al amor agregamos conocimiento, ¡maravilloso! Pero lo importante aquí es el amor. En Efesios 4:16 Pablo dice: “Todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”

La Iglesia se edifica en amor. Podemos tener grandes revelaciones, fe, podemos tener todos los dones, pero si no tenemos amor, ¿de qué nos sirve? Si queremos contribuir a la realización del plan de Dios, ¡amemos a nuestros hermanos! El amor edifica.

Además de la edificación individual, se edifica uniendo piedra con piedra, integrando hermano con hermano. Uno toma una piedra, le pone la argamasa, y la pega a otra piedra. Edificar es unir piedra con piedra, y así se va levantando la pared. Pablo dice: “¿Cuál es el vínculo perfecto que nos une? ¡El amor!”. Así que, cuando estamos amándonos, la Iglesia se está edificando. No es por muchas y elocuentes palabras. La palabra tiene su lugar, pero primero es el amor.

El amor es fruto del Espíritu. El amor ágape, que es el amor de Dios, es un amor que piensa en el bien del otro, que se sacrifica para el bien del otro, que se entrega, que procura de todas maneras servir, ayudar, bendecir. El Espíritu Santo es Dios morando en nosotros. Y como Dios es amor, el Espíritu Santo es amor. Se derrama este amor en nuestros corazones, y este amor fluye, nace, brota, de un corazón limpio. “El propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio”, dice Pablo, “de buena conciencia, y de fe no fingida”.

Jesús dijo, hablando del Espíritu Santo: “El que bebiere del agua que yo le daré, será en él una fuente que salte para vida eterna”. También dijo: “El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva”. Y Pablo dice que es el amor nacido de un corazón limpio. Cuando pecamos, el Espíritu se contrista en nosotros. Es muy sensible, y deja de fluir. Se apaga. Por eso dice: “amor nacido de corazón limpio”. Es importante mantener el corazón limpio, “de buena conciencia”. La conciencia es ese conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Cuando pecamos, el Espíritu se contrista, se apaga. Si nuestra conciencia funciona bien, si es buena, nos llama la atención. Cuando pecamos, se enciende una luz roja en nuestro interior. O es como el silbato del árbitro que suena en un partido. Es importante que obedezcamos a nuestra conciencia. Cuando la conciencia nos dice: “Lo que hiciste está mal, el Espíritu se contristó dentro tuyo”, obedezcámosle.

No somos perfectos, todos pecamos. Muchas veces pecamos con palabras. La Palabra del Señor nos insta a no pecar, pero si pecamos nos indica cuál es el camino para limpiar nuestro corazón. Si pecamos, ofendemos, lastimamos, mentimos, robamos, o hacemos cualquier cosa que desagrada a Dios, es decir dejamos de edificar y empezamos a destruir, a derribar, por eso es que necesitamos obedecer a nuestra conciencia, obedecer también a Dios, y confesar nuestro pecado. Si no obedecemos, la conciencia sigue diciéndonos: “Está mal lo que hiciste”. Pero si endurecemos el corazón al llamado de la conciencia, nos vamos insensibilizando.
Parece que cuando pecamos, la conciencia actúa más fuerte, y luego si no la atendemos, se va suavizando, hasta que llega el momento en que nos volvemos insensibles.

Ante el pecado, Dios no nos condena, nos guía al arrepentimiento. Necesitamos vivir en el Espíritu las 24 horas del día, para que fluya el Espíritu en nosotros, y este amor es el que edifica a la Iglesia.

1 Comentario

  1. luz del pilar dice:

    bueno me gustaria conocer mas de la fe en el SEÑOR JESUCRISTO me impacta mucho cuando leo la biblia acerca lo que el SEÑOR JESUS hacia milagros como sanaba los enfermos, liberaba a los endemoniados, perdonaba pecados, y cambiao la vida de muchas personas para bien de ellas, deseo conocer mas de esa fe que mueve la mano de DIOS porque en mi pais se nececita aquella fe para que muchos experimenten el poder de DIOS actuando en sus vidas conforme a su necesidad, me gustaria conocer mas de JESUS PARA saber que lo que necesita de mi par que el obre en mi pais, en la ciudad que ahora vivo y que hay mucha necesidad de JESUCRISTO EL SALVADOR, OK gracias

Ingresa aquí tus comentarios