Oseas F. Lira

El bautismo es una institución divina, se realiza por fe después de haber creído y es una manera de demostrar arrepentimiento y conversión. El bautismo no salva pero es un requisito para la salvación. Es un paso obligado en el plan de Dios para el ser humano. Simboliza la muerte al pecado y nueva vida en obediencia a Dios. Nosotros creemos que debe realizarse por inmersión, no por aspersión, porque bautizo, del gr. baptizo, implica inmersión. Las palabras «lavar» y «rociar» indican el ‘efecto’ pero no el modo. Si Cristo siendo sin pecado se bautizó, cuánto más nosotros no hemos de bautizarnos. Efesios 4:5 habla de “un Señor, una fe, un bautizo.” De esto entendemos que el acto del bautizo está limitado en su realización a una sola forma.

Es importante entender que el bautismo bíblico es un ritual que tipifica la “purificación” de la persona que es bautizada. Solamente puede ser “asociado” o “unido” a una relación con Dios por medio de Cristo alguien que sea “purificado”, “lavado” o “limpiado” de sus pecados. Por eso tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo el bautismo con agua tipifica o representa externamente ese lavamiento o purificación espiritual que permite al individuo ser útil para Dios y libre de suciedad pecaminosa y terrenal.

Dice Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí… es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”

Juan al bautizar buscaba dar a conocer a Jesús como el Hijo de Dios, pero él no identificaba totalmente a Jesús como el Hijo de Dios –a pesar de ser su pariente lejano ya que su mamá y María eran primas–, para estar seguro de esto sólo tenía una referencia que Dios mismo le había dado. Dios le dijo: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.” (Juan 1:33).

Así que para que Juan pudiera detectar al que recibiría el Espíritu Santo era necesario que bautizara a muchos, y eso hizo Juan, por eso dice: “Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu…” (Juan 1:33).

Esto significa que Juan había tenido un contacto con Dios antes de comenzar a bautizar y Juan estaba en obediencia con Dios haciendo su voluntad.

Marcos 1:5: “Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.” Juan bautizó para encontrar al Hijo de Dios y lo encontró. Aquella visión de Juan viendo descender el Espíritu Santo como paloma y posándose sobre Jesús era única, no se volvería a repetir porque la función era solamente para identificar a Jesús como el Hijo de Dios y no volvería a descender sobre ninguna otra persona en forma como de paloma.

¿Por qué Juan tenía que bautizar precisamente en un río?, ¿por qué no llevaba por las calles una cubeta con agua del río?, ¿Por qué no iba casa por casa? ¿Por qué la gente tenía que ir al río, por qué no iban a una pila o a una fuente en algún punto de la ciudad para que Juan los bautizara? ¿Por qué no bautizaba Juan dentro de la sinagoga? La respuesta es: porque nosotros aceptamos por fe que Juan bautizaba como Dios se lo había ordenado, así que si Juan bautiza en río es porque esa fue la orden que recibió de Dios. “…pero el que me envió a bautizar con agua…” (Juan 1:33). Mt. 3:11 dice: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento.”

Los judíos no experimentaban el bautismo porque ellos atribuían eso únicamente a “Cristo, Elías, o al profeta.” y les extrañaba que Juan lo estuviese haciendo, ignorando que su trabajo era ordenado de arriba. “Si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas?” (Juan 1:25). Había gran expectación alrededor del bautismo de Juan, estaban realmente alarmados, no sabían qué estaba pasando y la alarma cundía por todas partes: Hay un hombre bautizando en el Jordán, decían. Tanto alarmaba al pueblo que hasta los sacerdotes y sus contrarios venían a Juan a bautizarse. (Mt. 3:7).

“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” (Juan 1:29). Jesús vino para ser bautizado por Juan, éste se negaba a hacerlo. Mateo 3:14 dice: “Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?…” Juan decía: “El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” Mateo 3:11; y Juan 4:2 dice: “(aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos)” Vemos que tanto Juan como los discípulos de Jesús bautizaban en agua y Jesús no bautizaba pero Jesús es quien “os bautizará en Espíritu Santo.”

Juan 1:33 dice: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.”

Juan dijo en Mateo 3:11: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento.” ¿Arrepentimiento de qué? No vemos otra respuesta más que de los pecados. Dice Mateo 3:6 “y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.”

No sé hasta qué punto podemos hablar de dos bautismos: el de agua para arrepentimiento de los pecados y el del Espíritu Santo y fuego; el primero es el de Juan y el segundo de Cristo.

En la Iglesia de Dios sólo se practica el bautismo de Juan que es el de agua, Y viene la pregunta que se señala en Mateo 21:24-26: “Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?”

Nosotros, ¿por qué creemos que es del cielo, es decir de Dios? Porque Juan dijo que Dios le había dicho: “Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.” Así que lo que Juan hacía no es una práctica aprendida con los esenios, sino un acto ordenado directamente por Dios a él.

El bautismo en Espíritu, ¿se practica? Los cristianos sólo pueden bautizar con agua, es Cristo quien bautiza en Espíritu Santo y fuego, pero ¿cómo se logra este bautizo, cuándo ocurre, cómo se realiza, cómo se detecta?, ¿serán necesarios todavía tanto el bautismo de Juan como el del Espíritu?

¿Cómo y cuándo bautiza Jesús en Espíritu Santo? No tenemos una descripción tan clara como lo que sucedió con Jesús cuando Juan vio al Espíritu descender sobre Él. Pero sí podemos entenderlo al leer las Escrituras. Bautizar es mojar o cubrir; el bautismo de Juan era en agua (no con agua), también en Moisés hubo bautismo en la nube y en el mar. 1 Corintios 10:2: “y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar.” El pueblo judío al salir de Egipto tuvo que pasar cruzando el mar rojo; también, todos sabemos que Dios se manifestó en el desierto como una columna de nube que los guiaba en su camino a la tierra prometida. La cercanía con esa nube, de verdadera agua, los roció, así que el pueblo fue bautizado en la nube.

El bautismo es un baño realmente, Juan bautizaba para limpiar de pecados físicamente, pero Jesucristo nos baña con su Espíritu Santo para cubrirnos de una vestidura especial en Cristo. Gálatas 3:27: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Esta es la vestidura de Dios, o como la llama Pablo, la armadura de Dios. Efesios 6:13: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo…”

En el segundo párrafo de la “Narración” de la lección leemos que “La atmósfera de arrepentimiento y necesidad de perdón de pecados que experimentaba el pueblo de Israel que acudía a Juan, le indicó a Jesús que la mies estaba madura para iniciar el genuino acercamiento a Dios de parte del pueblo de Israel.” Esto lo entendemos si tomamos en cuenta que desde los días del último profeta bíblico del A. T. hasta los días de Jesús habían pasado más de 400 años sin que Jehová restableciera contacto con el pueblo; por lo tanto, todo Israel estaba experimentando una situación de aparente abandono, de desamparo, de aparente desinterés por parte de Dios. Como si Dios se hubiera cansado de la dureza de cerviz de todo el pueblo. Quizá algunos pensaban que ya Dios se había olvidado de ellos, que no recibirían más señal del cielo ni a través de rey, sacerdote o profeta alguno. Quizá quedaban unos cuantos fieles genuinos que aún no perdían su esperanza en el Mesías; habían pasado ya muchos años y el Dios que los sacó de tierra de Egipto con mano fuerte y brazo extendido ya no se manifestaba. El pueblo necesitaba de verdad una renovación espiritual, una palabra de aliento, una manifestación que le fortaleciera la fe, que les devolviera la confianza, que los levantara a una nueva experiencia con el Señor. Es en este contexto cuando aparece Jesús al pueblo de Israel, por eso dice la “Narración” de la lección: “La atmósfera de arrepentimiento y necesidad de perdón de pecados que experimentaba el pueblo de Israel que acudía a Juan, le indicó a Jesús que la mies estaba madura para iniciar el genuino acercamiento a Dios de parte del pueblo de Israel.” Creo sinceramente que los prodigios, milagros y portentos que el Señor realizó fueron suficientes, sólo que muchos israelitas no quisieron afrontar la gran oportunidad que tenían frente a sí. Gracias al Señor que su sacrificio vino a aliviar la atmósfera de arrepentimiento y necesidad de perdón de pecados que experimentaba y sigue experimentando el mundo. Y pensar que todo empezó con el bautismo del Señor, para que así como él hizo nosotros también hagamos: en humildad bajar a las aguas e iniciar nuestro proceso de purificación.

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