Diác. Juan Sánchez G.
Si la hija de un sacerdote prostituyéndose se profana, a su padre profana; será quemada. Lev. 21:9
Cuando se decretaba la muerte de un hombre, había cuatro posibilidades: apedrearlo, quemarlo, muerto con la espada o llevarlo a la horca. El morir quemado era más grave que la muerte con la espada. Y la espada era más grave que la horca. La hija de cualquier judío, que se prostituía era condenada a la horca, pero si era la hija de un sacerdote, debía ser quemada,
¿y por qué existía esta diferencia? Porque esta hija profanaba la categoría y la honorabilidad de su padre, como explica Rashi, de acuerdo a la Guemará en el tratado de Sanhedrin (hoja 52): profana y desprecia su honor, y dicen de este Cohen (sacerdote): maldito, porque tiene un hijo como éste, maldito, porque hizo crecer así a su hijo…
La Escritura aquí nos enseña una regla que nos acompañará toda la vida: no es lo mismo cuando una persona común comete un pecado, al caso en que el transgresor es una persona importante, honorable o estudiosa, que lleva una corona en su cabeza.
La persona que se distingue entre el pueblo, sea en el campo que fuera, cuando peca, se auto-destrona de su postura, desprecia la honorabilidad tan especial que consiguió al sobresalir entre el resto de sus semejantes.
Cuando la hija de un Cohen peca, está ensuciando y despreciando la corona del sacerdocio. Una persona estudiosa de las Escrituras, que no se comporta dignamente, ensucia y tira por el suelo el Honor de la Palabra, que debería llevar consigo en todo momento…
1ª. Ped. 2:12 Mantened entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque os acusen de hacer el mal, ellos observen vuestras buenas obras y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.
Por eso, su pecado, aunque a la vista sea el mismo, está multiplicado varias veces respecto del mismo pecado que realiza una persona “común”, del montón.
La responsabilidad que lleva sobre sus hombros la persona que estudia la Biblia es muy grande, la obligación de cuidar su comportamiento se multiplica miles de veces respecto a otras personas, ¿por qué? Porque si otra persona se comporta inadecuadamente puede ser que no ocurra nada, pero cuando una persona que cuida la Palabra hace algo indebido, todos quieren publicarlo.
1ª. Ped. 3:16 Pero hacedlo con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia, para que los que hablan mal de vuestra buena conducta en Cristo, se avergüencen de sus calumnias.
Para la persona que elude la responsabilidad que significa cuidar las Escrituras y sus preceptos, el ver que quien asumió su obligación tropieza, aunque sea en el detalle más pequeño, representa una falsa alegría, como justificando su decisión equivocada. Por ese motivo siente la necesidad de hacer público ese error, para mostrarle a todo el mundo que él, anda por el camino correcto ¿?
2ª. Ped. 1:10 Por lo tanto, hermanos, esforzaos más todavía para consolidar el llamamiento de Dios, que fue quien os eligió. Si hacéis estas cosas, no caeréis jamás,
Y cómo debemos esforzarnos y evitar cualquier falla en nuestra conducta y en nuestras relaciones con los semejantes, llegando al punto que el descuido más pequeño puede provocar un daño de magnitudes insospechadas al Honor de la Palabra y también a veces, la falta, llegar a ser una profanación al Nombre del Boré Olam (Creador Eterno)…
Mat. 5:16 Así brille vuestra luz delante de todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en el cielo.
Profanar la Palabra implica profanar el Nombre de Hakadosh Baruj Hu (Santo Bendito Sea), y el castigo a este pecado es el más severo, el morir quemado. Ya discutieron los sabios judíos en el tratado de Ioma (hoja 86): ¿quién profana el Nombre de Hashem? La persona que estudia con un Talmid Jajam (sabio-alumno), discute y aprende con él, y después, hace sus negocios sin fe, y no dialoga con la gente con tranquilidad.
¿Qué dice la gente sobre esta persona? Pobre hombre, pobre este hombre que estudia la Biblia, que desdichado es su padre, que le enseñó la Palabra, pobre su maestro que le enseñó la Palabra. Vemos a este hombre que estudió Biblia, vemos que torcidos están sus actos, vemos cuán desviados que están sus caminos…
Entre las cosas que suceden en el mundo, podemos encontrar, por ejemplo, en el ejército de un rey, que si a uno de los soldados le falta un botón de su uniforme o si su camisa no está prolijamente planchada, recibirá un castigo para que él y todos sus compañeros “aprendan” que las normas que imponen en el ejército, hasta en el mínimo detalle, están para ser cumplidas…
Pero si uno de los soldados se escapa, convirtiéndose en un desertor, no va a ser castigado por haberlo encontrado sin un botón o con la ropa desprolija, porque por haberse escapado, salió de la categoría de soldado al servicio del rey.
Algo parecido ocurre con el ejército de los servidores de Dios. A una persona de la calle, no se la puede reprochar por pequeñas acciones que no haya realizado de una forma no del todo correcta. Los pequeños detalles no son tan importantes cuando lo que hay que corregir es muy grande.
Esta persona, lamentablemente, está muy alejada para estar considerada entre los “cuidadores” de las órdenes del Dios del cielo. Primero, antes que se empiecen a escuchar las críticas por las pequeñas cosas, hay que devolver a este hombre a su lugar, que ocupe su posición entre los cuidadores.
Muy diferente es la relación con una persona que estudia regularmente la biblia y se preocupa por el cumplimiento de los preceptos. Debe prestar atención al mínimo detalle, a cada cosa pequeña, para que no sea castigado por haber hecho algo no acorde a su categoría espiritual.
La magnitud del reproche que esta persona está preparada para recibir no se compara al reproche que puede recibir otra persona.
Una persona que dedica su tiempo al estudio de la biblia, está preparada para recibir críticas por cosas muy pequeñas, hasta irrelevantes para otros, ya que cada detalle que no se cumple bien provoca una terrible pérdida en la integridad del individuo, profana y desprecia a la “Corona de la Tora” que lleva sobre su cabeza…
Y más debemos decir, si cada detalle en un precepto no cumplido con el grado más alto de meticulosidad, merece el reproche, cuánto más que debemos advertir al que estudia la Biblia cuando la falta o la carencia es más grave.
La “mente torcida” es una de las carencias más grandes en una persona. Como dijo el Saba Mikelem ztz”l: si viene una persona a decirte que una cosa o una acción está torcida, cuando todo indica, inclusive el pensamiento, que está derecha, debemos saber que esa persona tiene su cerebro “torcido” y no hay algo peor que esto…
Porque un cerebro torcido puede torcer toda la Escritura.
Cuentan sobre el Gaon de Vilna, que mandó a llamar al Maguid Midubna para que revise sus acciones y busque algún detalle pequeño para reprocharlo.
Dijo el Maguid Midubna: si encuentro alguna falta sospecharán de mí que estoy diciendo mentiras…
El Gaon le contestó: lo que es derecho es verdad, y lo que es verdad es derecho.
El amor, el apegamiento a las cosas “derechas” es un precepto muy importante, que está justamente para contrarrestar lo torcido. Y detrás de este pecado, encontramos la vagancia.
Una persona que despierta de su sueño en medio de la noche deseando tomar un vaso de agua, pero, su falta de voluntad a la realización de cualquier cosa, no le permite levantarse de su cama, está pecando, porque atenta contra su propia salud…
El Saba Mikelem nos trae un ejemplo para mostrarnos los efectos nocivos de la vagancia. Tenemos delante dos hombres, y los dos se ocupan de conducir carruajes.
El primero tiene un caballo fuerte y sano, a pesar de que en todo el día lo único que hace es correr, saltar y patear. Y nunca, este caballo, transportó a su dueño o a su carruaje.
El segundo tenía un caballo más bien débil, que daba lástima al verlo. Pero, con sus pocas fuerzas, este caballo transportaba personas o mercaderías, y avanzaba con sus mínimas fuerzas paso a paso, sin pedir jamás un descanso mayor que el necesario. Avanzando lentamente, esforzándose al máximo cuando la fuerza no alcanza, pero sabiendo estar en busca de la finalidad: cumplir con los objetivos propuestos.
El otro, el gran caballo, fuerte, veloz, de gran porte, ¿para qué le sirven todos estos calificativos si no da un paso adelante para salir al camino?
Así podemos comparar a dos personas que dedican parte de su día al estudio de la Biblia. Por un lado, una persona “aparentemente” inteligente, con gran poder de razonamiento, con una memoria de elefante, pero que no permanece sentado en su lugar más de un minuto y tampoco se esfuerza en ocuparse de estudiar. ¿Qué se puede esperar de una persona así?
Frente a él tenemos a una persona que no tiene muchas aptitudes, le cuesta entender, y no parece poder llegar a ser una mente brillante, pero su esfuerzo, su dedicación, el sentarse a estudiar sin distraerse, sin levantarse, repitiendo cada expresión, cada pasaje, hasta comprender, hace que paso a paso adquiera más y más Sabiduria, y cada cosa que consigue entender queda bien grabada en su memoria. Y finalmente llegará… gracias a su continuidad, a su esfuerzo y a su sed de aprender.
Conclusión: podemos ahora comprender el principio de este escrito. A quien se le la dado mas se le exigirá mas, auque los dos creyentes y no creyentes van a recibir su premio, no van a ser juzgados de igual manera.
Rev. 22:11-12 Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose.» 12 «¡Mirad que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho.
Bibliografías:
Darje Musar.
Leiluy Nishmat Harav Hagaon Moshe Shlomo Halevi ben David