El Coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual. Los resultados presentados por el informe 2011 de la OCDE muestran que México es uno de los países con mayor desigualdad en la riqueza y en el ingreso, mas o menos el 50%. Un estudio realizado estima que el Gini de riqueza global para adultos es de 89%. El mismo grado de inequidad es obtenido si una persona en un grupo de diez toma el 99% de la torta mientras que las otras nueve comparten el 1% restante (1).

El mundo en el cual vivimos es el mundo capitalista total. Según un estudio publicado por el Instituto Mundial para Investigación del desarrollo económico de la UNU-WIDER, en el año 2000, el 1% de los adultos más adinerados poseía el 40 % de los activos mundiales y el 10% de adultos más adinerados acreditaba un 85% del total mundial. En contraste, la mitad de la población adulta en el mundo poseía escasamente 1 % de la riqueza mundial. Esta concentración de la riqueza comenzó a dispararse después de la segunda guerra mundial, aunque tuvo un momento de declive entre los años 60 y 80, recuperó lo perdido y se hizo más veloz después de los 80. La concentración de la riqueza tiene su lado opuesto en el aumento de la pobreza. Según datos del Banco Mundial, 18 millones de personas mueren al año (o 50.000 al día) por causas relacionadas con la pobreza. Esto significa que en 10 años mueren aproximadamente 180 millones de personas por la pobreza, la mayoría mujeres y niños. Otros datos son los siguientes: Cada año, cerca de 11 millones de niños mueren antes de los cinco años de edad. En el 2001, 1100 millones de personas tenían niveles de consumo por debajo de un dólar al día y 2700 millones vivían con menos de dos dólares al día. Aproximadamente 1000 millones de personas aguantan hambre cada día.

Todo esto no es ignorado por los hombres más ricos del mundo. De hecho han calculado que es necesario reducir la población mundial en alrededor de 2000 millones de personas para que su proyecto de planeta siga siendo viable. Estas ideas de control poblacional empezaron a promoverse en los años 70 por la Oficina para Asuntos de Población del Departamento de Estado. Este grupo creó el proyecto “Plan Global 2000” para la administración Carter, por el que pedía la reducción de la población mundial en dos mil millones de habitantes para el año 2000. Según esta oficina, aquellos lugares con superpoblación, especialmente en el Tercer Mundo, eran más proclives a vivir revoluciones y a provocar migraciones masivas e inestabilidades mundiales. Para ello, desde Estados Unidos se exportaron al resto del mundo ideas anti-natalistas con falsos argumentos.

Vivimos en medio de un sistema imperialista donde se ha programado de manera científica y sistemática una lucha de poder (2). Los poderosos luchan contra otros poderosos y aplastan a los débiles. Vivimos en una verdadera cultura de la muerte y hemos construido, seamos conscientes o no, un mundo donde unos podemos comer mientras millones de seres humanos se mueren de hambre (3). Es claro que el sistema imperialista es un sistema social basado en la explotación y en la violencia estructural en el cual se considera al ser humano como un simple numero.

El pensamiento postmodernista se funda en el hecho de que habiendo sido probadas todas las formas de organización social y económica y habiendo todas fracasado, ya no hay motivo para esperar una nueva propuesta. El capitalismo ha quedado no como la opción de solución sino como la opción vencedora sobre las demás.

No podemos negar además, que vivimos en un mundo de egoísmo, de explotación y de inmoralidad (5). El ser humano no puede ver a los demás seres humanos como hermanos. La ceguera que tienen los hombres se vuelve fratricida (6). El problema mundial exige una revolución desde los cimientos para volver a comenzar y comenzar bien. Pero después de tantas revoluciones estériles solo queda una por hacer porque es la única que no ha sucedido: La revolución de nuestro corazón. Pero, ¿quién estaría dispuesto a participar en una revolución de este tipo?

1. La negación del hombre

El hombre de hoy sufre la manipulación de su conciencia sin que se dé cuenta. Los grandes medios de comunicación han conseguido generar una mentalidad hedonista, individualista, relativista, utilitarista (7). Hemos adoptado un concepto egoísta de la libertad. La libertad que concebimos es una libertad para tener cada día más bienes, para saber cada día más y para tener cada día más poder. Es decir, la meta propuesta por la sociedad capitalista para el ser humano es la del bienestar, no la del bienser: Tanto tienes, tanto vales. Podemos cada vez más. Sabemos cada vez más. Tenemos cada día más. ¿Pero a costa de qué? No podemos silenciar esta pregunta (8).

En el fondo de la conciencia de cada ser humano sigue grabada esta pregunta: ¿Caín, que has hecho de tu hermano? Y también la respuesta aprendida: «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?». Nos creemos inocentes, pero nuestra conducta es fratricida no especialmente por acción, sino sobre todo por omisión. Asumimos como necesario tener una cuenta de banco con fondos suficientes, aunque nuestra capacidad de amar se encuentre ya vacía. El gran logro de la sociedad capitalista es habernos esclavizado sin que nos diéramos cuenta. Logró meter en el corazón de cada ser humano su propio proyecto, su propio tipo de hombre. El sistema imperialista promueve un reduccionismo antropológico: hacer de todo hombre un hombre consumidor y competidor; salvajemente individualista. Todo el interés del neocapitalismo consiste en que el hombre se cree necesidades, no en que se quite necesidades. Y así amarra y controla al hombre haciéndole sentir necesidades que no tiene…

El deseo de ser el primero, la ambición de las cosas y el placer, propio de nuestra condición natural, empalma perfectamente con los propósitos de la sociedad neocapitalista. De aquí que se haya levantado por encima del socialismo como alternativa de sistema económico mundial. Su éxito se debe a que su propuesta económica, social, política y cultural, conecta mejor con las tendencias naturales del ser humano (9). La clave del fracaso de los países del Este está en su error antropológico. No consideraron la tendencia egoísta innata en el hombre, su condición de pecador (10). En principio somos idólatras de nosotros mismos y los directores del marketing, que lo saben, alientan con todos los medios a su alcance nuestro egoísmo, nuestro yo; al mismo tiempo que nos producen una insatisfacción constante.

Lógicamente el neocapitalismo también tiene su error antropológico, aunque conecta con nuestras tendencias negativas, hace a lado nuestra condición más humana: Nuestra necesidad de amar y de trascender. Nadie puede quitarnos esta sed de amor, de eternidad, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Nuestro molde original es el Amor infinito. Tenemos sembrada en cada uno de nosotros una semilla de infinito. Un deseo inmenso de trascender. Este deseo, aunque la sociedad de consumo pretenda negarlo o satisfacerlo con carros de lujo o joyas, sólo se puede saciar con el infinito mismo. Los 415 premios ganados por Whitney Houston no pudieron hacer nada para llenar el vacío existencial de su vida.

La aceptación de este deseo humano y la búsqueda de una solución para él, supone salir de la prisión de la ciencia y de la imagen que nos ha dado el capitalismo, para abrirnos al misterio de Dios. Si es que hemos vivido una experiencia donde fuimos solidarios simplemente, sin esperar nada a cambio, sabemos que esa experiencia se puede comparar con la experiencia de tomar un vaso de agua fresca cuando estamos sedientos. Hacer el bien todavía mueve las fibras más intimas de nuestro ser. La solidaridad extrema de los voluntarios en los incendios y en los terremotos todavía nos conmueve. En el fondo sabemos que dándonos a nosotros mismos podemos hacer brotar una fuente de vida en nuestro propio ser. En el fondo sabemos que compartiendo nuestra propia vida alcanzaremos una satisfacción más duradera que la que nos puede dar cualquier posesión material.

Hay una sola cosa que puede vencer al imperialismo: la solidaridad-comunión de los seres humanos. Y por eso el imperialismo combatirá toda idea que tienda a la solidaridad mundial.

El centro más profundo del hombre esta sediento de la experiencia de solidaridad-comunión, pero al mismo tiempo que experimenta esta necesidad, se revuelca, como animalito en su amor propio. Existe una condición fundamental en nuestro corazón humano: es capaz de bondad y de traición. Al inclinarnos por el odio a los demás acabamos traicionándonos a nosotros mismos. Sólo reconociéndonos traidores a nosotros mismos, podríamos comenzar el camino del nuevo hombre. La sed de plenitud, insatisfecha en todo tiempo, no hace más que recordarnos nuestro origen. El hombre no se explica desde el mismo hombre, necesitamos una antropología divina para explicarlo. Si solo fuésemos materia, nuestros problemas estarían resueltos desde hace tiempo. Siempre podríamos saciarnos con una Coca Cola: «lo auténtico, la chispa de la vida»… La solución que el mundo capitalista nos ofrece para saciarnos en definitiva. Pero nos damos cuenta que no es así.


2. La negación de Dios

Los maestros del ateísmo de principios de siglo: Marx, Nietzsche, Freud; pretendían encontrar al hombre nuevo, al hombre justo, sin Dios. Consideramos equivocados sus planteamientos pero al menos en algo les concedemos la razón: Reconocían la sed de justicia, de libertad, de infinito que anida en el fondo del hombre. Sus teorías expresaban la negación de Dios como condición necesaria para la verdadera libertad del hombre. Había que tirar las viejas creencias para liberarse definitivamente y alcanzar el estadio superior reservado al hombre en la escala de la evolución. Había que eliminar a Dios para dar paso al superhombre.

Miguel Bakunín, un célebre anarquista ruso diría: » Enamorado y celoso de la libertad humana, a la que considero como la condición absoluta de todo lo que adoramos y respetamos en la humanidad, doy la vuelta a la frase de Voltaire, y digo que si Dios en verdad existiera, habría que hacerlo desaparecer» (11). “Si Dios existe, entonces el hombre es un esclavo. Pero el hombre es inteligente, justo, libre, entonces Dios no existe.» De ahí que para Bakunín los cristianos no eran hombres, por faltarles la conciencia de su humanidad y no respetar su dignidad. Bakunín junto a Marx serán los precursores del ateísmo militante en un movimiento obrero cuyos orígenes extrañamente, no se pueden entender sin lo cristiano o los cristianos. No debemos olvidar que los integrantes de la Primera Internacional comenzaron rezando un «Padre Nuestro» (12).

Para Marx la religión es alienante, el opio del pueblo. Es una aliada del poder político y de la explotación económica. Es una superestructura ideológica. Marx hace una crítica total a la religión como ya es conocido. Su argumento está basado principalmente en las ideas de Feuerbach. “Dios es la proyección de la conciencia humana». Nietzsche también dedicó la mayor parte de su obra a hacer desaparecer Dios, y podemos resumirla en la conocida frase: «Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado».

Nietzsche, que acabaría loco, ataca duramente al cristianismo, principalmente su moral: por predicar el perdón, el amor a los pobres y la igualdad. “El cristianismo es abominable porque en vez de apoyar a los fuertes ha apoyado a los débiles”. Con esto el cristianismo se puede considerar como perverso porque va contra la fuerza y la vida. Para Nietzsche, de la voluntad de dominio del hombre brota el deseo de vida y grandeza, de ser superhombre y ocupar el lugar vacío dejado por el Dios muerto. En el fondo para Nietzsche, Jesús ha sido un sentimental, un débil necesitado de amor de los demás. Por eso en el «Anticristo», lo califica de «idiota», un ser inocente que tuvo la suficiente voluntad de poder afirmar plenamente la vida en toda su fuerza, pero que vino a refugiarse en lo débil del mundo.

Un exponente del ateísmo, Savater, escribe: «Ante todo, es preciso que la perfección de las instituciones humanas llegue a ser tal, que podamos meditar sin perturbaciones sobre la imperfección de las instituciones divinas»(13). Sartre declara: «Nosotros queremos decir únicamente que Dios no existe y que es preciso llegar hasta las últimas consecuencias de tal afirmación». Reconoce que la negación de Dios es molesta para el existencialismo, ya que con la desaparición de un poder absoluto, desaparece la posibilidad de encontrar valores absolutos y conduce necesariamente a la afirmación de Dostoievski: «Si no existe Dios todo está permitido». Este es el punto de partida de Sartre: «El existencialismo, afirma, no es más que un esfuerzo para sacar las consecuencias de una posición atea coherente»(14). «El problema no es el de la existencia de Dios, es preciso que el hombre se halle a sí mismo y que se convenza que nada le va a salvar, ni siquiera una prueba válida de la existencia de Dios».

Marcuse ha resumido la postura de Sartre así: «La aparición del otro, dice Sartre, transforma mi mundo de conflicto, de alienación, de cosificación; el otro es aquel que usurpa mi mundo, que me hace objeto de evaluación o de estimación… La única actitud posible frente al otro es el odio. Pero tampoco esta actitud produce la liberación del ego. Por tanto, no hay escape posible al círculo del fracaso. El infierno son los otros.» En definitiva los otros son:» puerta cerrada, «puta respetuosa», «manos sucias»; «el infierno son los otros» dirá Sartre. Es la «nausea», el sentimiento que provoca el comprobar que el mundo es absurdo. Entre esta tesis y el cristianismo hay un abismo de distancia. ¿Qué se podría decir de la filosofía cristiana del amor al enemigo? Freud dice que amar al enemigo simplemente y sencillamente es la peor estupidez que puede haber entre las especies. Es como si la cebra amara al león.

Es evidente que el razonamiento de estos pensadores tiene su límite en la ley del Talión, la lógica de Prometeo: ojo por ojo, diente por diente; cualquier ampliación más allá del Talión y en favor del perdón (aunque deseable y siempre plausible) resulta racionalmente insostenible (16). El hombre es ontológicamente un lobo para el otro hombre y por lo tanto los hombres débiles están llamados a perecer.

Y cuando esto es así, Carlos Díaz dice que el absurdo acecha al menor giro de la opinión del sujeto. En un mundo sin un Dios misericordioso, ¿qué razón tengo yo para amar a mi enemigo? Para el ateo solo queda enfrentar el absurdo de su teoría. De ahí la disyuntiva: o Dios o el absurdo, el sinsentido de todo. En este contexto Camus elige el absurdo y llega a decir: » Lo único que le pido a mi generación es que os pongáis a la altura de vuestra desesperación». Albert Camus, humanista existencialista, nos ha dado una descripción impresionante cuando habla del hombre moderno preso entre los engranajes de la vida moderna y super-racionalizada: levantarse, desayunar, transporte, trabajo, comer, transporte, trabajo, domingo, lunes, martes, miércoles…. De pronto se revela en toda su crudeza el absurdo y el vacío de semejante existencia. De ahí se sigue un interrogante fundamental. ¿Vale la pena vivir? Rovirosa dirá al respecto: «Hay que elegir en cada momento, aun en aquellos que parecen prestarse menos a la opción. Aun cargado de cadenas puede uno escoger entre el conformismo fatalista o la rebeldía interna.

Para todo ateo existe un sólo problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida merece o no merece ser vivida sería la tarea fundamental de la filosofía. Muchas personas se suicidan porque juzgan que la vida ya no es digna de ser vivida. (Paradójicamente vemos a otros que se dejan matar por defender ciertos valores, que constituyen su razón de vivir). Entonces, tanto en un caso como en el otro, determinar el sentido de la vida es la cuestión más urgente (17). No podemos evadir el absurdo, dirá Camus. La elección sobresaliente que hay que hacer es la de decidir si uno ha de suicidarse, o si no ha de suicidarse. Esto ciertamente tiene una lógica aplastante, sobre todo si se es materialista.

Es curioso, pero los que creen en Dios tampoco están libres de tener que decidir. Para el que cree en la existencia de Dios, la elección fundamental es la de decidirse por seguir a Cristo (que es la Vida), o la de separarse de Cristo (que es permanecer en la muerte).

Lo único que la buena lógica nos pide a todos es que seamos coherentes. Para el superhombre de Nietzche, aunque pareciese que la vida fuese un triunfo, siempre su final es la tragedia de la muerte, siempre el final es el pudridero. O el hombre es un valor que va más allá de lo aparente, un valor absoluto, o la muerte significa el triunfo de la nada sobre todos (18). Y si nuestro último fin es la nada entonces se impone inexorablemente la lógica de la arbitrariedad, la voluntad subjetiva. Si muere un hombre no ha pasado nada, es la desaparición de algo que no tiene valor. No hay ya rastro de él, o de mí en su momento. Y en este caso, lo que me queda en la vida es enfrentarme con mi desesperanza. La vida entonces es la soledad total, la falta de esperanza es el infierno. Dante en su Divina Comedia, coloca en la entrada al infierno un cartel que dice. «Abandonad toda esperanza los que entráis aquí».

El hombre ha querido hacer el cielo en la tierra (como diría Marx). Pero la tierra, a costa de Dios, está hecha un infierno. «Cuando se deja de creer en Dios, decía Chesterton, ya no se puede creer en nada en realidad, y el problema más grave es que entonces se pasa a creer en cualquier cosa».

La existencia histórica de Jesús es un reto para la racionalidad del hombre moderno. Guillermo Rovirosa nos lo plantea así: «Jesús, verdadero hombre histórico es verdadero Dios Eterno. Sin términos medios. Porque si no fue la plenitud de Dios, entonces fue el hombre más embustero, más criminal de toda la historia, y todo hombre honrado tiene el deber de perseguir su rastro con todas sus fuerzas.

Un humano que se precie de serlo tiene que apasionarse ante la figura del Jesús histórico. Sería infrahumano no apasionarse por él, ya sea en pro o en contra, porque su vida peculiar nos provoca. Si él vivió y murió por un Dios que no existe y así dio lugar a una comunidad de seguidores que se cuentan por millones, entonces, conforme a la más elemental justicia es necesario borrar su memoria, destruirlo, porque su justicia está fundada sobre la más grande mentira que puede haber. En principio tenemos que analizar su vida y descalificar totalmente su doctrina del amor y la solidaridad con los hombres. Pero si no encontramos ni siquiera los argumentos para descalificar su forma de vida, entonces no podremos destruir su memoria. Y es cierto que se han hecho los más serios intentos por destruir su legado. Grandes mentes y sistemas totalitaristas lo han intentado. Pero sucede que Cristo y su pensamiento siguen ahí. Parece que hay que ir aceptando que son indestructibles, que Jesús es Dios de verdad.

“Hubo un hombre que congruente con su postura de pensamiento se dio a perseguir al Nazareno, ese hombre fue Saulo de Tarso. Pero sucedió que en el camino por el cual lo perseguía, se encontró sin quererlo, con el enemigo al cual quería desaparecer. Es necesario destacar que este Pablo, congruente consigo mismo, siguió siendo un hombre integro y es por eso que se convirtió en el más grande proclamador de la fe cristiana jamás habido.»

Hay que aceptar que en la aparición del ateísmo, han contribuido los hombres que se dicen ser cristianos, pero que no lo son en realidad. La falsa imagen de Dios que reflejan en sus vidas produce un auténtico rechazo al dios que dicen representar. Entonces hay que formularse una nueva pregunta: ¿de donde obtuve la idea de Dios que me hace rechazarlo?

Cristo se ha propuesto como la única, verdadera y más alta revelación de Dios. De esta manera mi objetivo de análisis racional es Cristo. Si la imagen de Dios que me presenta Cristo no obtiene para mí una valoración positiva, entonces soy bastante libre para rechazar al Dios que dice representar.

Jesús es sin duda un hombre que se ha afirmado por sus hechos y sus palabras como un gran hombre, no importando si creemos en el o no. La pregunta es si estoy dispuesto a confrontar seriamente y honestamente la vida de aquel que ha influido más que ningún otro ser humano en la vida de la humanidad. Le hemos dado suficiente tiempo a Einstein, a Marx, a Alejandro, a Cesar y a Napoleón en nuestros estudios. Todos ellos han contribuido en algo a mover la historia humana. Pero Cristo la ha movido más que todos ellos juntos y sus palabras nos dicen que está dispuesto a seguirla moviendo hacia un final preciso dispuesto por ÉL. “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Quizá la razón más fuerte de su permanencia en el colectivo humano se encuentra en la absoluta congruencia entre su predicación y su forma de vida. Esta congruencia lo enfrentó a la muerte, pero el quiso permanecer fiel a sus enseñanzas y terminó su vida crucificado. Es necesario para todo ser humano que se precie de querer vivir conforme a la verdad, analizar la vida de este hombre integro hasta el extremo y tomar una postura definitiva respecto a él.

Todos los grandes hombres que se han propuesto transformar el mundo, han sostenido la necesidad de conseguir el nacimiento, la formación del hombre nuevo. A. Camus llegará a decir: «o se consigue un hombre justo sin Dios o el ateísmo no tiene sentido»…

El cristianismo propone a toda la humanidad, en todos los tiempos, el ejemplo de Cristo. Él es el modelo de hombre que el cristianismo propone a la humanidad entera. Muchos los han imitado con mayor o menor éxito. Algunos de ellos podrían ser clasificados en la categoría de hombres y mujeres nuevos: Francisco de Asís, Teresa de Calcuta, Esteban, Pedro, Pablo y muchos más. Todos ellos partieron del reconocimiento de lo canallas que eran y de su deseo de ya no serlo. Ellos son hechos, no teorías. Freud nos propone una teoría evolutiva del hombre en la cual no se puede explicar el perdón. Sin embargo el perdón existe entre los seres humanos y sigue provocando el bien entre quienes lo practican. Nietzche valora la lucha en la cual el hombre se gana su lugar en el universo. Los débiles deben morir; la gratuidad está proscrita. Pero a la fecha no hay un superhombre, ni uno solo en el sentido de su filosofía. Y la gratuidad sigue exaltando la vida de muchos. Marx entendió la necesidad del cambio profundo en las estructuras sociales y económicas, pero no advirtió la necesidad del cambio profundo en el ser humano. El pase del socialismo a la sociedad perfecta del comunismo jamás se realizó.

3. La negación de Dios en la postmodernidad

En la postmodernidad estamos ante un vacío moral antropológico. Hoy ha llegado a ser virtud el no plantearse la existencia de la virtud, lo bueno y lo malo dependen de uno mismo. Hoy el que se dedica a la política es un tonto si no saca provecho.

Para la postmodernidad la solución ha sido la negación. Como no han encontrado la fuente para saciar la sed de eternidad que proponían los grandes teóricos del hombre nuevo (Marx, Nietzche, Lenin), en vez de seguir buscando donde saciar su sed, lo que hacen es negar la fuente de la vida, (ha muerto la utopía). Ya no hay alternativas para plantearse la sociedad de otra manera. La postmodernidad niega la sed. Antes, aunque fuesen falsas las utopías, planteaban la sed de justicia, de libertad, de igualdad, de infinito que anida en el fondo del hombre. Hoy la postmodernidad dice que la causa de infelicidad del hombre es querer plantearse esa sed. El querer organizar la sociedad de otra manera genera conflicto y enfrentamientos, mejor será tener una ética de mínimos universal (Banco Mundial) y que las religiones dejen de pretender dar una visión de la totalidad de la vida. Es la ética donde los hombres se dividen en náufragos y supervivientes. El ego ahoga y hace que otros se ahoguen. En nuestra barca nadie debe subir, antes los arrojamos al mar (se cuentan por miles los emigrantes cubanos ahogados que buscan un lugar mejor para ellos). Nada mueve a nadie. En un parada de los autobuses de París había un anuncio que decía: » En una sociedad tan cínica como esta, sólo hay una cosa por la que vale la pena movilizarse: las vacaciones”. Vivimos en la sociedad que retrata el Evangelio de Lucas: «Si solo queréis a los que os quieren, ¡vaya generosidad! También los incrédulos quieren a quien los quiere. Y si hacéis el bien al que os hace el bien, ¡vaya generosidad! También los gentiles lo hacen.

La enseñanza de Jesús es diametralmente opuesta a la doctrina del imperio: Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: Así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bondadoso con los malos y pecadores. El hace llover sobre buenos y malos. Sed generosos como el Padre celestial es generoso (20). Según Jesús el amor no nace de las fuerzas de la razón sino de Dios quien nos amó primero. Dios nos da motivos para amar. Por eso es que sin Dios el hombre no puede organizar la sociedad más que contra el hombre, dice el teólogo De Lubac. (21). Sin Dios no hay ninguna razón para devolver bien por mal. Sin Dios el amor debe ser vencido necesariamente por el egoísmo.

Sabemos que nuestras tendencias naturales nos llevan a generar injusticia y muerte en nuestro mundo. Es obvio que el ambiente donde vivimos no favorece a que seamos solidaridad-comunión con los demás. El reto es construir ambientes donde verdaderamente seamos comunión de vida, de bienes y de acción. Es la opción de la humanidad para lograr su sobrevivencia. La ley del más fuerte propuesta por la teoría de la evolución se torna contradictoria en este punto. Solo podremos sobrevivir como especie si logramos revertir la tendencia natural para llegar a ser una especie en la cual exista la solidaridad-comunión.

Existen dos tipos de negación: una con las palabras y otra con los hechos. Esta última es la más importante.

Un campesino boliviano nos diría que: “Ateo es el que no ha practicado la justicia con el pobre”. 
Y tiene razón. El Dios que propone Cristo es amor, es solidaridad con los débiles, con los pobres y con los marginados. Desde este punto de vista el cristiano que no ayuda a los pobres o se preocupa por ellos es peor que el ateo. Jesús dice que no es posible servir a Dios y al dinero (Mateo 6:24). Un teólogo español decía:» la mayoría de los cristianos españoles vamos a misa con la misma inercia que a los cadáveres les crece el pelo y las uñas después de muertos». Hay que reconocer que la mayoría de los cristianos rebajan la imagen de Dios y esto no tiene otro nombre que blasfemar, negar a Dios. Porque «Si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve » (1ª carta de Juan 20).

Por el contrario, un ateo que practique la solidaridad con los desvalidos esta cercano a Dios, aunque no sea consciente de ello. Su reconocimiento de Dios lo haría ser un cristiano mejor que los demás. De esta manera queremos dejar claro que la revolución que necesitamos para cambiar al mundo no consiste en un cambio de palabras, en un cambio de discurso. Lo que hará cambiar al mundo son hombres y mujeres que sean solidarios con los demás en la práctica. Esta sería la revolución eficaz para transformar al mundo.

4. La revelación de Dios como solidaridad-comunión con los hombres

La revelación que nos hace la Biblia es que Dios se hizo hombre por amor a nosotros. Pero no solo eso sino que siendo hombre se hizo servidor de todos. Su solidaridad no solo consistió en compadecerse de los hombres desde su trono celestial. El quiso compartir con los hombres sus vicisitudes y problemas. Por eso no se encarnó en un hombre rico, sino que se encarnó en un hombre pobre. Desde la cuna hasta el sepulcro vivió como hombre pobre y como hombre solidario. Nació en Belén, como extranjero, y su cuna fue un pesebre porque no había lugar para su familia en el mesón. Su infancia y juventud la vivió en el pequeño pueblo de Nazareth, en el total anonimato. Ningún historiador ha podido investigar nada respecto a esta etapa de su vida, la más larga. Solo se sabe que era un artesano carpintero.

A los treinta años comenzó su misión en la provincia de Galilea. Una región marcada por la pobreza y la ignorancia. Y andando en Galilea proclamó su mensaje en palabras y en obras. El mensaje de que solo a través del amor la humanidad puede tener esperanza. Durante su ministerio fue en busca de la gente necesitada. Se hizo solidario con la causa de los marginados que habían sido rechazados por el sistema social y religioso imperante en ese tiempo. Se reunía con pobres, con enfermos, con pecadores, con prostitutas. A todos ellos les dio una nueva esperanza de vida y les devolvió la dignidad de personas. Su forma de vida no le agradó a los poderosos de aquel tiempo, sobretodo porque los exponía como falsos guardadores de la ley. Porque les reprochaba su falta de solidaridad con los pobres. Porque les anunciaba que sobre ellos vendría un juicio que los condenaría a muerte para siempre. La obediencia que Jesús predicó fue la de la voluntad de Dios, por eso el poder político también se sintió amenazado. Como consecuencia de su predicación del amor, de la justicia, de la no violencia, del verdadero rostro de Dios; fue preso y llevado a juicio. Ahí podía haber salvado la vida con solo renunciar a la verdad que predicaba, pero prefirió ser fiel a su verdad antes que salvar la vida.

Jesús, el hijo de Dios venido del cielo, fue sometido a una humillación total antes de ser crucificado. En esta parte de su vida se hizo solidario con todos aquellos seres humanos a los que la sociedad mira como escoria. Lo desnudaron, lo escupieron, lo azotaron, le pusieron una corona de espinas y se burlaron de él haciéndole sarcasmos. Solo y abandonado, no perdió la fe en que el amor es la única respuesta a la vida humana. Crucificado al lado de dos ladrones, parecía llegar al final de su carrera, representando la imagen del fracaso total y no la de Dios. Los mismos cristianos, seguidores de Jesús, se sintieron hondamente solos y frustrados cuando su líder fue puesto en un sepulcro prestado.

Y esta historia de verdad no valdría la pena de contarse si hubiese terminado ahí. Si Jesús fuese ahora sólo un puñado de polvo y huesos, deshaciéndose lentamente en alguna parte en las afueras de Jerusalén, la fe cristiana estaría sepultada con Él. Pero no fue así. Hay suficientes razones para afirmar que Jesús resucitó. La lista que da Pablo de las personas que lo vieron vivo después de que había sido crucificado es extensa: y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Pedro, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya murieron. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. (1ª Corintios 15:6-8).

La persecución y martirio que los apóstoles y primeros seguidores de Jesús sufrieron, confirman que su testimonio de haber interactuado con el Cristo resucitado es verdadero. De particular importancia es el martirio del apóstol Pedro. Los expertos pueden determinar a partir de los escritos de Tertuliano, Jerónimo, y Origen, que Pedro fue crucificado al revés, por petición propia, debido a que se consideraba indigno de ser crucificado de la misma manera que su Señor. Tal transformación del hombre que, por instinto de supervivencia, había negado a su Señor tres veces; al valiente apóstol que se enfrenta sereno a la muerte, demanda una explicación. Los escritores de los cuatro evangelios contienen testimonios independientes de la historicidad de las apariciones post-resurrección. Por ejemplo, la aparición a Pedro es confirmada independientemente en el evangelio de Lucas, y la aparición a los doce es afirmada independientemente tanto por Lucas como por Juan. Más aún, tenemos testigos independientes de la resurrección en Mateo, Marcos, y Juan. Los mismos judíos son testigos de que la tumba estaba vacía. Pero al no poder explicar este hecho dijeron que los discípulos de Jesús habían robado el cuerpo. Respecto a quien debemos creerle es cosa de lógica. ¿Quién estaría dispuesto a morir por defender una mentira? Si muchos de los seguidores de Jesús afrontaron el martirio firmemente es porque tenían una razón muy fuerte para hacerlo: Habían visto a Jesús resucitado.

La vida de Jesús nos deja claro que Dios salva mediante la solidaridad: En la carta de Pablo a los Filipenses se lee lo siguiente: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:5-8).

El Dios que nos da a conocer Jesús es un Dios que no salva mediante la fuerza y el poder. Pero tampoco el cristianismo es una forma de preocupación masoquista por la Justicia. Es una doctrina que se funda en la existencia de un Dios justo y bueno, que finalmente hace justicia. Jesús mantuvo la fe en la eficacia de la comunión-solidaridad para la salvación del hombre en medio de una experiencia de dolor químicamente puro. Jesús nos quiso enseñar que sufrir por los demás y con los demás es el camino a la redención humana. El Dios de Jesús obra desde la debilidad y desde la marginación. En la cruz experimentó en si mismo el dolor de todos los hombres de todos los tiempos, que han sufrido injusticias. La mentalidad judía y la griega jamás aceptaron a un Dios que solo podía salvar a la especie humana siendo solidario con ella. Para los judíos un dios que se deja crucificar por solidaridad con los hombres es un escándalo. Para los griegos, de mentalidad más lógica, simplemente les pareció una locura. La primera carta de Pablo a los Corintios dice: Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura (1ª Corintios 1:22-23).

Los judíos tampoco pudieron tolerar tal cosa porque querían a un dios a la medida de sus intereses. Un dios que les devolviera el poder político y el económico. Pero no solo ellos rechazaron a Jesús. También una parte de su iglesia con el tiempo lo hizo a un lado, lo traicionó. Hoy se pueden ver muchas iglesias que se dicen cristianas pero que no pueden serlo. Si cuentan con grandes edificios en el primer cuadro de las ciudades más importantes del mundo, mientras millones de seres humanos mueren de hambre, entonces no pueden ser la Iglesia de Cristo. Si tienen enormes y fastuosos templos o cuentas abundantes en los bancos, tampoco pueden ser iglesias cristianas. Si los feligreses de cualquier Iglesia que se dice cristiana o evangélica, muestran más apego al dinero que solidaridad con los pobres y marginados entonces, no importando cuantos argumentos presenten en su favor, su dios no es el Dios de Jesús.

Dos mil millones de seres humanos o más tienen que tener una importancia decisiva para Dios. Podemos creer que el Jesús que se hizo solidario con los pobres de Galilea, lo hace también en el presente con los pobres del mundo. Pero hoy quiere hacerlo por medio de nosotros, los que creemos en su doctrina del amor. No importando que tan pobres seamos podemos hacernos solidarios siguiendo el ejemplo de Jesús.

La enseñanza de Jesús es que todos los hombres somos hermanos y somos hijos de un solo Padre que está en los cielos. Jesús nos dice que ningún hombre está separado del destino de los demás hombres. Cada hombre lleva en sí mismo a toda la humanidad. Jesús nos enseñó a llamarle a Dios, Padre y a los seres humanos, hermanos. Esto revoluciona la manera de ver a los demás y le da otro sentido a la historia. Somos hijos de Dios, hechos a imagen de Él. Mi filiación es el amor, mi propósito final es una vida plena en solidaridad con todos. Todo hombre es mi hermano y la historia es mi historia.

Dios se revela como un Dios liberador que busca hombres solidarios con su proyecto. El Dios verdadero, el Dios de Jesús, el que le levantó de entre los muertos, es un Dios de vida. Dios nos propone recorrer el camino de Jesús como camino del verdadero hombre, como camino del verdadero Dios. Y a través de Jesús nos invita a encontrar en ese camino la plena realización: Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. (Juan 6:35). Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:40). En la respuesta que cada quien responda a estas afirmaciones de Jesús, está la determinación de todo el proyecto humano.

Francisco Sandalio

CITAS:

1. Tomado de la pagina web: El ciudadano: Neoliberalismo, desigualdad y concentración de la riqueza.
2. “Un holocausto sin antecedentes abarca en un único año todo el espanto de las matanzas que nuestras generaciones han conocido en la primera mitad de este siglo, está actualmente en proceso de realización y desborda cada día más, a cada instante que pasa, el perímetro de la barbarie y de muerte no solamente en el mundo sino también en nuestras conciencias”. Citado por 160 premios Nobel
3. Estadísticas de Branko Milanovic, página web del Banco Mundial. Tomada de Patrick Bond (2006).
5. Encuesta Europea, Carlos Díaz: A la pregunta: ¿Qué es lo que usted más desea en el mundo? Un 88% opina que el dinero. El 64% haría cualquier cosa por dinero (pero menos matar); ¿Se fía usted de los demás? El 76% dice que no se fía de nadie (en la década de los ochenta era del 53%).
6. Juan Pablo II
7. “El hombre light”, Enrique Rojas
9. Curso de Contemplación y Lucha. Aula Malagón-Rovirosa.
10. Centesimus annus
11. Bakunin. Dios y el estado
12. Pizarro, «Lo cristiano y los cristianos en los orígenes del movimiento obrero», Voz de los sin Voz
13. Savater, F. Panfleto contra todo, 1978. Pag. 187
14. Citado en el libro: La idea de Dios en tiempo de Increencias». Marcos Martínez Vadillo. Ed. Atenas
15. Freud, El malestar de la cultura, Alianza, 1970 pp. 50-52
16. Carlos Díaz. El hombre y Dios. Instituto Emmanuel Mounier
17. El Problema del Hombre, Joseph, Sígueme, pág. 46
18. Ruiz de la Peña, J.L… El último sentido. Ed. Marova 1980, p.151
20. Lucas, 6, 32-36
21. De Lubac. El drama del humanismo ateo. Epesa.

Tomado del sitio www.solidaridad.net
Adaptado por Isaías Florentino Lira.

Tomado del sitio www.solidaridad.net
Adaptado por Isaías Florentino Lira

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