PD. Pese a llevar 23 años viviendo en España, Enrique Montenegro, pastor y misionero argentino, mantiene vínculos con numerosas iglesias evangélicas en Latinoamérica. Sigue ministrando en diferentes naciones y viaja más de 100.000 millas aéreas anuales. “Mi trabajo con la Cooperación Misionera Iberoamericana (COMIBAM Internacional) me ha dado el privilegio de conocerles y ser conocido, exceptuando Cuba, Ecuador y Nicaragua, donde no he tenido la oportunidad de ministrar, frecuentemente estoy ministrando en todas las demás naciones”, explica.

Montenegro dirige desde Madrid COMIES (COMIBAM España) y también preside la Confraternidad de Ministros de Madrid (COMIMA). Es profesor en el Seminario de Formación Ministerial (SFM) y miembro de la junta directiva del Instituto Iberoamericano de Estudios Transculturales (IIBET). Al mismo tiempo trabaja junto a un equipo de líderes nacionales en la Plataforma Unida para la Evangelización de España, (PUEDES). Viaja mucho y a veces pareciera que está en dos sitios al mismo tiempo.

La iglesia latinoamericana

Considera Montenegro que  la mayor fortaleza de la Iglesia Latinoamericana es “su gran expansión, su inmenso crecimiento numérico y su mayor compromiso social”.  Como reflejo de esto último menciona “el servicio al prójimo supliendo las necesidades básicas, y los innumerables centros de rehabilitación, trabajo social, orfanatos, hogares de ancianos, escuelas, universidades, etc. que se han levantado por el obrar de la iglesia en América Latina”.

Respecto al lado más débil de la Iglesia latinoamericana, observa que es justamente la otra cara de su propia fortaleza. “El gran crecimiento numérico ha hecho que la mayoría de las iglesias se centren en sí mismas olvidando el mandato del Señor que nos encomendó alcanzar a todas las naciones. Por causa de su propia dinámica, las iglesias en América Latina han dado lugar a una generación de adoradores, a cambio de perder una generación de evangelizadores, y eso es tergiversar el sentido de la propia existencia de la Iglesia”, señala. Añade también que “se ha cambiado la proclamación por la adoración, olvidando que hay más gozo en el cielo por uno que se arrepiente que por noventa y nueve justos que estén reunidos celebrando cultos de adoración”.

Reconoce Montenegro que “algunos/as pretenden tener una palabra gobernante para la iglesia sin querer admitir ningún análisis o cuestionamientos sobre sus dichos, siendo que la Biblia manda examinarlo todo y retener lo bueno, lo que implica que no siempre todo lo que se dice es lo correcto”.

El misionero señala como “tema preocupante” la ya famosa guerra espiritual territorial, que ha tomado el lugar de la evangelización. “Es más fácil decir que ‘batallo sobre los aires de un país para que sea salvo’, que ir y predicar la palabra a los que viven bajo ese territorio. Hemos suplantado la predicación por la oración. Mientras que la Biblia declara que la gente creerá por escuchar la Palabra”.

En cuanto a los llamados ‘grandes ministerios’ que se han levantado en América Latina, Enrique Montenegro opina que “los hay de todo tipo” y que  “sin duda alguna Dios está haciendo algo nuevo en el Continente”. Afirma tener el privilegio de conocer y tener amistad con muchos de los que hoy pastorean inmensas congregaciones y reconoce que humildemente valora muchísimo el trabajo de muchos de ellos.

“El lado negativo es que el progreso de muchos que han trabajado honestamente, ha desatado una cierta competencia en otros muchos ministerios por tratar de demostrar quién tiene la iglesia más grande. Paralelamente, mientras algunos parecen competir, otros tratan de imitar el modelo sin valorar ni el costo, ni el llamado peculiar, ni mucho menos la manera de conseguir los resultados”, explica Montenegro.

Para completar esta idea, comenta que ha leído -e incluso escuchado- de algunos pastores que han tenido un crecimiento más o menos explosivo en poco tiempo y declaran: ¡Hemos crecido un 400 % en este último año! “Pero ante la pregunta de ¿cuántos nuevos miembros ha bautizado en el año?, uno se da cuenta que sólo han tenido trasvase de miembros, a costa de mermar la membresía de otros ministerios menos reconocidos. No ha habido crecimiento real”, recalca Montenegro.

“Mientras unos crecen por el fruto de su trabajo, otros crecen simplemente incorporando congregaciones enteras a su visión o movimiento a través de ofrecerles un ‘apellido’ medianamente conocido”, concluye.

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