LP. Juan Stam, Costa Rica

«Él juzga con justicia y pelea» Ap 19:11

En la Biblia, la frase «juzgar con justicia» no es una redundancia sino tiene un sentido muy específico. De forma parecida, la frase, muy frecuente en las escrituras hebreas, «juzgar a los pobres» no significaba lo que entenderíamos hoy, llevarlos a juicio para condenarlos o declararlos inocentes. Si fuera así, ¿por qué siempre a los pobres pero nunca dice que Dios juzgará a los ricos? Eso se parecería a la «justicia» de muchos países hoy, muy inclinada a favor de los privilegiados y contra «los de abajo».

Según las escrituras, la palabra «juzgar» significa restaurar las relaciones justas en todas sus dimensiones. Lo de «dictar sentencias» venía incluido pero sólo como aspecto secundario de esa tarea mucho más amplia. En el libro bíblico que se llama «los Jueces», la función primordial de ellos no era juzgar casos, como entenderíamos hoy, sino liberar al pueblo de sus opresores. El libro de Jueces no es una serie de actas notariales de procesos jurídicos sino una serie de guerras y liberaciones contra los enemigos del pueblo.

Son muy numerosos los textos bíblicos que revelan este concepto de juicio y justicia como defensa de los débiles. Para que no queden dudas, citaremos algunos pasajes representativos:[1]

Sal 72:1-4: «Oh Dios, otorga tu justicia al rey… Así juzgará con rectitud a tu pueblo y hará justicia a tus pobres… El rey hará justicia a los pobres del pueblo, y salvará a los necesitados;’¡él aplastará a los opresores!»

Sal 82:2-4: En vez de defender la injusticia, los jueces deben «defender la causa del huérfano y del desvalido; ál pobre y oprimido hacerle justicia; salvar al menesteroso y al necesitado y librarlo de la mano de los impíos.

Sal 140:12: El Señor hace justicia a los pobres y defiende el derecho de los necesitados.

Sal 146:7-10: El Señor hace justicia a los oprimidos, da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos… El Señor sostiene a los agobiados, el Señor ama a los justos. El Señor protege al extranjero y sostiene al huérfano y a la viuda…El Señor reina para siempre![2]

Is 1:17: ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor! ¡Aboguen por el huérfano y defiendan a las viudas![3]

Is 11:4-5: el Retoño de Isaí «juzgará con justicia a los desvalidos, y dará un fallo justo en favor de los pobres de la tierra… Matará al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será el cinto de sus lomos».

Jer 22:15-16: tu padre «practicaba el derecho y la justicia, y por eso le fue bien. Defendía la causa del pobre y del necesitado, y por eso le fue bien. ¿Acaso no es eso conocerme?»

Es por eso que en la Biblia la justicia se asocia muy estrechamente con la salvación. La canción de Débora, celebrando la liberación del opresor Sísara, exalta «los actos de justicia de Yahvéh, los actos de justicia de sus guerreros» (Jue 5:11; RVR traduce «los triunfos de Jehová»). La «justicia» en Isaías 45:24 y 54:17 tiene el sentido claro de «salvación»; los dos términos aparecen también a menudo en paralelismo sinónimo (Sal 40:10; 51:10; 65:5; Is 46:12-13; 51:5-8; 61:10; 62:1). «Fuera de mí no hay otro Dios, Dios justo y salvador» Is 45:21. Ese mismo título doble se atribuía al esperado Salvador (Zac 9:9). La justicia, bíblicamente entendida, es un concepto salvífico más que jurídico.

Como el esperado Mesías, conforme a las promesas de los antiguos profetas, Jesús vino para traer justicia a las naciones. No por nada lo llamaban «el Justo» (Hch 3:14; 7:52; 22:14) y a sus seguidores «los justos» (Mt 10:41; 13:43,49; Heb 12:23; 1 P 4:18). Su evangelio era «el camino de la justicia» (2 Pedro 2:21; cf. Mat. 21:32). Ya en el Magnificat María proclamó ese camino como un nuevo orden social de justicia e igualdad, donde los poderosos pierden sus tronos y los humildes son exaltados (Lc 1:51-53). Por eso el reino de Dios, que trajo Cristo, es inseparable de esa justicia revolucionaria, que «revuelve» todo (Hch 17:6; 13.10).

Cuando Jesús nos exhortó a «buscar primeramente el reino de Dios y su justicia» Mt 6:33, estaba exhortándonos a seguir su propio ejemplo.[4] Cristo también «tuvo hambre y sed de justicia» (Mt 5:6) y por eso fue perseguido (Mt 5:10). Su reino es un reino de justicia, paz y gozo (Ro 14:17), en el que no entrarán los injustos (1 Cor 6:9) pero los justos resplandecerán como el sol (Mt 13:43; cf. 2 Ts 1:5). Por eso el primer requisito para entrar en el reino es arrepentirse (Mt 3:2; 4:17). La yuxtaposición del «reino de Dios» y «su justicia» en Mateo 6:33 no es accidental sino definitiva tanto para nuestra comprensión de Dios como para nuestra buena comprensión de su reino según las escrituras.

La justicia con que el jinete del caballo blanco vino a juzgar y pelear consiste en su defensa de los más débiles de la tierra. Es esa clase de «justicia», prometida por el salmista y los profetas, que Cristo vino a traer en la tierra. Este Cristo justiciero, defensor de los pobres, nos invita a unirnos a su causa.

Notas
1
El Apocalipsis, y específicamente 19:11-21, tiene frecuentes ecos de estos pasajes.
2 Este texto, igual que Mt 6:33 y otros, asocia la justicia, entendida de esta forma, con el reino de Dios. La justicia social es la forma de su reino.
3 El versículo siguiente, texto de muchos sermones evangelísticos, promete que los pecados «rojos como la púrpura» serán emblanquecidos (Is 1:18). El contexto en 10-17 muesta que dichos pecados son injusticias y ritos religiosos sin práctica de la justicia (cf, Am 5:21-24). Lamentablemente, poco se predica contra los pecados sociales.
4 Juan el Bautista también vino «en camino de justicia» (Mt 21:32), luchando contra el sistema corrupto de su época.

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