La oración es la comunicación del creyente con Dios a través de palabras o pensamientos, de todo corazón, con fe, guiado por el Espíritu Santo, en el Nombre de Jesús, y con la disposición de aceptar la voluntad de Dios.
El creyente ora a Dios porque esta práctica le permite: comunicarse con Él, experimentar su compañía, expresar confianza en su bondad, aprender a depender de Él y, de manera que no siempre comprende, hacer posible que intervenga en su vida. Cuando el creyente ora rinde su ser a Dios, sabe que es escuchado a pesar de que no le ve ni lo oye. No requiere informarle lo que necesita pues Dios ya lo sabe antes de que se lo pida. No obstante, le resulta tan necesaria esa experiencia que ora incesantemente.
Las Escrituras enfatizan que la fe es indispensable en la oración. Jesucristo enseñóclaramente esto: “Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá”1. Es en este contexto el Señor ordena: “Tened fe en Dios”2. Santiago instruye al creyente a pedir con fe3, y la Carta a los Hebreos enfatiza “porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”4.
1Marcos 11:24; 2Marcos 11:22; 3Santiago 1:6; 4Hebreos 11:6
En la oración, el Espíritu ayuda al creyente por causa de su debilidad para que pida como conviene en el Reino de Dios. En el encuentro con Dios, el ser humano se confronta con la verdad de ser infinitamente inferior a Él, imperfecto y limitado, descubierto en sus intenciones reales. Su reacción natural lo puede llevar a evadir esta verdad buscando hacer efectiva su oración mediante el manejo de una técnica, o copiando un modelo, por ello requiere ser asistido por el Espíritu, para que entre en una comunicación franca y confiada en la bondad de Dios; quien le dará más de lo que pide, y hará que todas las cosas y situaciones resulten en bendición para él.
1Hechos 15:7-11; comparar con Hebreos 4:12; 2Hebreos 10:21-22; 3Efesios 3:20; 4Romanos 8:26-28
Toda oración debe hacerse en “El Nombre de Jesús”, es decir, en la confianza de su obra intercesora, en el reconocimiento de su Señorío y manifestando comunión con Él. Decir“en el Nombre de Jesús” no es una contraseña, ni un conjuro con el que se pueda respaldar todo tipo de peticiones, no es una fórmula mágica que obligue a Dios a conceder todo lo que le piden1, como creyeron los hijos de Sceva2, o como las personas que reprendió Santiago3, pues el Señor no sólo dijo a sus discípulos que pidieran las cosas al Padre en su Nombre, sino también dijo: “si me amáis, guardad mis mandamientos”4.
1Santiago 4:3; 2Hechos 19:13-16; 3Santiago 4:6; 4Juan 14:13-15
Jesús enseñó a sus Discípulos cómo orar, dejando un modelo didáctico para los creyentes que incluye el reconocimiento de Dios como Padre, el deseo de su exaltación, la santificación de su Nombre, la rendición a su voluntad y la petición de que su Reino se haga realidad en el mundo; y peticiones relacionadas con las experiencias cotidianas del creyente: por el pan de cada día, el perdón de los pecados y la protección en las pruebas. El Señor no pretende que los creyentes repitan siempre la misma oración, Él hizo otras oraciones en las que no siguió el mismo modelo2, y otras en las que sus palabras fueron las mismas3; enseñó a orar con libertad, amor y respeto al Padre.
Jesús rechazó la oración que recurre al uso de posturas pretendiendo ser visto por los demás o repeticiones y amplios discursos pretendiendo manipular a Dios y ganar su favor.
1Mateo 6:5-13; 2Juan 17:1-26; 3Marcos 14:39
También son importantes la actitud y la reverencia con que el creyente ora1. Las posturas son la expresión corporal de los sentimientos, convicción y decisiones que la presencia de Dios y su obra han provocado en su vida. Jesús, además de orar postrándose2, lo hizo de rodillas3, de pie y con los ojos abiertos4. Pablo pidió que oraran con las manos levantadas5 y Nehemías oró en el pensamiento sin asumir ninguna postura especial para hacerlo6. La oración en voz alta es también adecuada como en los casos de Ana7 y del publicano8.
1Salmo 24:3-6; 51:17; 63:1-8; 95:6-7; 2Mateo 26:39; 3Mateo 26:44; 4Juan 11:41-42; 51 Timoteo 2:8; 6 Nehemías 2:4-5; 71 Samuel 1:13; 8Lucas 18:10-13