JESÚS NO ES LA RESPUESTA
José Ángel Fernández, España
Puede que esto sorprenda a muchos, pero Jesús no es la respuesta. De hecho, él nunca dice serlo. Es cierto que si lo hubiera hecho, si hubiera dicho que él era la respuesta a todas nuestras preguntas fuesen las que fuesen, tendríamos justificación para tomar esta respuesta a todas nuestras preguntas, esta verdad en forma de frases escritas, determinadas y finales y utilizarla para controlar a los demás, para responder a sus preguntas sin necesidad de escucharlas. Tendríamos justificación para ser paternalistas, para ser autoritarios, para controlar.
Si Jesús fuese la respuesta, esta respuesta podría ser aprendida de memoria, podría ser repetida una y otra vez cada domingo, podría ser enseñada y memorizada por nuestros hijos, podría ser utilizada para indoctrinar a todos los nuevos creyentes. Esta respuesta podría ser escrita muchas veces en libros, podría ser vendida por mucho dinero, podría ser controlado por unos pocos listillos. A muchos les gustaría que así fuese: les gustaría que Jesús fuese la respuesta, les gustaría no tener que pensar más, les gustaría poder aplicar la misma respuesta una y otra vez a todos los problemas, a todos los contextos, a todas las situaciones sin ni siquiera tener que escuchar las razones de todos los lados. A muchos les gustaría que esto fuese así, y de hecho creen que así es. Y cada domingo unos se levantan con la intención de indoctrinar, de controlar y de manipular, mientras que otros se levantan con la intención de ser controlados, manipulados, indoctrinados.
Jesús no dijo nunca ser la respuesta. Lo que dijo es: ‘Yo soy el camino’. Pero esto es muy distinto. Cuando decides caminar por un camino muchas veces no sabes muy bien a dónde te va a llevar, no sabes los obstáculos que vas a encontrar, no sabes las respuestas que vas a tener que dar para solventarlos. El camino está aún por hacer cuando entramos en él, incluso cuando muchos hayan podido entrar antes que nosotros. El camino es nuevo para cada nuevo caminante. ¿No recodáis el famoso: ‘Caminante no hay camino, se hace camino al andar’? El camino hace referencia a un viaje, a un aprendizaje por medio de la experiencia; no hay verdades fijas y finales, no hay respuestas universales a todos los problemas, ni siquiera existe la comodidad suma del que ya no tiene que volver a pensar o tomar ninguna decisión. La verdad se encuentra al final del camino; el propio camino lleva a la verdad, pero nadie puede controlarla, poseerla, manipularla, utilizarla para controlar a los demás. Sólo aquellos que alcanzan el final del camino alcanzan la verdad. Pero nadie puede volver una vez alcanzada.
El tipo de Cristianismo que procede del primer tipo de verdad, el de las respuestas literales de blanco y negro, es un Cristianismo que no mira a la situación, no mira al contexto. No le importa cómo se ha llegado hasta aquí, o las razones por las que alguien debería aceptar esta verdad universal y eterna. Simplemente hay que aceptarla y ya está. Es un Cristianismo plagado de personas que creen poseer la verdad, y que creen haberla recibido de Dios mismo. Creen que esta verdad que ellos conocen a la perfección (mejor que el resto, claro) tiene el poder de responder a todas las preguntas, y que esta verdad que ellos saben y proclaman debe ser aceptada sin preguntas. Este Cristianismo crea grupos de personas: aquellos que poseen un conocimiento pleno de la verdad y que por tanto tienen la autoridad para proclamar e indoctrinar, y aquellos que no han llegado a tal conocimiento pleno y cuya misión es escuchar en silencio, memorizar y acepar todo lo que se les dice. Este es un Cristianismo de jerarquías donde unos están por encima de otros, y donde los que están por encima lo están en todos los sentidos y para todo. Me pregunto cuántos cristianos creen en este tipo de Cristianismo y lo llevan a sus congregaciones cada semana. Seguro que no pocos.
El otro tipo de Cristianismo es uno donde no hay grupos, sino donde más bien hay personas que se encuentran en un mismo camino, unos a una altura y otros a otra. Nadie sabe muy bien cuál es la dirección correcta, ni tampoco cuál es la mejor manera de avanzar. Unos viajan de noche y otros de día; y todos tienen sus razones, igualmente aceptables y comprensibles. Unos miran al mapa más y otros lo miran menos; pero nadie intenta forzar a los demás a leer el mapa tantas veces como lo hacen ellos. Unos lo miran para encontrar señales y otros lo miran para estudiarlo muy cuidadosamente, casi científicamente; pero ninguno tiene la osadía de forzar a los demás a leer el mapa tal y como él lo lee. Más bien todos están en medio de un viaje y nadie ha llegado hasta el final, nadie posee la verdad, nadie tienen una opinión que está por encima de las demás por pura autoridad jerárquica. No hay jerarquías, sino que todos forman parte de un mismo organismo y todos tienen funciones distintas e importantes dentro del mismo. En ocasiones unos tienen que ayudar a otros a caminar porque están cansados o heridos; en ocasiones unos tienen que pararse con otros y escuchar cómo aquellos leen el mapa porque se han dado cuenta de que están perdidos. En ocasiones unos tienen que lloran junto con otros porque el camino parece muy largo, parece que no lleva a ningún sitio, parece que solo hay oscuridad y soledad. Y dado que en este camino la verdad solo se encuentra al final eso precisamente da libertad a los viajantes para escucharse unos a otros, para compartir nuevas teorías, para imaginar cómo será dicha verdad, para reír y para llorar honestamente, sin paternalismos. También creo que habrá cristianos que crean en este tipo de Cristianismo sin jerarquías, sin control autoritario, sin encima y debajo.
¿Qué tipo de Cristianismo prefieres tú?