Roxana B. Sánchez
A 440 años de haber visto la luz, la Biblia del Oso, primera versión completa de las Sagradas Escrituras al castellano, traducida desde los idiomas originales, es considerada una obra cumbre dentro de la literatura española.
Quién podría imaginar que el sueño de dos monjes jerónimos, de traducir la Biblia al castellano, quienes por ello fueron perseguidos y sentenciados en ausencia, llegaría a convertirse en la traducción que cambiaría la vida de millones de hispanohablantes.
Este piadoso anhelo dio inicio en el siglo XVI, en 1569, cuando salió publicada la primera traducción completa de las Sagradas Escrituras al castellano. La primera edición fue dada a conocer como la Biblia del Oso, y años más tarde, la edición correspondiente a la primera revisión, en 1602, como la Biblia del Cántaro.
La primera publicación fue denominada la Biblia del Oso por el emblema que aparecía en su portada: un oso de pie junto a un árbol, tratando de alcanzar una colmena para beber su miel, logotipo del impresor bávaro Mattias Apiarius. Esta ilustración se utilizó dado que se quería evitar el uso de íconos religiosos, porque en aquella época estaba prohibida cualquier traducción a lenguas vulgares de las Sagradas Escrituras.
La traducción estuvo a cargo del monje jerónimo y humanista sevillano Casiodoro Reina, y la revisión fue llevada a cabo por su compañero Cipriano de Valera.
En el trabajo realizado por Reina es importante destacar su valor literario, principalmente por dos motivos: primero, por la calidad de su lengua, que la convierte en un monumento de la literatura iberoamericana; y segundo, por su extrema fidelidad al original, ya que recoge el tono primordial de las tradiciones hebreas.
Por su parte, Valera dedicó 20 años de su vida a la revisión del trabajo de su coterráneo y compañero de claustro. Como resultado, la referida versión salió publicada en 1602 y fue llamada la Biblia del Cántaro, porque en la portada podía verse estampada la imagen de dos hombres: uno que está plantando un árbol, mientras el otro lo riega con agua que sale de un cántaro.
Según algunos expertos, esta ilustración fue tomada en alusión al texto bíblico de la Primera Carta a los Corintios 3:6:«Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios».
Asimismo, se considera una referencia a que con la primera edición (Biblia del Oso), realizada por Reina, se había plantado la semilla de la Palabra de nuestro Señor y, nuevamente, en la revisión de Valera, se contribuía a regar lo sembrado, con el propósito de que creciera y fructificara.
La citada revisión es una de las más admiradas, tanto para eruditos protestantes como para aquellos que aunque no participan en esta interpretación de las Sagradas Escrituras, consideran la excelente calidad de la misma.
De acuerdo con el pie de imprenta, entre ambas ediciones –la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro– mediaron 33 años; sin embargo, desde el momento en que las personas entraron en contacto con ellas, sus vidas fueron transformadas.
Samuel Escobar Aguirre, presidente honorario de Sociedades Bíblicas Unidas y catedrático de Misionología en el Seminario Teológico de Pennsylvania, destaca que ambas publicaciones tuvieron lugar en la Europa del siglo XVI, en especial porque el culto protestante tenía como tema central la lectura y explicación de la Biblia.
Por otra parte, la conversión era un desafío, pues en aquella época muy pocos sabían leer y escribir, ya que durante la Edad Media dicho conocimiento había estado restringido al clero y, en alguna medida, a la nobleza. De manera que quienes sí podían hacerlo, encontraron un insuperable estímulo para crear programas de alfabetización, con la finalidad de que la Palabra de Dios, con sus sabias enseñanzas, pudiera llegar a todos.