Voces. Alexander Sifuentes Rossel
Hay estudiantes de la Biblia que jamás donarían sangre a su prójimo. No por miedo a las agujas o por algún impedimento de su salud, sino por creer que al no hacerlo agradan a Dios. Ellos afirman que la Biblia prohíbe la transfusión de sangre y por lo tanto se niegan a donarla, y prefieren morir o ver morir a sus hijos antes que aceptar una transfusión y “pecar contra Dios”. Es un triste caso, en el que una deficiente teología induce a una práctica peligrosa y mortal, tomando el nombre de Dios para hacer algo totalmente contrario a lo que él mismo enseña: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.*
La Biblia no prohíbe las transfusiones de sangre, al contrario las apoya. Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Y en los más antiguos libros de la Biblia leemos que “la sangre es la vida” (Deuteronomio 12:23). Así que con esta equivalencia bien podríamos contextualizar las palabras de Jesús para una aplicación médica: “Gran amor muestra uno que done sangre por sus amigos”. Donando sangre, dando un poco de nuestra vida, demostramos nuestra amistad y nuestro amor. Éste es un principio fundamental en el cristianismo: dar de uno mismo para el bien de los demás. Jesús dio todo por nosotros, su vida y su sangre por nuestros pecados. Nosotros también estamos llamados a dar nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestros talentos, nuestra fuerza, nuestra vida y por qué no, nuestra sangre para beneficio de nuestro hermano.
¿Por qué entonces hay cristianos que se oponen a las transfusiones de sangre? Sucede que en La Ley que Moisés les dio a los israelitas había la prohibición de no comer carne con sangre. Y es por esta prohibición que algunos deducen que Dios está en contra de las transfusiones, porque para ellos ingerir sangre por la boca es lo mismo que hacerlo por las venas. Desde un punto de vista médico, podríamos decir que recibir sales y vitaminas por las venas es lo mismo que tomarlas, pero a la luz del Nuevo Pacto y las enseñanzas de Jesucristo, desde un punto de vista moral y espiritual, no es lo mismo. ¡Hay grandes diferencias!
Jesús dijo que nada de lo que entra en la persona hace impura a la persona, en el sentido moral, de alejarla de Dios. Al contrario: “lo que sale del hombre, eso contamina al hombre”* (los malos pensamientos, las mentiras, etc.) así que en ese mismo sentido, la sangre que ingresa por transfusión no hace pecador a quien la recibe. Por otro lado, Jesús estuvo siempre en contra a quienes ponían “La Ley” y la tradición religiosa por encima de la ayuda y misericordia, por lo que él mismo “trabajaba” sanando en Sábado, el sagrado día de reposo. La prohibición que en el Antiguo Pacto se dio para no comer carne con su sangre tenía otros fines; nadie moriría por dejar de comer carne cruda; pero hoy, sí muchos pueden morir por no recibir una transfusión de sangre.
Mejor sigamos lo que claramente enseña la Biblia: “según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos…” y por supuesto, al ofrecernos como donantes de sangre hacemos un gran bien.
*Marcos 7:14,18-23; Gálatas 6:10