Diác. Juan Sánchez García

A fin de comprender una transgresión, uno debe entender al transgresor. Por ejemplo: A Moisés, maestro de todos los profetas, el más confiable en el universo de Dios, el más humilde de los hombres, le fue negada la preciada meta de entrar en la Tierra prometida, debido a que golpeó la piedra y castigó al pueblo (Números 20:7-13). ¿y algunos de nosotros diríamos: que tiene de malo? ¿Cualquiera enojado, que fue provocado o desesperado hace eso y más?

Núm. 20:12 Y el SEÑOR dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme en ojos de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado.

Pero da la casualidad que en el universo de Dios no caben esas pequeñeces, o somos o no somos. Rev. 3:16 Más porque eres tibio, y no frío ni hirviente, yo te vomitaré de mi boca.

Hay muchas explicaciones diferentes de este error; los comentaristas mismos encuentran difícil explicar cómo es que la acción y las palabras de Moisés fueron tan serias como para merecer tan severo castigo. Cualquier comprensión del pecado de Moisés, como así el de cualquiera de nuestros antepasados espirituales, requiere darse cuenta de que ellos eran tan grandes que sus acciones eran medidas por parámetros muy por encima de los nuestros.

UN GRAN ALCANCE

Uno más. ¿Quién era Adán, cuyo pecado jugó un rol tan fundamental en la historia y en el destino del hombre? «Adán se extendía desde la tierra hasta el firmamento… desde un extremo al otro de la tierra» (Talmud – Jaguigá 12a).

Esta declaración de los Sabios judíos tiene una dimensión profundamente espiritual. No había faceta alguna de la creación, desde la más mundana hasta la más sublime, que Adán no abarcara. Nada se ocultaba de él. Más aún, nadie jamás ha comprendido cómo cada una de sus acciones podía determinar el curso de la creación.

Los ángeles sabían que, en última instancia, no eran ellos quienes lo controlaban, sino que él los controlaba a ellos, pues la Providencia Divina hizo que el funcionamiento de la tierra dependiera de las acciones del hombre. Gen 1:28 Y los bendijo Dios; y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

«Después de la muerte de Adán] sus dos talones eran como dos soles» (Talmud – Babá Batrá 58a). Incluso tras su pecado y muerte, la santidad de Adán era tan impresionante que la parte menos importante de su cuerpo, su talón, era tan brillante como el sol.

Con estas meras reflexiones sobre la grandeza de Adán, aún no llegamos a conocer nada de su impresionante naturaleza. Es suficiente con saber que la distancia entre su majestuosidad y nosotros, es como la distancia entre el cielo y la tierra. Sólo en estos términos podemos esperar tener una remota comprensión de su pecado. No obstante, seguramente tampoco podremos tampoco entenderlo a menos que borremos de nuestras mentes el necio mito de «las manzanas en el Edén».

EL PECADO DE ADÁN

El mundo de Adán era muy diferente del nuestro. Él labraba y plantaba sin herramientas: era conciente, en su vida cotidiana, de que trabajaba el Jardín del Edén a través del cumplimiento de los mandamientos positivos y lo protegía por medio de evitar la transgresión.

Nosotros, también, “sabemos” esto, pero sólo en un sentido indefinido. Sabemos que nuestras acciones cuentan, pero como parte de un mundo físico de causa y efecto, nos encontramos notando y sintiendo la eficacia de medicinas y cirujanos, de trabajadores y albañiles, de bombas y de físicos. Es verdad, el Talmud dice: «No es la serpiente venenosa la que mata, sino que la transgresión mata» (Berajot 33a). La serpiente, la bala, el automóvil que se da a la fuga, la enfermedad, no son sino los mensajeros que ejecutan un decreto sellado por la contravención humana. No son ellos la causa de muerte ni un ápice más que la blanca sábana extendida sobre el rostro del paciente fallecido.

Puede que hallemos tan difícil de creer esto de que las causas espirituales traen aparejados efectos físicos, que la mayoría de nosotros rápidamente señalemos una impresionante lista de factores externos que provocaron tales efectos. Pero eso no es nada más que un síntoma del ocultamiento de Dios en este mundo de ocultamiento. Los grandes creyentes judíos sabían que esto era así: «Bendito es el hombre que confía en Dios y que hace a Dios la fuente de su confianza» (Jeremías 17:7).

Jidushei HaRim explica que las dos partes del versículo son interdependientes: cuanto más uno confía en Dios, más Dios justifica su confianza con el resultado de que su confianza en Él continúe creciendo. Nuestros más grandes personajes no tuvieron dificultad en abandonarse a su suerte por servir a Dios, sin saber de dónde provendría el desayuno del día siguiente. Efectivamente, la Torá (la ley) fue entregada sólo a la generación que comía el maná (Midrash-Mejiltá).

• Ellos aprendieron, en sus vidas diarias, que podían vivir en un desierto yermo sin temor, en la segura confianza de que la promesa de Di-s era su garantía del sustento para los siguientes días.
• Solamente después de desarrollar una fe semejante, fue Israel digno de recibir la Torá. Tal como decía el Rebe de Kotzk: la grandeza de la Torá puede obtenerse sólo cuando existe indiferencia frente a la necesidad de seguridad económica.
• La Torá es la sabiduría de Dios; el sabio de Torá une su propia mente con la inteligencia del Creador. Al grado en que se interesa por sus necesidades en este mundo, no puede él escapar a sus señuelos para ascender a un nivel más elevado.

Para nosotros, envueltos en nuestra ética de trabajo y en una semana de 40 horas, la fe es un beneficio adicional que nos podemos permitir sólo luego de haber conseguido una falsa seguridad económica. Después de contar una inspiradora historia sobre la fe perfecta de un gran tzadik (justo), volvemos a hacer un concentrado esfuerzo de fe. Adán no sólo sabía sino que veía que su servicio a Dios era el factor determinante de su éxito.

Podemos concluir sobre este asunto, que las acciones y decisiones personales afectan a los demás, mucho mas las acciones en grupo afectaran toda la creación.

¿Cuál seria el parámetro para medir el pecado de estos hombres de Dios?

Y la respuesta es simple: la santidad.

SSE Lev 20:26 Habéis, pues, de serme santos, porque yo el SEÑOR soy santo, y os he apartado de los pueblos, para que seáis míos.

Se cuenta del filósofo romano Alanus, que después de haber dominado las siete artes liberales, decidió revelar los misterios de la Deidad en una conferencia pública. El día anterior de su ponencia, al caminar a lo largo de la ribera de un río, por casualidad se encontró con un niño que había hecho un hoyo en la tierra y llevaba agua del río al hoyo con una pequeña cuchara. El filósofo, atónito, le preguntó al niño de aspecto misterioso, qué estaba haciendo. «Yo intento llevar toda el agua del río hasta este hoyo», replicó él. «Pero eso es imposible», contestó Alanus. «No es más imposible», replicó el niño, «que la tarea que tú te has puesto a tí mismo». -La conferencia no fue dada.

Analizar esta virtud de Dios: la santidad, es mucho más difícil para nuestra comprensión humana, porque nunca lo veremos en su completa dimensión, sino solo un atisbo de su grandeza a través de nuestra mente finita.

Su nombre no debería ser mencionado en vano, ni para perjurio ni como blasfemia, ni para propósitos mágicos. El ordena la santificación del Sabat, la reverencia de los padres y la consideración de la vida, del hogar y de la propiedad del prójimo. Este simple código ha encontrado su camino a través de los corazones de la mitad del mundo, en cuanto se considera que la voz de Dios iba a servir de base a la vida de Israel, y de la mitad de la población del mundo.

De todos los distintivos que Dios requirió a su pueblo la santidad esta por encima de todas los requerimientos.

Éxodo 19:6 Y vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.

Hay varias virtudes esenciales de Dios implícitas en la creación el amor, la verdad y la justicia. Pero sin lugar a duda la mayor es la Santidad. La santidad envuelve y cobija la grandeza de Dios, y su sola mención nos debe dar temor.

Estos hombres (Adam y Moisés) fallaron al menospreciar la santidad divina. Su cercanía con la divinidad les daba un privilegio especial pero a la vez un compromiso mayor que a los demás mortales. Y al dudar del poder de Dios y de su eficacia, cayeron en lo que los Judíos designan como: Jilul HaShem (profanar el nombre).

No dijeron nada malo, pero tampoco Kidush HaShem (santificaron el nombre) es como si hubieran hablado mal de Dios, al no glorificarlo ante la congregación.

Desde la creación hay dos cosas que Dios designo como santas., el Sabbath y el matrimonio. (Kidushín)

Por eso todo lo que gira alrededor de Dios es y debe ser Santo (Kadish en arameo, o Kadosh en Hebreo)

No escapamos al mismo parámetro de medida que tuvieron “los privilegiados” de la antigüedad, 1ª. Ped. 1:15 mas como aquel que os ha llamado es santo, semejantemente también sed vosotros santos en toda conversación.

El hecho de ser la iglesia de Dios, ya nos compromete por encima de las demás iglesias que tenemos alrededor, porque llevamos su Nombre sobre nosotros. Isa 43:7 Todos los llamados de mi nombre; y para gloria mía los críe; los formé y los hice:

Y no por conveniencia como dice el profeta Isa. 4:1 Y echarán mano de un hombre siete mujeres en aquel tiempo, diciendo: Nosotras comeremos de nuestro pan, y nos vestiremos de nuestras ropas; solamente sea llamado tu nombre sobre nosotras, quita nuestro oprobio.

¿Qué es lo que nos pide Dios para su gloria? Nuestra santidad. 1ª. Tes. 3:13 para que sean confirmados vuestros corazones en santidad, irreprensibles delante del Dios y Padre nuestro, para la venida del Señor nuestro Jesús, el Cristo, con todos sus santos.

¿Porque quiere queseamos disciplinados?
Heb 12:10 Y aquellos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía; mas éste para lo que nos es provechoso, es a saber, para que recibamos su santificación.

Teniendo en mente todo esto que hemos analizado.

• ¿Cómo debemos presentarnos en nuestra adoración delante de Dios? Éxodo 28:36 Harás además una plancha de oro fino, y grabarás en ella grabadura de sello, SANTIDAD AL SEÑOR.
• ¿Cual debe ser nuestra actitud dentro de este recinto al cantarle? Salmo 29:2 Dad al SEÑOR la gloria de su nombre; humillaos al SEÑOR en la gloria de la santidad.
• ¿Cuál debe ser nuestro vestir dentro de este lugar de adoración? 2ª. Co 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
• Y si el primer requisito para acercarnos a Dios es la Santidad, ¿Qué parte de nuestra vida quedará afuera de la acción de la santidad de Dios? Ef.4:24 y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
• Si el Sabbath y este lugar son santos y consagrados por Dios mismo, ¿todo lo que hagamos, digamos debe ser? Salmo 93:5 Tus testimonios son muy firmes; La santidad conviene a tu casa, Oh Señor, por los siglos y para siempre.
• ¿Cuál es la responsabilidad de los líderes, músicos, cantantes, adoradores, etc.? Que Nuestro fuego debe ser santo y no profano. Ez. 44:23 Y enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio.
• Nuestra adoración debe ser una acción conciente. Lev 10:1 Y los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y pusieron fuego en ellos, sobre el cual pusieron perfume, y ofrecieron delante del SEÑOR fuego extraño, que él nunca les mandó.

1. los hijos de Aarón, etc.—Si este incidente ocurrió en el solemne período de la consagración y dedicación del altar, estos jóvenes asumieron un papel que había sido encomendado a Moisés; o si fue algún tiempo después, fué una intrusión en los deberes que correspondían sólo a su padre como sumo sacerdote. Pero la ofensa fué de una naturaleza mucho más agravante que lo que indicaría una mera irregularidad tal. Consistió la ofensa no sólo en que ellos se aventuraran sin autorización a desempeñar el servicio del incienso, el más alto y más solemne de los oficios sacerdotales, no solo en ocuparse juntos en una obra que era el deber de uno sólo, sino en su presunción de introducirse en el lugar santísimo, al cual se negaba la entrada a todo el mundo con excepción del sumo sacerdote solo. En este sentido, ellos “ofrecieron delante del SEÑOR fuego extraño”; fueron culpables de intrusión presuntuosa e injustificada en un oficio sagrado que no les pertenecía. Pero su ofensa fué más agravante todavía; porque en vez de tomar el fuego del altar de bronce para poner en sus incensarios, ellos parece que se conformaron con usar fuego común, y así cometieron un acto, el cual, considerándose el descenso del fuego milagroso que habían presenciado tan recientemente, y considerando también la solemne obligación bajo la cual estaban puestos, de usar de aquel que era especialmente apropiado para el servicio de los altares, ellos demostraron un descuido, una irreverencia, una falta de fe de lo más sorprendente y lamentable. Un precedente de una tendencia tan mala, era peligroso, y era imperativamente necesario, pues, tanto para los sacerdotes mismos como para las cosas sagradas, que fuese dada una expresión marcada del desagrado divino hacia una obra que Dios no les había mandado hacer.

Luc. 12:45-48 Más si el tal siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a herir a los siervos y a las criadas, y a comer y a beber y a embriagarse; 46 vendrá el señor de aquel siervo el día que él no espera, y a la hora que él no sabe, y le apartará, y pondrá su parte con los infieles. 47 Porque el siervo que entendió la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho. 48 Mas el que no entendió, e hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él; y al que encomendaron mucho, más le será pedido.

Cierta mañana Nasrudin – el gran místico sufí que siempre fingía ser loco – envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al medio de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí. – ¡Hoy tendremos un importante concurso! – dijo – ¡Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo, recibirá de regalo el huevo que está dentro! Las personas se miraron, intrigadas, y respondieron: -¿Cómo podemos saberlo? ¡Ninguno de nosotros es adivino! Nasrudin insistió: – Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad, y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos, Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido? Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quiso pasar vergüenza delante de los otros. ¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufis? Un centro amarillo podía significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese algún preparado de alquimia. No, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo. Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces él abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo. – Todos vosotros sabíais la respuesta – afirmó – y nadie osó traducirla en palabras. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse: las soluciones nos son dadas generosamente por Dios, pero estas personas siempre buscan explicaciones más complicadas, y terminan no haciendo nada.

Bibliografía:
Jas Trujillo =D
Rabbi Nosson Scherman
Extraído de Revista Judaica
Comentario Jamieson-Fausset-Brown

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