LupaProtestante

MI PARTIDO NO ES DE ESTE MUNDO, DIGO, MI REINO (I)

Julio Iraheta Santos, El Salvador

Señor, después que recibiste tu bautismo de agua por medio de Juan el Bautista, bautismo para arrepentimiento de pecados, sin ser pecador, el Espíritu Santo descendió sobre Ti, mientras tu Padre decía: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mt. 3:17. Después el Espíritu que había venido sobre Ti te llevó al desierto, para ser tentado por el diablo (calumniador) o Satanás (adversario). Éste te tentó tres veces, la primera que tuvo que ver con la alimentación, la segunda con respecto al éxito religioso, y la tercera con relación al éxito político.

Es en esas tres áreas que Satanás te desafió y te presentó la primera batalla, cuando Tú estabas a punto de dar inicio a tu ministerio en Palestina. Estabas allí en el desierto como el Israel de Dios, para que en Ti se cumpliera lo que representó tipológicamente el Israel histórico con respecto a tu persona. Esa nación del viejo pacto sólo era eso: tipo y figura del verdadero Israel que eras Tú. Ya Mateo, cuando te llega el momento de regresar de Egipto, con tu padre de crianza José y con María tu madre, te aplicó el tipo y figura del Israel Histórico que aparece en Oseas, y dijo para que se cumpliera la profecía: “De Egipto llamé a mi Hijo.” Os.11:1.

Te tocó ir al desierto, para cumplir lo que el antiguo Israel fue en el desierto como tu tipo y figura, e ibas a manifestarte como el nuevo Israel victorioso sobre el enemigo. Donde el Israel viejo fracasó, Tú ibas a salir vencedor. Si ese Israel no comprendió, para qué era el maná en el desierto, símbolo de la palabra de tu Padre, el maná escondido, Tú, como el nuevo Israel en el desierto, ibas a enfrentar al maligno en la primer tentación de convertir las piedras en pan, si eras Hijo de Dios, para satisfacer tu hambre física después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno largo, y no ibas a hacer algo que tu Padre no te lo indicara, según su propósito, por medio del Espíritu Santo, y reprendiste al diablo y le dijiste: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mt.4:4, cita que repite el texto del propósito de Dios al dar el maná a Israel en el desierto, Dt.8:3.

Y no fuiste vencido en tu necesidad inmediata, no fuiste inmediatista, porque además de revelar, en el transcurso de tu ministerio, que eras el verdadero pan o maná de vida que había descendido del cielo, Jn.6:31-35, en tu crecer en estatura y sabiduría, y en gracia para con Dios y los hombres, Lc. 2:52, llegaste a tener la claridad sobre el propósito del Padre con el maná en el desierto. Además de que Tú ibas a cumplir lo que no cumplió tu tipo y figura, el Israel natural que salió de Egipto, su generación vieja que falleció en el desierto por no entender el propósito del maná, símbolo de tu palabra escondida o revelada y ofrecida a los vencedores de la iglesia en Pérgamo, durante la persecución político-religiosa ordenada contra los cristianos por el emperador Domiciano, como cabeza del imperio romano -la bestia-, Ap.2:17; 13:4.

Superada la primera tentación, según Mateo, vino la segunda con la que el adversario te tentaba al éxito religioso, espectacular y milagroso. “Si eres Hijo de Dios”, lánzate desde la cima más alta del edificio más alto del complejo arquitectónico del templo, en sus últimas fases de restauración bajo el patrocinio de Herodes, el reyezuelo idumeo, en un día y una hora de mayor afluencia del pueblo, porque escrito está que “a sus ángeles mandará a cerca de Ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.” Mt.4:6, y entonces las multitudes judías de diferente visión religiosa, junto con los prosélitos, sus líderes y cuerpo sacerdotal, hubiesen creído en Ti, en un descubrimiento portentoso de tu persona como el Mesías Sacerdote de Israel, y los que creían en la venida de dos Mesías, uno sacerdotal y otro político, hubiesen gritado conmovidos, hasta dominar la gritería de los demás, que su doctrina era la correcta, porque sólo faltaría la aparición del Mesías político, y esto indicaría que la liberación del opresor romano estaba a punto de realizarse, y que el dominio imperial de Israel sobre todas las naciones de la tierra estaba, también, a punto de cumplirse, según su interpretación a la letra de las Escrituras y no por el Espíritu.

Pero tu respuesta echaría a perder toda esa conmoción religiosa, porque Tú le respondiste a Satanás que escrito estaba también que “no tentarás al Señor, tu Dios.” Mt.4:7. Y así, cumpliendo con tu deber de mostrar siempre tu obediencia al Padre, más que buscar reconocimientos que no estaban en su corazón, venciste por segunda vez a tu enemigo.

En la tercera tentación se iba a dar el ofrecimiento político. Si no habías cedido en la tentación religiosa, habría que probar con la política. De todas maneras el engaño puede venir con rostro religioso-político, la religión trayendo en sí una posición política mentirosa, ¿acaso la religión no busca supuestamente “el beneficio celestial” de las mayorías? Pero ahora se trataba de una tentación claramente política, sin enmascaramientos, aunque en esta situación el binomio se vuelve político-religioso, o sea la
religión subordinada a la política. Si no se puede cumplir con el deseo de tener o confirmar el poder terreno por medio de la religión, hay que tenerlo o confirmarlo por medio de la política, aunque para ello haya que negociar la cantidad de feligreses a cambio del pedazo del pastel o poder político, quedando así al desnudo el papel de cenicienta cínica de la religión.

En esta tentación, Satanás ya no se dirigió a tu condición divina de Hijo de Dios, como en las dos anteriores. Si no cediste a demostrar que eras Hijo de Dios, aunque sí lo eras, ya que si tu papá era Dios, entonces Tú como Hijo de Él no podías tener una naturaleza espiritual diferente, también eras Dios en esencia con los mismos atributos divinos, aunque “siendo en forma de Dios, no hayas estimado el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte, sino que te despojaste a Ti mismo de la forma de Dios y tomaste forma de esclavo -el último en la pirámide social esclavista de esa época-, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, te humillaste a Ti mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Fil.2:5-8, y por eso no usaste tus atributos divinos, además de haberte convertido como esclavo en el Pobre de Dios, totalmente dependiente de Él. (La adaptación a la primera persona y los entre guiones son del escritor)

Ahora Satanás tenía que tentarte apuntando a tu condición de hombre, totalmente hombre, aunque sin pecado. Pero ejemplo excelso de obediencia diste, y como el Pobre de Dios dependiente de Él en todo y para todo, no usaste tus atributos humanos fuera del gobierno del Espíritu Santo, y en total sujeción al Padre confrontaste al maligno, cuando te llevó a un monte alto -el reino de él- y te mostró todos los reinos de este mundo y la gloria de ellos que estaban bajo su dominio –pasados, presentes y futuros- y te dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adorares.” Mt.4:9, y Tú le respondiste: “Vete Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás.” Mt.4:10.

Las implicaciones de tu victoria sobre el maligno fueron radicales, ya que en el contexto de ella las necesidades vitales no estaban deslig
adas de lo religioso y lo político, y la cuestión era los elementos religiosos y políticos de quién. En el nuevo testamento se mencionan los títulos religiosos y políticos de Satanás. El dios de este siglo, título religioso. El príncipe de este mundo y el príncipe de la potestad del aire, títulos políticos, como bien señala George H. Warnock en su libro “¿Quién Eres Tú?” Por eso es que su ataque con respecto a tu necesidad de alimento estaba ligado a lo religioso y a lo político.

Cuando le afirmaste a Poncio Pilatos, el procurador romano, que tu reino no era de este mundo, Jn.18:36, confirmaste una línea divisoria entre la política y la religión de los reinos de este mundo, sobre los cuales Satanás tiene dominio, y tu reino. También en la contraparte estaría que tu reino, el reino de los cielos tendría su propia política y su propia religión. Aquí se nos plantea un dilema, ¿es que acaso el mundo queda abandonado con su propia política y su propia religión? Pero eso no es así, porque tu dijiste a tus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra…” Mt.5:13, y también “Vosotros sois la luz del mundo…” Mt. 5: 14, y que no había que dejar que la sal perdiera su sabor, ni que debíamos esconder la luz.

También, en la oración a tu Padre en el evangelio de Juan 17: 15-16 se registró que Tú dijiste: “No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” Asi es que queda claro, que aunque tu reino no sea de este mundo, en lo que se refiere al mundo con su religión y su política, nosotros tus discípulos no debemos aislarnos de la tierra religiosa y dejarla sin sal, así como no podemos apartarnos del mundo político y dejarlo sin luz.

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