Diác. Juan Sánchez García
El pueblo de Israel salió de la tierra de Egipto el día 15 de Nisán del año 2448 desde la creación según la cronología de la era judía, (1313 A.C.), pero según la cronología de Ussher[1] fue en el años 1491 A.C. para recibir la Torá en el monte Sinai. Los Sabios judíos enseñan que la degradación espiritual en la que se encontraban los hijos de Israel cuando salieron de Egipto estaba en su máximo nivel. Ellos se encontraban en el cuadragésimo noveno grado de impureza espiritual, y por eso D’os aguardó 49 días hasta entregarles la Torá (la ley).
Desde que salieron de Egipto, Moshé Rabenu se ocupaba de elevarlos espiritualmente un poco cada día y realmente los hijos de Israel fueron progresando día a día. Así, al llegar frente al Monte Sinai, la situación había cambiado radicalmente.
La Torá nos cuenta que en el primer día del tercer mes – el mes que más tarde sería llamado el mes de Siván – los hijos de Israel llegaron a su destino: «En el tercer mes de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en este día, llegaron al desierto del Sinai… y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel frente a la montaña» (Shemot -Éxodo- 19:1-2).
El pueblo estaba en un completo estado de unidad y ese sentimiento fue lo que provocó que algunos días más tarde recibiéramos la Torá. De hecho, la preparación espiritual del pueblo de Israel fue tan intensa, que antes de recibir la Torá ellos llegaron al cuadragésimo noveno nivel de pureza espiritual.
En el día 2 de Siván, D’os le pidió al pueblo de Israel que cuiden Su Pacto y así se convertirían en el pueblo elegido: «Y ahora, si habréis de escuchar Mi voz y cuidaréis Mi pacto, ustedes serán para Mí algo preciado de entre todos los pueblos, pues Mía es toda la tierra. Y ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y un pueblo sagrado…» (19:5).
La función que ellos tendrían que desempeñar en el futuro no sería meramente la de cumplir sólo Mitzvot (mandamientos), sino mucho más que eso, deberían ser: «un reino de sacerdotes y un pueblo sagrado…», y eso significa un pueblo donde todos sus componentes deberán realizar una función en favor del resto de los pueblos del mundo.
Ellos se habían preparado para escuchar la palabra de D’os, elevándose por encima de sus deseos para cumplir Su voluntad: «Y respondió todo el pueblo en conjunto y dijeron: Todo lo que ha dicho D’os haremos…» (19:8).
Al día siguiente, 3 de Siván: «…le transmitió Moshé las palabras del pueblo a D’os» (19:8). Y cuando la preparación llegaría a su cúspide, ellos vivenciarían una revelación histórica que nunca hubo como ella y que jamás se habría de repetir en ningún lugar del mundo: «Le dijo D’os a Moshé: He aquí que Yo me revelaré a ti mediante la espesura de la nube para que escuche el pueblo al hablar Yo contigo, y también en ti creerán para siempre…»(19:9).
Pero todavía quedaba un pequeño detalle por aclarar. El pueblo no quería que D’os hablara sólo con Moshé sino con todos ellos, y es por eso que al día siguiente, 4 de Siván, D’os respondió a su pedido: «Y estarán preparados para el tercer día, pues en el tercer día D’os se revelará a ojos de todo el pueblo, sobre el monte Sinai» (19:11).
Tres días más tarde el monte Sinai presentaba un aspecto increíble: «Y ocurrió que en el tercer día, al amanecer, hubieron truenos y relámpagos y una nube espesa sobre la montaña y un sonido de shofar muy fuerte, y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento» (19:16).
Y D’os se reveló a ojos de todos ellos: «Y el monte Sinai humeaba todo, pues D’os se había revelado sobre él mediante el fuego…» (19:18).
Allí, el pueblo de Israel «vio los sonidos». Era como si sus almas hubieran salido de sus cuerpos y ellos ya no percibían mediante los cinco sentidos, sino que lo hacían mediante algo que estaba más allá de los sentidos. El alma inmaterial podía «ver» los sonidos inmateriales. El pueblo de Israel recibió los Diez Mandamientos (que de hecho incluyen a toda la Torá) en el Monte Sinai.
Nota: Realmente, en la fiesta de Shavuot sólo se recibió el Decálogo, y luego, cuarenta días después, Dios le entregó a Moisés las tablas de piedra en las cuales estaban inscriptos esos Diez Mandamientos. Sin embargo, en el Midrásh Bamidvar Rabá (13:16), los Sabios judíos nos enseñan que en los Diez Mandamientos está incluida de alguna forma toda la Torá. Y una insinuación de esta idea la podemos encontrar en las palabras de Rabí Ieshaiahu Horovitz (1556-1630) en su libro «Shené Lujot Haberit», quien explicó que en todo el Decálogo hay 620 letras, así como el número de mitzvot (mandamientos) de la Torá (613), más el número de Mitzvot que decretaron de más los Sabios judíos (7).
Y este mismo evento se repitió muchos años después en el mismo día, en la misma fiesta, Shavuot, que es la segunda de las tres fiestas de peregrinaje del Judaísmo (Shalosh Regalim – שלוש רגלים). La festividad acaece exactamente 7 semanas después del segundo día de Pésaj. El nombre de la festividad tiene su origen en este hecho (Shavuot – שבועות – plural de Shavua – שבוע, semana.) La festividad conmemora la entrega de la Torá por parte de Dios a el Monte Sinaí.
La festividad también tiene un significado agrícola: corresponde a la época del año en la que – en Israel en particular y en el hemisferio norte en general – se recogen los primeros frutos. Es por esto que la festividad también es llamada la Fiesta de las Primicias. Antiguamente, la ofrenda que se llevaba al Templo de Jerusalén consistía justamente de las primicias.
Durante la festividad se acostumbra a comer lácteos, acompañados por las siete especias características de Israel.
Pentecostés (del griego Πεντηκοστή (ημέρα), Pentekosté (heméra) «el quincuagésimo día») describe la fiesta del quincuagésimo día después de la Pésaj.
Durante Pentecostés se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo.
El fondo histórico de tal celebración se basa en la fiesta semanal judía llamada Shavuot (fiesta de las semanas), durante la cual se celebra el quincuagésimo día de la aparición de Dios en el monte Sinaí. Por lo tanto, en el día de Pentecostés también se celebra la entrega de la Ley (mandamientos) al pueblo de Israel.
En las narraciones sobre Pentecostés de Hechos de los Apóstoles (2,1 -41) se le adjudica al Espíritu Santo, en congruencia con el Antiguo Testamento, características milagrosas (carismas): él ofrece valentía y libertad, posibilita la comprensión (glosolalia) y fortifica una comunidad universal.
Hechos 2:14 Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que les voy a decir. Éstos no están borrachos, como suponen ustedes. Apenas son las nueve de la mañana!
Y podemos argumentar que en esta fiesta cristiana, la iglesia también recibe los “primeros frutos” de creyentes Hechos 2:41 Así, pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados, y aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.
El mismo Dios se hace presente en medio de la congregación de 120 hermanos, Hechos 1:15 Por aquellos días Pedro se puso de pie en medio de los creyentes, que eran un grupo como de ciento veinte personas.
Al igual que al pueblo de Israel, esto creyentes Judíos-cristianos estaban también preparándose para recibir la orden de Dios, a salir a proclamar el mensaje, y no antes de recibir el poder de lo alto. Hechos 1:4 Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó:
—No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual les he hablado.
Estaban unidos en un solo propósito y en una sola ocupación: la Oración. Hechos 1:14 Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María.
Hoy día la iglesia se prepara para salir a evangelizar, con veladas de oración, de cantos, cultos de evangelismo con cantos, cultos de de consagración con cantos, mucha música y poca oración y mucho menos palabras de Dios.
Judaísmo hoy
Wikipedia
Biblia Nueva Versión Internacional
Biblia Versión TaNaJ
[1] James Ussher nació en Dublín, la capital de Irlanda, en el año 1581 en el seno de una familia devota de la Iglesia Anglicana (aunque su madre, por cierto, era católica). Estudió en el Trinity Collage de su ciudad natal destacando en su interés y dominio de las lenguas clásicas. En Mayo de 1602 es ordenado sacerdote de la Iglesia Anglicana. En 1621 el rey Jaime I (el rey es la cabeza de la Iglesia de Inglaterra) le nombró Obispo de Meath y más adelante, en 1625, Arzobispo y Primado de Irlanda. Durante su episcopado destacó por su anti catolicismo, oponiéndose a todas las medidas que el monarca dictó para favorecer a los católicos con la intención de mantenerles fieles a la corona. En 1640 se traslada definitivamente a Inglaterra huyendo de los disturbios religiosos de Irlanda. Murió en Londres en 1656 a los 75 años de edad.