Es el día de descanso obligado y la observancia más importante y más característica del judaísmo. El Shabat se reserva como séptimo día de la semana, para la plegaria y la suspensión del trabajo. Comienza a la caída del sol (antes del crepúsculo) el día viernes y finaliza después de la puesta del sol el sábado por la noche. La observancia del Shabat por el judío conmemora la propia bendición de Dios, el descanso del séptimo día después de la primera semana de la Creación (Gén. 2:2-3) y es el cuarto de los Diez Mandamientos (Éx. 20:8-11, Deut. 5:12-15).

El precepto se reitera en los cinco Libros de Moisés como «un pacto eterno» entre Dios y el Pueblo de Israel, y una «convocación santa» para todos los tiempos. El mandamiento de guardar el Shabat se repite en forma constante en toda la Biblia. Históricamente, la observancia del Shabat es un mandamiento supremo que revolucionó la sociedad antigua, al liberar al hombre de un trabajo perpetuo, y no tardó en extenderse a toda la sociedad humana. Los estudiosos sostienen que la observancia del Shabat garantizó la supervivencia nacional de los judíos a través de todas las épocas.

Las prohibiciones que derivan de la ley bíblica (Halajá) se extienden a los gentiles empleados por los judíos, a los prosélitos y hasta a los animales de labor. La Halajá prohíbe 39 categorías principales de trabajo y sus derivados. También prohíbe cualquier acto que no esté de acuerdo con el mantenimiento de una ‘atmósfera de Shabat’. Aparte de las restricciones obvias propias de la actividad laboral de cualquier día de la semana, están prohibidos el encendido de luces por medio de fuego o electricidad, conducir, cocinar, manipular dinero, coser o zurcir, escribir, escuchar radio o televisión, etcétera.

El ama de casa judía tiene el privilegio de recibir al Shabat encendiendo por lo menos dos velas o lámparas y extendiendo una mesa festiva con un mantel blanco, el mejor juego de vajilla y dos piezas de pan trenzado (jalá) para la bendición.

En la sinagoga, el servicio del viernes por la tarde (maariv) está precedido por plegarias especiales de bienvenida al Shabat, que incluyen el himno de ecos cabalísticos Lejá Dodí (‘Ven, mi amigo’), compuesto alrededor de 1540 por Rabí Salomón Halevi Alkabetz, un místico eminente de Safed. En la liturgia sabática las lecturas de la sección semanal del Pentateuco (parashá) y de un texto de los Profetas (haftará), ocupan un lugar central. En muchas congregaciones el rabino predica un sermón (derashá) durante el viernes por la noche o el sábado por la mañana (y a veces en ambas ocasiones). Entre los fieles se intercambian saludos de Shabat Shalom (‘Shabat de paz’).

Al regresar de la sinagoga, el dueño de casa otorga a sus hijos la bendición paterna y bendice el vino y el pan. Durante las comidas de Shabat se cantan canciones apropiadas (zemirot) según las costumbres de cada comunidad. Después del servicio vespertino de Shabat, cuando éste llega a su término, se recita la habdalá (‘separación’ entre lo sagrado y lo profano) sobre el vino, las especias y una vela trenzada, tanto en el hogar como en la sinagoga.

Todas las prohibiciones de Shabat se dejan de lado cuando existe cualquier peligro para la vida de una persona o de su salud. La tradición rabínica afirma que «el Shabat fue hecho para el hombre y no el hombre para el Shabat». Esta regla se aplica a todas las festividades, incluyendo el Iom Kipur.

Existen algunos shabatot (pl. de shabat) especiales a lo largo del año, con nombre propio y particularidades litúrgicas.

El arte judío de todos los tiempos ha reflejado el Shabat en el hogar y en la sinagoga con bellas manifestaciones.

Revista Raíces

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