Por Antonio Sellers

DEUTERONOMIO, 8:1-3. «Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.

Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.»

Un doctor español, autor de varios libros sobre la alimentación sana y equilibrada, en una conferencia que impartiá, dejó dicho lo siguiente: SOMOS LO QUE COMEMOS.

La verdad es que según sea nuestra alimentación, podremos enfermar o estar sanos.

Espiritualmente, las cosas no son tan distintas; según de que o como nos alimentemos así seremos.

El Señor recomienda que nos alimentemos de su Palabra, ya que ella sacia, salva y da vida.

Cuando no conocíamos al Señor, todo nuestro afán era complacer nuestros apetitos, fueran los que fueran, pero sorprendentemente nunca eran saciados, continuábamos hambrientos.

Los buenos manjares, no dan la paz; ni una mesa abundante salva; ni ninguna fruta jugosa da la vida.

Sin embargo, cuando conocimos al Señor; cuando comenzamos a oír la voz de Dios, nos inundó poco a poco, un sentimiento de saciedad, de llenura, de nutrición, como nunca antes habíamos experimentado; comenzaba en nosotros una nueva vida, con unos valores distintos, y ya no quisimos vivir solo de pan, porque conduce a la muerte, sino de todo lo que sale de la boca de Jehová, que nos lleva a la vida.

Porque de la boca del Señor, sale el perdón, la justificación y la salvación.

Transformándonos el Señor, en nuevas criaturas, cambiando todos nuestros hábitos, dándonos una nueva mente y un nuevo corazón.

Haciendo de nosotros hijos de Dios.

San Juan, 6:25-35.

La Gloria sea siempre para nuestro Dios.

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Juan 6:25-35 (Reina-Valera Antigua)
Reina-Valera Antigua (RVA)

25. Y hallándole de la otra parte de la mar, dijéronle: Rabbí, ¿cuándo llegaste acá?

26. Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.

27. Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios.

28. Y dijéronle: ¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?

29. Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.

30. Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras?

31. Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dió á comer.

32. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dió Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.

33. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.

34. Y dijéronle: Señor, danos siempre este pan.

35. Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

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