UNA APROXIMACIÓN A LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN ( y X)
Máximo García Ruiz, España
Reacciones personales
La Teología de la Liberación es un movimiento sumamente importe, entre otras razones, porque es un movimiento que se ha incardinado en las capas populares. Efectivamente, no solamente los teólogos sino grandes masas humanas han sido alcanzadas por el gran interés que ha despertado este mensaje de liberación, que cuestiona de manera tan abierta la postura de resignación históricamente asumida por los cristianos.
El redescubrimiento del término “pobre” ha sido, sin duda, una de las grandes aportaciones hechas por los teólogos de la liberación, que enfatizan con gran rigor evangélico la opción preferencial por los pobres, como punto sobre el que giran todos sus postulados teológicos, y que conduce a la iglesia, necesariamente, a colocarse en una situación políticamente comprometida en favor de esas clases sociales dominadas, con el fin de transformar radicalmente la sociedad. Se trata, evidentemente, de una acción provocadora, que ha hecho que la teología de la liberación sirva como revulsivo para conmocionar a una sociedad cristiana aburguesada y parapetada en sus cómodas trincheras, convirtiendo a estos teólogos en una voz profética al estilo de los profetas de la liberación del Antiguo Testamento; profetas como Amós o Miqueas, que sacudieron las conciencias adormecidas de los gobernantes de Israel.
Otro aspecto importante que reactiva la teología de la liberación es presentar al hombre como unidad comunitaria, tema sobre el que pone un marcado énfasis. Este es un punto sumamente importante, especialmente para la tradición protestante, que tanto empeño ha puesto en el individuo, con lo que se ha llegado frecuentemente a un individualismo insolidario, que los teólogos de la liberación condenan abiertamente.
Es manifiesto que han surgido muchas y duras oposiciones críticas a la teología de la liberación. Pero, normalmente, se la enjuicia no por lo que dice sino más bien por lo que calla o por lo que se le atribuye. Está claro que esos teólogos se caracterizan por haber puesto su énfasis en lo que les atañe más directa y urgentemente. Buscan respuestas y soluciones evangélicas para una sociedad oprimida, para unos pueblos que mueren de miseria física y espiritual. ¿Acaso no hicieron lo mismo Pablo y Santiago, con énfasis contradictorios, fe y obras, no excluyentes por otra parte lo uno de lo otro, sino complementarios entre sí? Lutero llega a prescindir prácticamente de Santiago; vuelve, por necesidad histórica, a la justificación de Pablo, dejando a un lado la praxis de Santiago. Sin embargo, hoy no catalogaríamos a Pablo, ni a Santiago, ni aún a Lutero en sectores católico-romanos, como herejes.
Debemos insistir en que el interés de esta corriente teológica se centra en las necesidades de los más desvalidos, los que se encuentran desplazados de la historia, los sin-historia, los que han sido reducidos a tal condición de indigencia que hasta se les ha despojado de los signos de identidad humana en muchos casos. Presenta, por lo tanto, un mensaje para el mundo actual; es volver a encontrarse con el Dios de la historia actuando en la historia. Tema importante. Al fin, de nuevo, Emmanuel, Dios con nosotros. De ahí el empeño tan insistente de estos teólogos de producir una incardinación en el presente histórico, creando un sentimiento cristiano de responsabilidad comprometida. Con ello se resalta la verdad evangélica de que Cristo nos ha hecho libres, y ningún ser humano y ninguna sociedad tienen el derecho a limitar esa libertad, creando con ello situaciones de opresión. Consecuentemente, hacer teología de liberación es una llamada a la acción, denunciando los estados de contemplación pietista culpables del cristianismo aburguesado.
Hay que agradecer, por otra parte, a la teología de la liberación, su reconocimiento de la importancia que tiene el factor económico tanto en los individuos como en la configuración de la sociedad, tema habitualmente relegado por los teólogos tradicionales.
Es de señalar el énfasis que la teología de la liberación hace de que la salvación bíblica no consiste en un rescate del alma inmortal del cuerpo mortal, sino que es una liberación que no hace separación entre lo físico y lo espiritual, subrayando que la liberación es una experiencia comunitaria; que no es posible la salvación aislada. Nadie se salva aparte de los demás hermanos y hermanas.
Y vuelve insistentemente a remarcar la verdad neotestamentaria de que “tomar la cruz” demanda que participemos en acciones liberadoras que demuestren una renuncia a toda seguridad personal que esté apoyada en las estructuras injustas de la sociedad moderna. Es, sin duda, una teología que reacciona mediante el compromiso; que obliga a re-leer la Palabra de Dios, haciendo uso de una hermenéutica distinta, que pone en tela de juicio todos los postulados tradicionales, es decir, que utiliza la sospecha ideológica como instrumento crítico de nuestra relación con las distintas formas de pensamiento humano. Las “potestades” con las que hay que luchar, dicen, toman muchas formas: racismo, opresión clasista, estados totalitarios, ideologías alienantes, etc. Por lo tanto, rechazan el dualismo dialéctico entre lo material y lo espiritual, o entre lo profano y lo sagrado como algo impropio. La vida es una.
Se reafirma la teología de la liberación en el hecho de que es imposible, según el modelo de Jesús, ser pobre en espíritu y vivir tranquilamente disfrutando de un sistema económico injusto. Duro golpe a las conciencias burguesas acomodadas y comprometidas más o menos directamente con los sistemas de opresión. Aunque lo hacen con un mensaje de esperanza, ratificando su fe en que ese mundo es capaz de ser transformado (un hombre nuevo en una nueva sociedad).
A diferencia de otras teologías, afirma la teología de la liberación que ese mundo no es malo intrínsicamente, con lo que coinciden con el socialismo y el cristianismo radical. Una vez más, esto obliga a la participación cristiana en la lucha a favor de los pobres.
Con todo, considero que, efectivamente, esta corriente teológica plantea una serie de puntos conflictivos, que han dado origen a la gran controversia suscitada. Reduciéndolos a lo que era el propósito inicial, es decir, a la reacción desde la óptica del cristianismo europeo, no involucrado directamente en el contexto latinoamericano, vamos a enumerar los aspectos más controvertidos que aparecen en la teología de la liberación, desde la perspectiva de un acercamiento crítico. Seguimos para ello, en parte, a R. Compton:
Se percibe la idea de que el hombre puede salvarse por amar a su prójimo y por trabajar activamente en llevar a cabo la liberación de los oprimidos. Se confunde fácilmente liberación con justificación.
Parece identific
arse a los oprimidos con el pueblo de Dios, en base a su pobreza en vez de hacerlo en base a su fe y discipulado. Existe el peligro de volver a una nueva expresión constantiniana de la cristiandad.
El pecado queda prácticamente reducido a la omisión; la Biblia dice que el pecado es también trasgresión.
No se enfatiza la experiencia personal con Jesucristo. En realidad se resiente la identidad de Jesucristo, planteando una cierta oposición entre el Jesús de la historia y el Jesús salvador.
Parece reducirse el mensaje del Evangelio a una liberación sociopolítica, olvidando la redención espiritual. Por ello se dice que se trata de una teología de inspiración humanista.
Se le acusa de materializar en exceso el cristianismo.
Se presenta toda opresión como proveniente de otros hombres. No parece tenerse en cuenta: terremotos, inundaciones, enfermedades, muerte…
Su manera de hacer hermenéutica se moteja de ser poco ortodoxa. Arrancando de una situación dada, se acude al texto, a la luz de las ciencias sociales y el análisis marxista. Con ello, se sugiere que hay un peligro de hacer eiségesis en lugar de exégesis.
Su apoyo a la lucha de clases, con sus secuelas de violencia en determinados momentos, es cuestionada seriamente. Incluso hombres de la talla liberacionista de Helder Cámara, han expresado sus reparos. La dicotomía que se plantea entre confrontación violenta y amor al prójimo choca frontalmente con la sensibilidad de muchas conciencias cristianas.
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El tema al que nos hemos acercado es sugerente, sobre todo si lo hacemos con un propósito de adoptar compromisos en respuesta a las demandas divinas. Nos obliga a reflexionar a partir de una actitud crítica y, consecuentemente, revitalizadora. Debemos hacerlo con tacto, es cierto, pero con mente abierta, gran sensibilidad, valentía y voluntad de cambio.
Nos reta a aprender a extraer de las palabras el sentido real que tienen y, así, aprender a re-leer la Biblia contextualizándola en nuestro hoy histórico. Y hacerlo tomando ciertas precauciones, procurando no confundir reconciliación con el hombre y reconciliación con Dios, evangelización y acción social, salvación como experiencia justificadora y liberación política. Pero recordando que no hay reconciliación con Dios si no se produce la reconciliación con el hombre; que no hay evangelización si no se lleva a cabo a través de un genuino compromiso social; que no hay justificación por obras sino por la fe en Jesucristo. Pero si la justificación no se convierte en el creyente en un revulsivo para la liberación política y social, será algo así como “metal que resuena y címbalo que retiñe”.
Es evidente que la teología de la liberación es una teología provocadora. Y plantea denuncias y retos a la iglesia de hoy. Por ejemplo:
El habernos convertido en una iglesia de gente acomodada (la iglesia de la burguesía), de la que, al menos en Europa, están prácticamente excluidas las clases más desposeídas.
La necesidad de ser coherentes con lo que se predica.
Denuncia la gran separación que se ha establecido entre fe y vida.
Denuncia el dios-dinero que oprime y explota.
En definitiva, si los cristianos quieren ser fieles al Evangelio, sin falsos espiritualismos que solo identifican el reino de Dios con la salvación individual o con la iglesia como ciudad de Dios, tienen que convertirse al reino de Dios como compromiso histórico en el más acá. O dicho en otras palabras, la iglesia evangeliza no cuando saca a la gente del mundo, sino cuando envía a los creyentes al mundo, comprometiéndose seriamente con su destino.
Noviembre de 2007.
Compton, R., La teología de la liberación: Una guía introductoria, CBP (El Paso, Tx: 1984).