Oseas F. Lira

Cuando un congregante o el Pastor se da cuenta que en la congregación falta espiritualidad, su preocupación genera que se realice una encuesta, cuyos resultados arrojan diversos faltantes tales como: falta de comunión, falta de conocimiento de la palabra de Dios, falta de motivación, etc. Entonces se toma una decisión: planear diversas actividades, por ej. un campestre, una velada, una semana de cultos especiales, etc. y lo único que se logra es llenar de actividades a la congregación, pero el problema no se resuelve, sigue faltando espiritualidad.

¿Qué es una vida en el Espíritu?, ¿qué es espiritualidad? Espiritualidad es un estado en el que el ser humano tiene o vive en comunión íntima con su Creador.

En la historia de la humanidad hubo un momento, al inicio de la Creación, en el que la relación era estrecha –de vida espiritual– entre el hombre y Dios. Esa relación se rompió cuando Dios preguntó a Adán, en Génesis 3:9: “¿Dónde estás tú?”, y Adán no reconoció su pecado; si lo hubiera hecho entonces quizá Dios, por su amor y misericordia, habría trazado otro plan para él y la descendencia humana, y la herida relación con sus criaturas hubiera sanado, pero como el hombre procedió de manera distinta entonces Dios tuvo que ofrecer una alternativa: el plan de salvación. Cuando el pecado entra en la Tierra, la relación Dios-Hombre sufre una crisis y ella no puede restaurarse si no ahora sólo por medio de Jesús.

Cuando el joven rico se acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer para ser salvo, Jesús le dijo que “guardara los mandamientos” (teoría), luego le ordenó: “vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres” (práctica). Uno nada más puede hacer que los demás se concienticen de su situación, pero cada quien toma la decisión final de acercarse a Jesús y actuar con su prójimo con amor, es decir reflejando que ha restablecido su relación con Dios.

La genuina vida espiritual puede existir en la Tierra tal como la hay en el cielo, para lograrlo se requiere que haya personas que la cultiven y la vida espiritual sólo se logra mediante una relación genuina con Dios a través de su hijo Jesús.

La vida espiritual se mide no tanto por lo que hacemos sino por lo que no hacemos. Hacer cosas que aparenten la existencia de una vida espiritual no es otra cosa más que cubrir la realidad con un disfraz, una máscara. Un hermano –o una congregación– no es espiritual cuando no ora, no diezma, cuando sólo asiste a los cultos que quiere, cuando no estudia, no se involucra en las actividades del grupo, cuando practica la murmuración, cuando no es sensible a las necesidades del prójimo, etc.

Dios está donde hay vida espiritual, esto es: donde hay paz, donde hay amor, donde hay bondad, donde hay comunión, etc. Pero en una Iglesia donde hay grupos, pleitos, tacañería, dobles caras, competencias o rivalidades, burlas, celos, envidias, allí no está Dios, allí no hay vida espiritual.

El paradigma de una Iglesia espiritual lo encontramos en Hechos 2:44 al 47. En esos versos se nos dice que los hermanos tenían todas las cosas en común, repartían según las necesidades de los hermanos, perseveraban unánimes en el templo, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, es decir, ellos sí vivían una ejemplar vida espiritual.

La lección sabatina que nos ocupa es una lección termómetro, porque indicará con claridad el grado real de espiritualidad existente en los individuos y en la congregación en general.
Cuidemos que las cosas que hacemos no sólo nos tengan ocupados para dar una imagen pseudoespiritual, sino más bien, que todo lo que hagamos sea producto de una verdadera vida espiritual.

Por otra parte, ¿ha sentido alguna vez que no hay progreso en su vida espiritual?, ¿se ha sentido alguna vez agotado espiritualmente? Hermano, tenga fe y paciencia, recuerde que cuando Dios inicia un proyecto invariablemente lo termina. Dice Filipenses 1:6 “Estando convencido de esto, que quien comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Dios obrará en usted y lo ayudará a crecer en gracia hasta que complete el trabajo en su vida.” Cuando esté desanimado, lo cual es comprensible ante las dificultades que la vida presenta, recuerde que Dios lo está mirando, y que como no le agrada verlo desanimado él no lo abandonará. Cuando se sienta afligido por sus faltas, recuerde las promesas y la misericordia de Dios. Luche, ore, tenga fe, hágale frente al enemigo esforzándose porque su condición actual no le robe el gozo de ver un día a Cristo cara a cara. No permita que su vida espiritual se transforme en vida terrenal.

Dios comenzó la buena obra en nosotros, él la continuará a lo largo de nuestra vida, y la terminará cuando su hijo, Cristo, venga por segunda vez a la Tierra.

La obra de Dios por todos comenzó cuando Cristo murió en la cruz pagando así por nuestros pecados; el trabajo salvífico empieza a concretarse cuando nosotros creímos en Jesucristo. Ahora el Espíritu Santo vive en nosotros, capacitándonos para que cada día seamos más semejantes a Cristo. El proceso de crecimiento inicia cuando aceptamos a Cristo, continúa por el resto de nuestra vida y alcanzará su total perfección el día que Cristo vuelva a la Tierra.

El seguidor de Jesús, pleno del Espíritu Santo, es aquel que va lleno de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. Filipenses 1:11.

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