LupaProtestante

VIOLENCIA-TERROR, JUSTICIA-PAZ

Pedro Álamo, España

Nuestra sociedad está siendo convulsionada constantemente con la violencia; el mal hace acto de presencia de forma continuada a nuestro alrededor. Terror, violencia de género, guerras, violaciones, robos, asesinatos… Por eso, cuando hablamos de violencia no cabe el distintivo político, pues nunca está justificada. Mientras que las sociedades libres y democráticas han dado la cara, los violentos actúan desde el escondrijo; algunos se escudan en una supuesta lucha política, otros son arrastrados por sus propios deseos e intereses… Esta lucha atenta contra la dignidad de los pueblos. Cuando la política, al buscar la paz, se distancia de la justicia abandona el terreno de lo humano y se adentra en lo inhumano para arrastrarse a lo diabólico.

“Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Is 9.7). Estas palabras fueron pronunciadas hace unos 2700 años por un extraordinario poeta para referirse a la venida del Mesías esperado. Fue una persona que supo sobrevivir al mal que veía a su alrededor y esculpir su pensamiento con grandeza literaria. No es extraño que los excelentes escritores hayan vivido situaciones límite y que de su pluma haya salido una belleza inusual.

El poeta que he citado anteriormente captó muy bien la relación existente entre la justicia y la paz. No puede haber paz si no hay justicia. Por ello, lo ilimitado de la paz que se vivirá está estrechamente relacionado con una justicia magistral, sublime. Nuestra sociedad está dando muestras de fatiga al contemplar que la violencia no tiene fin; esto trunca esperanzas e ilusiones, al punto de acomodar el pensamiento y llegar a la resignación. Pero el Dios en el que creemos ama la paz y odia la violencia; por ello, el modelo mesiánico que presenta el profeta está fundamentado en el amor, en la tolerancia, en la armonía, en la justicia…

Como sabemos, la palabra hebrea ”shalom” incluye no sólo la ausencia de guerra y violencia, sino también la presencia de bienestar, prosperidad, tranquilidad, sosiego y seguridad. Desde esta perspectiva no habrá paz a nuestro alrededor, en un mundo amenazado por la violencia local, nacional o internacional, hasta que la justicia sea manifiesta; sólo entonces podremos disfrutar de una paz profunda, estable y duradera.

Manuel Vicent, en su columna publicada en el El País (3 de septiembre del 2000) escribió: “es con los violentos con quienes hay que hablar para convencerles de que no maten. Los demócratas ya estamos convencidos”. Han pasado más de siete años desde que estas palabras fueron escritas y la escalada de violencia no ha cesado; más mujeres han sufrido malos tratos y han muerto; ha habido nuevas víctimas a manos de los terroristas; las guerras han continuado… Y yo me pregunto, ¿cómo se puede convencer a quien lleva las armas? ¿Cómo se puede dialogar con los que son intolerantes y no tienen escrúpulos? ¿Cómo se puede intentar llegar a un acuerdo con los que son incapaces de escuchar y están cegados por la maldad, no por la ideología (recordemos que la violencia es irracional)? Aquí tenemos que proponer el binomio violencia-terror y su contrapartida justicia-paz. La violencia y el terror siempre van juntos, de la misma forma que la justicia y la paz; por eso, no se puede construir un mundo nuevo por el camino de la violencia, ya sea hecha por el terrorista o por el estado.

Los violentos sólo conocen un camino, el de la imposición de sus criterios y, si no se aceptan, suenan las pistolas, las detonaciones; salta la sangre, aparece el dolor, el terror, el crimen, la aniquilación… La sociedad vuelve a ser sacudida. Los violentos solo cercenarán la democracia por medio del hostigamiento y la agresión, quitando de en medio a los opositores del sistema que quieren imponer; no usan la persuasión, sino la amenaza y el terror. Estamos hablando de un programa fascista en el que la libertad sería finiquitada, las conciencias acalladas, los librepensadores expulsados o ejecutados.

Los violentos han de ser silenciados por los pacificadores; por ello, los que tenemos hambre y sed de justicia, clamamos al Dios en el que creemos para que las palabras que hace tantos años fueron anunciadas a unos sencillos pastores resuenen en nuestros oídos sin cesar y se encarnen en nuestras sociedades modernas: “Paz en la tierra” (Evangelio de Lucas 2.14).

Más tarde o más temprano la justicia se hará manifiesta y los violentos serán juzgados. Entonces no tendrán cabida las ambigüedades políticas ni los juegos institucionales. Qué triste es observar en nuestros días cómo los intereses partidistas prevalecen, haciendo estallar la unidad en la lucha contra la violencia y el terror. Los partidos políticos de nuestro país están enfrentados, las asociaciones de víctimas del terrorismo no caminan juntas. Por el contrario, la sociedad española, unánimemente, está clamando por un cambio. El mundo grita basta ya de violencia. Por ello, tenemos que hacer un llamado a los partidos democráticos para que trabajen juntos y busquen el consenso y la paz en nuestro entorno; queremos que prevalezca la justicia y, entonces, podremos vivir en paz. ¿Estamos pidiendo algo imposible? Que juzgue el lector al contemplar que ni siquiera los partidos democráticos son capaces de dialogar y llegar a acuerdos; tampoco existe entre los países avanzados en la lucha contra el terrorismo internacional (recuérdese la guerra de Irak cuyas consecuencias son visibles todavía). Cualquiera que mueva ficha, lo único que recibe es la crítica despiadada y así no se puede construir un mundo mejor.

Guardo con profundo pesar en mi memoria aquel verano en que la banda terrorista asesinó a Miguel Ángel Blanco; la sociedad se movilizó espontáneamente y gritó “basta ya”. Todos pensábamos que se había tocado fondo, que el terror ya no podía ser mayor, que el pueblo estaba unido contra los malvados, que algo iba a cambiar en nuestro país. Ha pasado el tiempo y…, lejos de seguir todo igual, se ha acrecentado la maldad, experimentando nuevamente el zarpazo del terrorismo más cruel y sangriento. En estos últimos días ha habido nuevas víctimas del terror, familias destrozadas, esperanzas truncadas, recuerdos dolorosos, noches sin conciliar el sueño… La sangre ha vuelto a ser derramada en el mundo. Cada día hay víctimas de la violencia.

A los que siembran el terror les decimos desde aquí, que no conseguirán doblegar la conciencia de los demócratas. Podrán partirnos en mil pedazos, pero cada uno de esos pedazos clamará por justicia y gritará en contra del terror y a favor de la libertad, la convivencia, la tolerancia y la paz.

“El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre” (Biblia, Profeta Isaías 32.17). La violencia y el terror van de la mano, la justicia y la paz, también. Espero y deseo, para nuestro pueblo y para nuestro mundo, que aprendamos a vivir en paz por el camino de la justicia.

Pedro Álamo Carrasco
Diciembre 2007

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